Miguel González, María Martín - El País de Madrid
Más allá de las declaraciones públicas del presidente del Gobierno, España ha protestado formalmente ante las autoridades mexicanas por el veto a Felipe VI en la toma de posesión de la primera mujer que se convertirá en presidenta del país, Claudia Sheinbaum. El pasado martes, el mismo día que EL PAÍS reveló que México había evitado invitar al rey de España, cuya presencia es tradicional en este tipo de ceremonias desde hace años, el Ministerio de Asuntos Exteriores hacía llegar a la Cancillería mexicana su protesta.
En la nota verbal de Exteriores ―como se denomina en lenguaje diplomático, aunque se trata en realidad de un texto escrito― se recordaba que el Rey “es el jefe del Estado y, en calidad de tal, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales”. Tras subrayar que la intensidad de las relaciones bilaterales entre los dos países “aconseja que las relaciones institucionales se desarrollen al más alto nivel” y que Felipe VI ha asistido a anteriores tomas de posesión, incluida la del actual mandatario, Andrés López Obrador, en 2018, concluía que, “en un acto de tanta trascendencia para el pueblo de México, España debe estar representada por su jefe de Estado, demostrando la voluntad mutua de avanzar en beneficio de nuestros pueblos hermanos, con la mirada puesta en un futuro común de prosperidad compartida”.
Pese al tono amistoso del mensaje oficial, este concluía comunicando que, “agotados todos los cauces para transmitir respetuosamente el nivel de representación que corresponde a España, […] no habrá ninguna representación del Reino de España en la Transmisión de Poder Ejecutivo Federal en Ciudad de México”, el próximo 1 de octubre.
El mensaje se hizo llegar por partida doble: el embajador mexicano en Madrid fue convocado a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores; mientras que el embajador español en México acudió a la Cancillería para entregarlo personalmente.
Ese mismo día, el departamento dirigido por Albares hizo público un comunicado en el que calificaba de “inaceptable la exclusión” del Rey de la toma de posesión de la presidenta mexicana, y anunciaba que España no participaría en la misma “a ningún nivel”. Al día siguiente, en Nueva York, Sánchez expresaba su “enorme tristeza porque dos pueblos hermanos, por el interés político de alguno, no podamos tener las mejores relaciones entre los pueblos y entre dos gobiernos progresistas que compartimos valores y probablemente políticas”.
La nota verbal de protesta fue la culminación de un tira y afloja que se inició el pasado 22 de julio, cuando las autoridades mexicanas invitaron al presidente Pedro Sánchez a la toma de posesión de Sheinbaum, excluyendo a Felipe de Borbón, que ha estado presente en más de 80 actos de este tipo de toda América Latina, primero como Príncipe de Asturias y luego como Rey.
El Gobierno español optó entonces por no darse por aludido, dio por “no recibida” la invitación a Pedro Sánchez e inició una serie de gestiones diplomáticas para intentar convencer a las autoridades mexicanas de que cambiaran el destinatario de la misma. La última de esas gestiones fue una llamada personal del jefe del Gobierno español a la presidenta electa de México, también sin ningún resultado.
El pasado miércoles, Sheinbaum hacía pública una carta en la que justificaba el veto al Rey por su actitud ante la misiva que, el 1 de marzo de 2019, le dirigió el todavía presidente López Obrador, quien le pidió un reconocimiento solemne de “los agravios causados” por la colonización de México por parte de la Corona española. “Lamentablemente, dicha misiva no mereció respuesta alguna de forma directa, como hubiera correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales”, añadía su sucesora.
Pese a subrayar que la atención a los pueblos indígenas será uno de los ejes de su mandato y que el reconocimiento de sus derechos se aprobó por unanimidad en el Parlamento mexicano, Sheinbaum dejaba abierta una puerta a la mejora de las relaciones bilaterales al mostrar su confianza en que esta diferencia “sea también punto de partida para que España y México mejoren sus relaciones bilaterales”.
El hecho de que el Estado español no esté representado en la ceremonia del próximo martes, no impedirá que vayan a estar algunos de los partidos que apoyan al Gobierno. Sumar, que forma parte del Ejecutivo, ya ha anunciado que asistirá el secretario primero de la Mesa del Congreso, Gerardo Pisarello, aunque no lo haga la vicepresidente segunda, Yolanda Díaz, que había sido invitada y ha anulado su asistencia, acatando la decisión institucional de Exteriores, según ha señalado el portavoz de su grupo parlamentario, Íñigo Errejón. También estarán en México representantes de otros partidos que apoyaron la investidura de Sánchez, como el diputado de Bildu Jon Iñarritu; la líder del BNG, Ana Pontón; o la exministra de Igualdad y eurodiputada de Podemos, Irene Montero. La secretaria general de este último partido, Ione Belarra, ha calificado la decisión de Sánchez de dejar vacía la silla de España en la ceremonia como un “ejercicio de servilismo monárquico insoportable”.
Por el contrario, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha considerado “lógica” la reacción del Gobierno español ante lo que ha calificado como un “provocación inaceptable”. Pese a cargar contra las autoridades mexicanas —”una de las señas de identidad del populismo es la falta de respeto a nuestro país”, ha dicho en el campus de FAES, la fundación del expresidente José María Aznar— ha criticado también al Gobierno y ha lamentado que “la diplomacia haya fallado para reconducir la situación. Constatado su fracaso, la reacción ha sido lógica”, ha concluido.
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