Más de 180 personas murieron y 1.800 resultaron heridas en los últimos tres días en los combates entre dos generales que se disputan el poder en Sudán. “La situación es muy cambiante. Es difícil evaluar en qué sentido evoluciona el equilibrio”, declaró Volker Perthes, jefe de la misión de la ONU en Sudán, tras una intervención a puertas cerradas en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Como muestra de la gravedad de la situación, el Sindicato de Periodistas de Sudán alertó ayer de que 17 trabajadores de la agencia de noticias estatal SUNA llevan atrapados tres días en las oficinas.
“Mientras continúan los combates por tercer día consecutivo, 17 empleados de SUNA están atrapados desde el sábado 15 de abril y necesitan ser evacuados”, dijo el sindicato en su cuenta oficial de Twitter.
Este baño de sangre lo están provocando dos personas. El primero representa el poder militar en Sudán; el segundo lidera un grupo de milicias que se formó en Darfur. Antaño amigos, los generales Abdel Fatah al Burhan y Mohamed Hamdan Daglo se enfrentan ahora por el control del país.
Al Burhan es el dictador de Sudán desde el golpe de Estado de octubre de 2021. Nacido en Gandatu, un pueblo situado en el norte de Jartum, el general de 62 años se alzó como una de las pocas figuras que lograba consenso para liderar el país.
Excomandante del ejército durante el mandato del derrocado dictador Omar al Bashir, Al Burhan pensaba contar con la lealtad de su segundo, el general Mohamed Hamdan Daglo, conocido como “Hemedti”.
Ambos protagonizaron el golpe que puso fin a la transición de Sudán hacia un gobierno civil. Pero los dos bandos libran ahora encarnizados combates y se acusan mutuamente de la violencia.
Al Burhan es acusado por sus adversarios de ser un caballo de troya de los islamistas y caciques de la época de Al Bashir, que gobernó el país con mano de hierro durante 30 años. Tras la caída de Bashir en 2019, Al Burhan dirigió el Consejo Soberano junto a los partidos políticos para encaminar el país hacia la democracia.
Pero antes del golpe, el general, que pasó por las academias militares de Sudán, Egipto y Jordania, detuvo a casi todos los ministros y responsables civiles.
Al Burhan, padre de tres hijos, coordinó el envío de tropas sudaneses a Yemen, según los medios locales. También impulsó la normalización de las relaciones con Israel y mantiene buenos vínculos con el vecino Egipto.
En el Golfo, sin embargo, muchos observadores apuntan a que Daglo, su ahora enemigo, logró imponerse mejor.
Nacido en 1975 en una tribu árabe en la frontera con Chad, Daglo logró crear aliados en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita tras enviar a sus hombres a combatir en Libia o en la coalición militar liderada por Arabia Saudita en Yemen.
Actualmente cuenta con una ventaja de peso. Sus Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) creadas en 2013 e integradas al ejército regular, controlan numerosas minas de oro, recuerda el European Council on Foreign Relations. Y Estados Unidos asegura que cuentan con el apoyo de los paramilitares rusos del grupo Wagner.
A lo largo de los años, Hemedti se ha impuesto como un actor clave en el país. A inicios de los 2000, era apenas el jefe de una pequeña milicia del Oeste. Pero tras numerosas batallas, incursiones y otras atrocidades que le valieron al dictador Al Bashir acusaciones de crímenes de guerra, el general logró hacerse un hueco en la cima del poder.
Daglo dirigió las milicias Janjawid a las que Al Bashir ordenó aplicar la política de tierra quemada contra las minorías étnicas no árabes en Darfur en 2003.
En la época, “la élite de Jartum lo veía como un delincuente analfabeto y advenedizo al que armaron sólo para que hiciera el trabajo sucio de la guerra de Darfur”, declaró a AFP Alan Bosweel, investigador del International Crisis Group.
Cientos de miles de muertos después, Hemedti logró ampliar su esfera de influencia desde esta región, donde aún tiene sus cuarteles, hasta Jartum. Sus hombres, integrados en las RSF, intentan ahora arrebatar el poder al ejército.
Pero durante el golpe de 2021, Daglo ofreció su ayuda a Al Burhan. El hombre asegura ahora que ha cambiado y se alinea con los civiles para denunciar al ejército.
Desde hace meses, usa las redes sociales para dirigirse a los más jóvenes, en un país en el que dos tercios de la población tiene menos de 30 años.
Con información de AFP y EFE