Hola amigo! La denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández por maltrato físico y psicológico, es una bomba informativa que todavía no desplegó toda su onda expansiva. El caso está en manos de la justicia argentina, pero por ahora todo apunta a que lo denunciado sucedió. De hecho, Fernández está hace una semana encerrado en su apartamento de Puerto Madero, en Buenos Aires, viendo cómo nadie sale públicamente en su defensa. Todo muy triste.
A poco más de 7.000 km de distancia, en Caracas, Nicolás Maduro también está encerrado, pero en sus propios delirios. Ya pasaron dos semanas desde las elecciones y todavía no hay un dato, salvo la versión del régimen que dice que ganó con el 52% de los votos, contra el 43% del opositor Edmundo González Urrutia. ¿Pruebas? Ninguna.
La comunidad internacional le ha reclamado hasta el hartazgo las actas. Nada. Sigue sentado sobre las pruebas del fraude.
En lugar de blanquear los resultados, ocupa su tiempo imaginando un complot del “imperio”, golpes de Estado o ciberataques. Hasta bloqueó la red X acusando a Elon Musk de conspirar contra él, y llamó a sus seguidores a borrarse de WhatsApp porque junto a TikTok e Instagram sirven para la promoción de “odio”, “fascismo”, “división” y “amenazas”.
Eso sí, en la mente de Maduro las redes sociales son el enemigo mientras no sirvan a su propósito. En estos días habilitó una pestaña en la aplicación con la que el régimen gestiona los planes sociales, VenApp, para denunciar a los manifestantes que protestan contra su reelección. Antes de que la aplicación fuera bloqueada por Google y Apple, Maduro aseguró que “más de 5.000 amenazas” reportadas por esa vía fueron “atendidas”. La inquisición chavista.
Por otro lado, la coalición opositora que lidera María Corina Machado divulgó el 80% de las actas que revelan que González Urrutia recibió más del 60% de los votos. Muy creíble. Y más creíble aún luego de que el Centro Carter -que Maduro permitió que fuera observador de las elecciones-, concluyera que el proceso no había sido transparente, y que por lo tanto no podía reconocer los resultados divulgados por el tribunal electoral chavista. El Centro Carter también descartó el ciberataque que alegaba el régimen para no publicar las actas.
¿Qué pasará ahora? Lo único cierto en los últimos años en Venezuela ha sido la incertidumbre. Y en ese estado están las cosas, salvo algunos hechos que el fraude confirmó. El más importante: el régimen de Maduro es una dictadura. A los que hacían malabares para no admitirlo, ahora las excusas se les caen de las manos.
Además de no quedar como cómplices de un fraude, hay otra razón por la cual gobiernos como los de Brasil y Colombia están presionando para una salida a la crisis venezolana: el temor a una nueva ola migratoria. Como países vecinos, sobre todo Colombia, son de los primeros en recibir a los que parten al exilio. De los 8 millones de venezolanos que han emigrado en estos años, más de 6 millones están en la región, y de estos más de 3 millones en Colombia. ¿Está Petro dispuesto a mantener casi un Uruguay entero dentro de su país?
A estas alturas parece obvio que Maduro jamás rencocerá su derrota. Entonces, ¿es con él que hay que negociar o con la camarilla de militares que lo rodea?
El domingo 4 el director de la Redacción de El País, Martín Aguirre, publicó una entrevista a Tamara Taraciuk, referente sobre Venezuela para el centro de estudios Diálogo Interamericano. Taraciuk explicaba que a diferencia de Hugo Chávez, que era el poder real, con Maduro hay diversos grupos de poder dentro de Venezuela en los que los militares ocupan los principales puestos. “Lo que yo creo que es interesante ahora -decía la experta- es que se están aglutinando alrededor de Maduro los que no ven una salida y creen que lo único que les queda es aferrarse brutalmente al poder. Pero no son todos. Y el gran desafío ahora es que ahí sí hay una oportunidad. Con Maduro no se puede negociar. Maduro lo que va a hacer es comprar tiempo para quedarse en el poder. Lo que sí es interesante es abrir la oportunidad para que los que no son de ese grupito chiquito, puedan ver que hay un puente de plata hacia una transición democrática que les permita subsistir políticamente fuera de la cárcel”.
Por ahora los jefes militares se han negado a hablar con la oposición, al menos abiertamente. Pero, en la medida que cada vez sea más difícil sostener lo insostenible, quién dice que no pueda darse un cambio de 180 grados. Aunque Maduro siga con sus delirios.