Gabriel Di Nicola, La Nación/GDA
Martes. Faltaban pocos minutos para las 8.30, cuando el proveedor del café de especialidad Berni, situado en el casco histórico de San Isidro, estacionó su camioneta utilitaria y se bajó. Pero no caminó mucho. Rápidamente volvió sobres sus pasos. Escuchó unos ruidos. Algo que no sabía qué era le daba golpes al chasis. Volvió y tiró un par de patadas. El extraño sonido no se detenía. Entonces corrió el vehículo unos pocos metros y, después de descender, descubrió algo que le llamó la atención: una varilla de hierro sobresalía de entre los adoquines. Pronto se acercaron el personal de la confitería y otros comerciantes. Nadie entendía qué era lo que veían. Lo sabrían varias horas después, pero su curiosidad había sido el primer paso para frustrar lo que pudo haber sido un nuevo Robo del Siglo, un golpe de la modalidad boquetera en una entidad bancaria. En este caso una sucursal del Banco Macro.
El hallazgo de la varilla de hierro enroscada derivó en un descubrimiento de un túnel de, por lo menos, 150 metros de largo y 4,5 de profundidad, que comenzaba en un depósito situado en Chacabuco 561, donde tiempo atrás funcionó un taller de reparación de autos especializado en inyección, y terminaba debajo del Banco Macro situado en Chacabuco 444.
“El túnel fue encofrado en madera. Parte del trayecto tenía 1,20 metros de altura y se hacía difícil respirar por la falta de oxígeno”, dijo un detective que participa de la investigación.
Según pudo reconstruir La Nación de fuentes judiciales, policiales y municipales, anteayer, tras el hallazgo y como no pudieron sacar la varilla de entre los adoquines, los comerciantes de la zona decidieron doblarla para que ningún conductor se la llevara por delante. Después le pidieron al personal de seguridad del banco que colocara un cono naranja fluorescente para que quedara señalizado el lugar.
Un analista técnico revisó todas las alarmas y los sensores del banco y no encontró ninguna anomalía. Sin embargo, se comunicaron con personal de la comisaría 1a. de San Isidro para “dar aviso de lo sucedido”. A las 20, un patrullero de la policía bonaerense se estacionó en Chacabuco al 400 para vigilar en forma preventiva las proximidades del banco.
Ayer a la mañana, a las 8, hubo una comunicación con la Subsecretaría de Obras Públicas de la Municipalidad de San Isidro y poco después se decidió romper la calle y ver hasta dónde llegaba la varilla que había quedado clavada en los adoquines.
“Al comenzar a sacar la varilla se estableció que estaba conectada por tramos por un largo de aproximadamente tres metros. Entonces, se decidió excavar para ver hasta dónde llegaba el túnel”, sostuvo una fuente de la investigación.
La primera sospecha fue que el túnel podía conectar con una propiedad situada en la vereda de enfrente del banco, pero pronto esa hipótesis se descartó.
Después de más de 12 horas de trabajo, se descubrió que el túnel comenzaba en un galpón.
En el viejo taller, detectives de la policía bonaerense y personal de la Municipalidad de San Isidro hallaron colchones, que indicarían que la banda dormía en el lugar, y bolsas plásticas y de arpillera similares a las que utilizadas por los corralones para vender arena para obras en construcción, donde cargaban la tierra que sacaban a medida que hacían el pozo.
“Por lo menos, los delincuentes estuvieron un año cavando el túnel. Es algo nunca visto. Es una verdadera ‘obra de ingeniería’. Todo perfectamente calculado. Hasta tenía alfombra y una iluminación extraordinaria”, afirmó a La Nación una fuente de la investigación en plena inspección del galpón.
La investigación quedó a cargo de la fiscal Carolina Asprella y del fiscal general adjunto Patricio Ferrari, equipo coordinado por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, con la colaboración de personal de la Superintendencia de Seguridad Región AMBA Norte I y la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) local. Interviene el juez de Garantías Ricardo Costa.
“La planificación para hacer el túnel que tenía la intención de llegar hasta la sucursal del Banco Macro fue superior a la que llevaron adelante los delincuentes que protagonizaron el denominado Robo del Siglo [por el golpe ocurrido el 13 de enero de 2006 en la por entonces sucursal Acassuso del Banco Río donde un grupo de ladrones vació 145 cajas de seguridad y se llevó un botín millonario, estimado en 19 millones de dólares]”, dijo a La Nación una fuente de la investigación.
Los delincuentes que estuvieron detrás del Robo del Siglo, mientras la policía bonaerense rodeaba el banco situado en avenida del Libertador y Perú, escaparon en gomones motorizados, a través de un túnel que desembocó en la red del desagüe pluvial.
“Tenemos la buena noticia de qué gracias al trabajo en conjunto entre la policía bonaerense, la Fiscalía General de San Isidro y la Municipalidad se pudo desbaratar un intento de boquete para atentar, supuestamente, las cajas de seguridad del Banco Macro en pleno centro de San Isidro”, sostuvo el intendente Ramón Lanús en una publicación subida hoy a las 2 en sus redes sociales.
Desde que se encontró el túnel, los detectives policiales y judiciales analizan las cámaras de seguridad instaladas en las cercanías del galón donde la banda comenzó a hacer el túnel para intentar identificar a los delincuentes y vehículos que entraban y salían del depósito.
También comenzaron a tomarle declaración testimonial a vecinos y comerciantes, quienes comenzaron a contar que en los últimos días escucharon ruidos que no les parecían normales.
Entrada la madrugada, los investigadores policiales y judiciales todavía se preguntaban si el lugar elegido para dar el golpe no era un mensaje subliminal: vaciar cajas de seguridad a tan solo 150 metros del edificio de los Tribunales de San Isidro. No tenían dudas de que el robo iba a ocurrir durante el fin de semana.