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Primera santa uruguaya: Francisca Rubatto, fundadora de las Hermanas Capuchinas

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Las Hermanas Capuchinas celebraron ayer por lo alto el anuncio de Francisco, quien reconoció la obra de Ana María Rubatto. Foto: AFP
Nuns and believers celebrate as they follow on TV the canonization ceremony in the Vatican of Mother Francisca Rubatto (1844-1904) and nine other saints, at a chapel in Montevideo on May 15, 2022. - The 19th century Italian nun, Francisca Rubatto, becomes the first saint of Uruguay, the most secular country in Latin America. (Photo by Pablo PORCIUNCULA / AFP)
PABLO PORCIUNCULA/AFP fotos

UN HECHO HISTÓRICO

Ana María Rubatto fue proclamada este domingo por el papa Francisco ante una plaza de San Pedro abarrotada de fieles en una ceremonia emotiva.

Las Hermanas Capuchinas celebraron ayer por lo alto el anuncio de Francisco, quien reconoció la obra de Ana María Rubatto. Foto: AFP

Desde hacía varios meses se sabía que iba a ocurrir. La proclamación no fue un milagro, sino algo resuelto y justificado por la Iglesia Católica. Ayer, el papa Francisco proclamó a la primera santa uruguaya, Ana María Rubatto, también conocida como María Francisca de Jesús, fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas. Rubatto era italiana, pero hizo su obra y murió en Uruguay.

Nació en 1844 en Carmagnola (Piamonte) y partió en 1892 con cuatro hermanas de su congregación hacia América Latina para ofrecer su contribución en Uruguay, Argentina y Brasil. Finalmente se instaló en Montevideo, en el barrio Belvedere, donde creó un taller de costura que con el tiempo se convirtió en el Colegio San José de la Providencia. Falleció el 6 de agosto de 1904.

En la primera canonización en tres años, que marca el regreso al Vaticano de las grandes celebraciones, suspendidas a causa de la pandemia, Francisco estuvo ante una plaza de San Pedro abarrotada. Según informó la agencia EFE, había unos 60.000 fieles en esta emotiva ceremonia con el telón de fondo de la basílica, adornada con los tapices de los diez santos que fueron proclamados ayer.

Al final de su homilía, dedicada al amor como fuerza transformadora en la vida cotidiana siguiendo los pasos de Jesús, el sumo pontífice dedicó unas breves palabras a la labor evangelizadora de los nuevos santos.

“Nuestros compañeros de viaje, hoy canonizados, vivieron la santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación -de sacerdote, de consagrada, de laico-, descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron en un reflejo luminoso del Señor en la historia. Intentémoslo también nosotros”, dijo.

Pasos de la proclamación

Para que una persona sea beatificada es indispensable la realización de un milagro atribuido a la intercesión de Dios.

Ana María Rubatto fue beatificada por Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993 al comprobarse su primer milagro: la curación de un joven con septicemia en un hospital en Génova en 1939, 35 años después de la muerte de la monja. “Él ve una religiosa que se le acerca y le pasa la mano. Amanece curado. Cuando ve la imagen de Francisca dice que fue ella”, relató la hermana Nora Azanza, una religiosa capuchina que ha trabajado siete años en rastrear las obras y milagros de la primera santa de Uruguay.

En tanto, para ser proclamado santo por el Papa se necesita la aprobación de un segundo milagro. La Congregación para las Causas de los Santos requiere que haya sucedido en una fecha posterior a la beatificación.

Según se dice, por intercesión de Rubatto, un niño de 14 años del departamento de Colonia, diagnosticado con muerte cerebral como consecuencia de un accidente en moto, sobrevivió sin ningún daño físico.

Su legado en Uruguay

La hermana Azanza, del santuario de Belvedere, explicó que en la forma de vida de Francisca Rubatto “no hay nada extraordinario”, porque ella fue una mujer de costumbres muy sencillas.

“Vivió su feminidad y respondió en lo concreto de la vida con manos a la obra. Vivo el hecho de la canonización como un don de Dios al pueblo uruguayo y a la Iglesia. Ella amó mucho al Uruguay e incluso quiso quedarse aquí, por eso sus restos están en el santuario”, declaró Azanza al portal de la Iglesia Católica. Y agregó: “Me parece que fue muy oportuno el decreto de su canonización, que salió días antes de que se declarara la pandemia. Nosotras nunca cerramos el santuario y tenemos testimonios de verdaderos milagros. Lo siento como una providencia de Dios. Los teólogos dicen que la madre hizo extraordinario lo ordinario, y su vida es como una palabra de Dios para nuestro tiempo”.

La obra que desarrolló Rubatto en Uruguay actualmente tiene distintos matices según el lugar donde se encuentre. “Nuestro trabajo está enfocado en la educación, la salud y la promoción humana, por supuesto atravesado por un sentido de Dios. En Italia, donde se fundó, está especialmente desarrollada la parte asistencial. Esto es el cuidado a enfermos y el acompañamiento a los ancianos, pero también con mucho trabajo en las parroquias y con los jóvenes. En Argentina y Uruguay, que forman una región, se desarrolló mucho la pastoral educativa. En total -entre los dos países- tenemos once colegios, que educan con un sentido misionero a sus alumnos. También está presente la ayuda a las parroquias y un trabajo social hacia los más pobres”, explicó Azanza.

Esta hermana tiene su propia historia. En marzo de 2010, se le diagnosticó cáncer de útero con metástasis en los pulmones y huesos. El médico le dijo que era “casi imposible” que lograra una remisión a pesar de los tratamientos. “Le recé solo a ella. En septiembre estaba limpia y me conservé limpia. Los pulmones quedaron limpios como los de un niño. Tengo la certeza (de que fue un milagro); uno lo siente”, relató a El País.

Su legado en tres países

Ana María Rubatto no se ordenó religiosa hasta los 40 años y, en realidad, tuvieron que convencerla para dar ese paso, aunque se había consagrado a Dios desde muy joven. También conocida como Francisca de Jesús, fundó 11 colegios y 20 casas entre Argentina, Italia y Uruguay. Las Hermanas Capuchinas no han podido superar ese “récord” luego de su muerte.

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