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El último jaque mate en 18 de Julio y Convención

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Tres son los minutos que duran las partidas. Foto: Francisco Flores

AJEDREZ EN LA PRINCIPAL AVENIDA

El dueño del puesto de diarios y revistas en el que se juega ajedrez desde 1978 se jubilará en mayo.

Tres son los minutos que duran las partidas. Foto: Francisco Flores
Carlos Ferrari es el dueño del kiosco "Los gurises del ajedrez" en 18 de julio.

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El dueño del puesto de revistas de 18 de Julio y Convención se jubila. Y con él también lo hace su tablero de ajedrez: aquel con el que cientos de personas en las últimas cuatro décadas interrumpían sus rutinas para jugar una partida. Tras el enésimo juego, Carlos Ferrari dirá adiós.

Este hombre de 74 años, vende diarios y revistas en 18 de Julio y Convención desde 1978. En los tiempos muertos, juega al ajedrez. Sin embargo, dejará de hacerlo para dedicarse a cuidar a su nieto. En su lugar quedará una persona que solo se dedicará a la tarea del puesto. La mesa y la tabla se irán.

A lo largo de estas cuatro décadas "ha pasado gente de todos los niveles", cuenta Carlos orgulloso. Desde personas que dan sus primeros pasos en este deporte hasta el búlgaro Veselin Topalov, campeón mundial en 2005, quien en 2013 llegó al país y quería conocer un lugar tradicional en el que se jugara.

Vendedores ambulantes, contadores, empresarios, fotógrafos, actores. "Acá juega cualquiera", añade Ferrari. El único requisito es golpear la mesa. Si bien son muchos "anónimos" que están de paso y se someten al desafío, la actividad provocó una comunidad de jugadores con los que se juntan a comer. Muchos de ellos lo han abandonado, pero existe un grupo que más o menos se mantiene y que aporta dinero para los relojes, las piezas y la mesa.

Los jugadores más "fieles" tienen llaves del puesto. "Muchos se quedan toda la tarde y hubo algunos que lo han hecho ¡toda la noche! A veces vengo de mañana y todavía están jugando", comenta Ferrari.

En otros casos, los ha "erradicado" porque no han tenido buenos comportamientos a la hora de jugar.

Reglas y público.

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El método elegido es el ping-pong: cada uno tiene tres minutos. Sin dinero de por medio, y solo por el afán de divertirse y perfeccionarse en la disciplina, la satisfacción es perdurar lo más posible. Antes, el lapso era de cinco minutos, pero había tanta gente esperando para jugar que decidieron disminuirla a tres. "Mucha gente salía de almorzar, tenía que esperar mucho y tenía poco tiempo para volver a trabajar", relata Ferrari.

Los jugadores que han pasado por allí aseguran que el desafío es lograr la mayor concentración. Claro: las bocinas de los autos, los arranques de los ómnibus, sumados a los cientos de personas que por hora pasan por ese lugar requiere una atención mayor para no perder la partida. Si llueve, las partidas se suspenden.

Hay momentos que la esquina recibe numerosos espectadores. Y los ha tenido desde las más altas esferas de la política: "Acá ha venido (elexpresidente de Venezuela) Hugo Chávez, ha venido José Mujica. Varios políticos", dice orgulloso Ferreri. También lo hizo el fallecido escritor Mario Benedetti y también Dolly Onetti, la esposa del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. "Se pasa horas mirando", indica Carlos, uno de los más asiduos del lugar.

De ayuda.

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Ferrari cree que en Uruguay se juega más al ajedrez que antes. "Se ha difundido en los colegios. Aunque hay muchos menos clubes que antes", indica.

Carlos no recuerda si tiene más triunfos que derrotas. Pero lo más importante es lo que ha generado en su vida. "A mí me ha ayudado mucho. Es una forma de razonar", asegura.

"Los gurises del ajedrez", el nombre del puesto, va teniendo sus últimas partidas. Sus jugadores más habituales lo saben y sugieren poner un cartel: "Carlitos no se va". Pero su dueño ya sabe que la vida del lugar ya tiene más cerca su último jaque mate.

Pidieron a la IMM un sitio para jugar

Carlos Ferreri realizó un pedido a la Intendencia de Montevideo para que les permitieran instalar una mesa mejor acondicionada al lado del puesto de diarios y revistas. Sin embargo, desde la comuna se lo negaron. "Queríamos una especie de cabina, pero no tuvo eco", señala. Hasta ahora lo hacían frente al puesto, con una mesa adquirida por los propios jugadores que día a día asisten al lugar.

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