LA MODA Y EL MERCADO
Bajan las cortinas y liquidan todo ante los cambios en la forma de vestir.
Cuenca Casimires, la tienda de ropa que supo vestir a todos los presidentes desde la restauración democrática a la fecha, cerrará este año su última sucursal. Los hermanos Moisés y Roberto Cuenca observan un cambio en la forma de vestir de los uruguayos.
Liquidación. Se va todo. Se va todo, se lee en el frente del local de Colonia y Convención, cuyo cierre está previsto en el correr de los próximos meses.
El comercio, fundado en 1923, ha tenido la participación de cuatro generaciones. Los hermanos que hoy están al mando ven que el ciclo está cumplido. Uno de los motivos es el "reloj biológico". "A mí me da tristeza cerrar. Es una pena. Pero uno tiene que ser realista, no es eterno", comentó Roberto.
Para Moisés, exdirigente de Peñarol en la década del 70, el cierre representa una "profunda tristeza". A sus 78 años se siente con la fuerza física para seguir trabajando, pero esta decisión cree que es la mejor.
El cierre también significa que el legado familiar no puede continuar. "Nuestros hijos están en otra cosa. Hay que ser realista", comentó Moisés.
En su casi siglo de vida, Cuenca Casimires tuvo seis locales: cuatro en Montevideo y dos en Punta del Este. "Siento una profunda alegría y satisfacción por todos los momentos vividos en la empresa", comentó uno de sus directores. Entre los más memorables fue haber abierto locales en los shoppings Montevideo y Punta Carretas.
La historia.
El icónico comercio fue fundado en la calle Rincón, en el corazón de la Ciudad Vieja. Un inmigrante europeo fundó una de las tiendas más importante del país. La importación de productos de marca de Inglaterra los consolidó como un negocio de referencia para la sociedad a lo largo de este siglo.
Ambos han pasado por todos los eslabones del negocio. En vacaciones, David Cuenca, el padre de ambos, lo mandaba a Moisés a trabajar en una tienda ubicada en 18 y Yi. "A mí me mandaba a cobrar a los sastres. La escalera se subió por peldaños", agregó Roberto entre risas.
Los locales, cuyo estilo inglés intentaron mantener en todos los locales, se convertían en museos: a David Cuenca le fascinaban las pinturas de autores nacionales. Había obras de Carmelo de Arzadun, Augusto Torres y José Cúneo.
Anécdotas.
A lo largo de los 95 años de vida, las más altas personalidades políticas del país, como presidentes y ministros, han elegido vestirse en este lugar. Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y Tabaré Vázquez han comprado en Cuenca. "Líber Seregni también lo hizo", acotó Roberto.
En algunos casos, en persona, y en otros a través de sus esposas. Por ejemplo, María Auxiliadora Delgado visitó uno de los locales de las tiendas de los shoppings para adquirir un traje para su marido.
Roberto recordó cuando Luis Alberto Lacalle visitó la tienda de Ciudad Vieja en su época de presidente.
"Llegó un lunes a las 8:30. Nosotros abríamos a las 9.00", contó Roberto. La mujer que limpiaba la tienda escuchó que una persona golpeaba la puerta y le dijo que estaba cerrado. No se percató que era el principal mandatario".
Roberto, que estaba en el entrepiso, vio por la ventana quién era el cliente ansioso. "¡Ábrale que es el presidente!", le dijo Roberto a la mujer.
"Necesito comprar un casimir inglés porque viene Menem y tengo que regalarle algo", pidió entonces el presidente.
"Se ha perdido el gusto por el buen vestir", opinó el dueño
A partir de la década de 1970 los empresarios empiezan a encontrar cambios sustanciales en la forma de vestir. El hombre adoptó un estilo más descontracturado en el color del traje (azul y gris) para incorporar nuevos tonos y diseños. En las décadas sucesivas los cambios fueron más abruptos y la vestimenta formal dejó de ser tan común.
Uruguay tenía entre 200 y 300 artesanos de medida, según cuenta el libro "Gabriel Muto: el sastre de los presidentes". Se calcula que la cantidad de sastres de confección era mucho mayor. Uno de los lugares más icónicos donde se vendía era London-París, que llegó a tener 150 sastres, de los cuales unos 40 eran cortadores. En total, había 1.100 empleados en planilla en ese lugar.
"Entre otros valores que se han perdido en la sociedad, vemos que se ha perdido el gusto por el buen vestir. Acá venía gente de todas las clases sociales: desde el más humilde hasta el más encumbrado. Y se vestían de forma prolija y formal. Hoy lamentablemente eso se perdió", opinó Moisés Cuenca, quien no recuerda, al igual que su hermano, otra forma de vestirse en su vida laboral.