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Aniversario del Graf Spee, resumen final: una batalla y un acorazado en la historia

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Miembros de la tripulación del Graf Spee. Foto: Archivo El País

URUGUAY EN LA GUERRA MUNDIAL

Fue el primer triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial y la última batalla naval clásica, con participación únicamente de unidades de superficie.

El Graf Spee ardió durante varios días luego de las explosiones dispuestas por su capitán, Hans Langsdorff, el 17 de diciembre de 1939. Pese a ello, la parte superior de su estructura siguió asomando durante algún tiempo sobre las aguas del Río de la Plata.

u201cLas noticias llegadas desde Montevideo han sido recibidas con agrado en la Gran Bretaña y con franca satisfacción en la mayor parte del mundou201d, afirmó el 18 de diciembre en su audición radial Winston Churchill, por entonces primer lord del Almirantazgo, desde 1940 primer ministro.

Adolf Hitler sostuvo ese día una reunión de dos horas con sus principales allegados para analizar el episodio. No hubo comentarios. Pero luego el alto mando naval ordenó que cada unidad debía u201ccombatir hasta la muerteu201d.

La prensa alemana criticó a Uruguay por u201csometerse a la presión británicau201d y por cometer u201cun acto inamistoso contra el Reichu201d.

El contraalmirante Henry Harwood, comandante del grupo británico victorioso en la Batalla del Río de la Plata, visitó Uruguay el 3 de enero de 1940. Junto a los otros responsables de los barcos participantes se reunió con las autoridades uruguayas para agradecer su papel en el episodio.

En febrero de 1940, la legación alemana en Montevideo vendió los restos del barco a un particular, Julio Vega Helguera, que resultó ser testaferro de Gran Bretaña. En una operación no informada al gobierno uruguayo, los ingleses enviaron un especialista para inspeccionar el pecio, con el objetivo de acceder a algunos de sus avances técnicos. No pudieron encontrar nada que sirviera.

El buque Tacoma quedó internado en el puerto de Montevideo. Tras el hundimiento del carguero Montevideo por un submarino alemán en marzo de 1942, el gobierno uruguayo decidió incautarlo e incorporarlo a la marina mercante nacional. En 1973, cuando ya no estaba en condiciones de navegar, fue convertido en cárcel flotante, amarrado en el puerto. En la década de 1980 fue vendido a un particular y posteriormente desguazado.

Un grupo de alrededor de 90 marinos alemanes del Graf Spee y del Tacoma quedaron en Uruguay tras el episodio. Durante un tiempo permanecieron en libertad, aunque sometidos a vigilancia. En 1940 fueron internados en la Isla de Flores y después en una casa quinta de Montevideo. Cuando en 1945 Uruguay le declaró la guerra a Alemania, fueron llevados a un destacamento militar de Sarandí del Yí. Algunos de ellos, ya en libertad, se casaron en Uruguay, donde continuaron su vida hasta el día de su muerte.

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La empresa Regusci & Voulminot, que había rechazado reparar al Spee en diciembre de 1939, fue contratada en 1940 para su desguace. En abril de 1941, tres buzos británicos que trabajaban en la tarea quedaron atrapados en el casco al cerrarse una compuerta. Uno murió en el lugar y otro en el Hospital Británico.

El paso del tiempo fue escorando al Spee, al tiempo que el casco se hundía en el barro del Río de la Plata hasta desaparecer paulatinamente de la vista. Lo último que sobresalió de las aguas fueron la torre de combate y la chimenea, muy escoradas. La popa se había desprendido del resto del barco con la voladura de 1939 y giró unos 120 grados al hundirse.

El 18 de enero de 1943, una imprevista tormenta hundió una grúa de la Administración Nacional de Puertos que trabajaba en la extracción de materiales del barco alemán. Murieron 16 de sus 19 tripulantes.

El Exeter, el crucero pesado inglés dañado por el Spee durante la Batalla del Río de la Plata, fue reparado y volvió a combatir. Fue hundido por barcos japoneses en el mar de Java, en febrero de 1942.

La torre de combate y la chimenea del Spee, últimos vestigios a la vista hacia 1940. Foto: Archivo El País
La torre de combate y la chimenea del Spee, últimos vestigios a la vista hacia 1940. Foto: Archivo El País

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El crucero liviano Ajax fue enviado a Uruguay y Argentina al finalizar la guerra para llevar a Alemania a tripulantes del Spee. Fue desguazado en 1949.

El otro crucero liviano que participó en la batalla, el Achilles, siguió combatiendo en el Atlántico y el Pacífico. Tras el fin de la guerra fue vendido a la India y rebautizado Dehli. Fue desguazado en 1978.

En marzo de 1997, el arqueólogo marino Héctor Bado coordinó el rescate de uno de los cañones del Spee, de 150 mm. Fue reparado y puesto en exhibición en el Museo Naval en Montevideo.

En febrero de 2003 Bado también extrajo el telémetro del barco, un instrumento óptico de 27 toneladas que se usaba para medir la distancia del blanco y ajustar el tiro de los cañones.

En febrero de 2006 fue retirada de las aguas un águila de bronce que adornaba la popa del buque. Se trata de una figura de dos metros de altura, dos metros ochenta entre la punta de las alas y 400 kg de peso, con una corona de roble y una esvástica. El destino de este emblema fue motivo de un litigio entre el Estado uruguayo y los permisarios del rescate, Alfredo y Felipe Etchegaray y los familiares de Bado, responsable de la operación, fallecido en 2017. Si bien la Justicia dictaminó que el águila debe venderse, sigue hoy en una dependencia de la Armada en el Cerro.

con el Cerro de Montevideo de fondo, el águila del Graf Spee vuelve a ver la luz del día en 2006. Foto: Archivo El País
Con el Cerro de Montevideo de fondo, el águila del Graf Spee vuelve a ver la luz del día en 2006. Foto: Alfredo Etchegaray

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El alemán Hans Eubel, último sobreviviente del Spee en Uruguay, falleció el 14 de septiembre de 2017 en Punta del Este. Tenía 101 años.

Lo que resta del Graf Spee se halla sumergido y semienterrado en el barro del fondo del Plata a cuatro millas náuticas (algo menos de ocho kilómetros) del puerto de Montevideo, frente a Punta Yeguas, en las coordenadas 34° 58 latitud Sur y 56° 17 longitud Oeste.

El suicidio del capitán Langsdorff
El capitán Langsdorff (con una mano dentro del saco) camina con sus oficiales por el puerto de Montevideo. Foto: Archivo El País

En la madrugada del miércoles 20 de diciembre de 1939, en su habitación del Arsenal Naval de Buenos Aires, el capitán Hans Langsdorff redactó una carta a su esposa, otra a sus padres y una tercera para las autoridades alemanas. Después se acostó sobre la bandera de la Kriegsmarine desplegada en el suelo y se pegó un tiro en la cabeza.

u201cLuego de una larga lucha interior llegué a la grave decisión de echar a pique el acorazado Graf Spee para evitar que cayera en manos anemigasu201d, escribió.

u201cEra evidente que esta decisión mía podría ser malinterpretada, ya fuera intencional o inconscientemente, por personas ajenas a mis motivos, y atribuirlas en parte o por completo, a motivos personales, por lo tanto decidí desde un principio sufrir las consecuencias que esta decisión llevara implicadas, puesto que un capitán con sentido del honor no puede separar su propio destino del barcou201d, añadió.

Indicó además: u201c...no puedo hacer nada más por la tripulación de mi barco (...) Tampoco podré tomar parte activa en el conflicto actual de mi patria. Ahora solo puedo probar con mi muerte que los soldados del Tercer Reich están dispuestos a morir por el honor de su bandera (...) Iré al encuentro de mi destino con inquebranteble fe por la causa y el futuro de la patria de mi Führer (...)u201d

Desde el momento en que decidió hacer volar al Spee, Langsdorff sabía que solo le restaba el suicidio para preservar su honor de marino. Esperó para ejecutarlo hasta comprobar que su tripulación se encontrara a salvo. Historiadores aseguran que incluso pensó hundirse con su barco, pero fue disuadido en el último instante.

El cadáver de Langsdorff fue hallado la mañana siguiente por el teniente Dietrich.

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Memorias de una batalla naval
Una recreación de la batalla en la que participó el Graf Spee frente a la costa uruguaya. Foto: Archivo El País

La batalla del Río de la Plata fue un combate relativamente menor en cuanto al número de unidades participantes, sobre todo comparada con las que tendrían lugar años más tarde durante la Guerra del Pacífico, por ejemplo. Pero fue el primer triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial. Y a la vez representó la última batalla naval u201cclásicau201d, entablada solo entre unidades de superficie, sin participación de aviones y submarinos.

Se trató además del único episodio de esa guerra ocurrido en América del Sur. Y por todo lo que lo rodeó, desde un barco que pese a ser el perdedor quedó en la leyenda hasta la u201cguerra diplomáticau201d, fue también un episodio singularísimo.

De allí su amplia repercusión en todo el mundo. Y después apasionó a historiadores locales, americanos y europeos, todos a la espera de la aparición de algún nuevo documento que termine de explicar las decisiones y acciones de sus protagonistas.

A las decenas de libros publicados, es preciso añadir la película británica de 1956 The Batlle of the River Plate, que se exhibió en cines y la televisión uruguaya y ahora está disponible en YouTube.

A los uruguayos siempre les sorprendió la visión de los realizadores sobre el Montevideo de 1939. Pese a que se ofrecen escenas de la ciudad y hasta se leen diarios locales, uno de los centros de la trama es una especie de bar tropical en la playa Pocitos, con rumba, prostitutas y un personaje más cercano a un cowboy que a un gaucho.

El interés por la Batalla del Río de la Plata y sobre todo por el Graf Spee renació en los últimos años, a partir del rescate de algunas de sus piezas, lo cual motivó informes en cadenas internacionales de televisión.

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A 80 años, la batalla como si fuera hoy

Esta serie de notas, iniciada el viernes 13 y culminada hoy, buscó seguir un juego periodístico: repasar los principales episodios de la Batalla del Río de la Plata y de su principal protagonista, el Admiral Graf Spee, como si se tratara de la noticia de cada día, desde el combate hasta el estallido del buque alemán.

Obviamente, se han añadido detalles que no estaban al alcance de los periodistas de 1939, pero que enriquecen el relato, respetando la cronología de los hechos. Existen puntos que despiertan discrepancias entre los investigadores históricos: esta serie no pretende definir la verdad en esos puntos sino acercar el episodio al público de una manera original y con enfoque periodístico.

El autor debe agradecer especialmente la colaboración de Daniel Acosta y Lara, investigador del tema y autor, junto a Federico Leicht, del libro Graf Spee. De Wilhemshaven al Río de la Plata, fuente principal de estos artículos. También se recurrió a los libros El Graf Spee en el tiempo, de Fernando Klein y El Graf Spee en la trampa de Montevideo, de Alejandro Bertocchi Morán, así como a la prensa de la época.

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