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Ricardo Bernardi: “De esta pandemia no salimos mejores, sino iguales”

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Ricardo Bernardi. Foto: Darwin Borrelli.
Darwin Borrelli

ENTREVISTA

El psiquiatra y exintegrante del GACH dijo: "Lo que tal vez quedó más asentado es el valor de la ciencia, que los científicos pueden ser útiles”.

Cuando un virus 400 veces más pequeño que el grosor de un cabello paralizó la humanidad y las discusiones se centraron en la salud física, el psiquiatra Ricardo Bernardi, integrante de la Academia Nacional de Medicina y del GACH, insistió con que debían medirse las consecuencias en el comportamiento. Dos años después, dice que los uruguayos olvidaron las más de 7.000 muertes con covid-19 y que la politización ignoró las “preguntas claves”.

-Mañana se cumplen dos años del reporte de la primera muerte con covid-19 en Uruguay. ¿Hemos tomado consciencia del nivel de fallecimientos?

-No. Uruguay no se ve así mismo con su imagen real.

-¿Por qué? ¿Es un blindaje mental?

-Sí. Es tocar un tema que se polariza y politiza al instante, cuando no debería serlo.

-¿Transitamos el duelo de los más de 7.000 muertos con covid-19?

-No. Transitamos más el olvido que el duelo. No queremos pensar en ello.

-¿La “polarización” y la “politización” son el resultado de construcciones mentales más profundas?

-La polarización es un fenómeno que muestra la etapa en la que está la humanidad en madurez mental. La salud mental es la capacidad de poder pensar lo desagradable y sopesar opciones acorde a evidencias. Uruguay fue bastante ejemplo sobre el discurso en base a evidencias, ni que hablar si se compara con las “recomendaciones” que hizo el entonces presidente de Estados Unidos o su par brasileño en la pandemia. Las evidencias conducen a poder pensar lo desagradable. (Sigmund) Freud explicaba que existen el principio del placer y el principio de realidad, y que nos gusta pensar más en el placer que la realidad que tiene cosas desagradables.

-Usted dice que la polarización es consecuencia de la etapa evolutiva de nuestra mente, pero ¿qué consecuencias trae sobre nuestra mente la existencia de la polarización?

-Las modas, las drogas y los discursos polarizados en redes sociales tienen un común denominador: producen un rayo de excitación. Eso atrapa, produce sesgos, y luego el acostumbramiento. Es lo que empieza a pasar con nuestra mirada sobre la guerra en Ucrania: pasamos del horror al conteo casi mecánico sobre si se destruyó otra ciudad.

-Cuando comenzó la pandemiay había quienes compartían música desde sus balcones se decía que “de esta saldríamos mejores”. ¿Cómo estamos saliendo?

-Salimos como entramos, pero no mejores. Los procesos evolutivos demoran siglos. ¿Aprendimos? Lo que tal vez quedó más asentado es el valor de la ciencia, la idea de que los científicos pueden ser útiles para el colectivo.

-¿Todo tiempo pasado fue mejor?

-No. Hace un siglo y monedas existía la esclavitud. Algo cambió en la sensibilidad social. En otras cosas tendemos a ilusionarnos con facilismo. El historiador Yuval Harari dijo la otra vez que tras el optimismo de un período sin guerras entre potencias, la invasión a Ucrania demostró que la humanidad tropieza una y otra vez con la misma piedra.

Ricardo Bernardi. Foto: Darwin Borrelli.
Ricardo Bernardi. Foto: Darwin Borrelli.

-Harari decía que al siglo XX se caracterizó por el ordenamiento de tres grandes “ismos”: el fascismo, el comunismo y el liberalismo. Ahora asistimos a una ausencia de grandes “ismos”. ¿Esa es una oportunidad o un problema para la salud mental?

-Es verdad que a los grandes “ismos” los miramos con escepticismo. La duda es si eso lo sustituimos con pensamiento crítico o con fanatismos de “micro-ismos”. Cualquiera que hubiese mirado con pensamiento crítico el comunismo del final de Stalin se hubiese espantado por las barbaridades que encontraba. Esa capacidad crítica se pierde con los “ismos”, y ahora están renaciendo los discursos de odio asociados a cualquier causa. Hasta un club de fútbol se convierte en la causa para matar a alguien de otro bando. O las pandillas de un barrio que matan a los de otro, eso viene del fondo del origen de la humanidad y no lo hemos superado.

-¿Los que hoy no están habilitados para votar, léase los niños y adolescentes, ¿son los más afectados por la pandemia?

-Sí. Es muy difícil cuantificar la afectación, pero no cabe duda de que esta emergencia fue un trance muy difícil para la niñez y la adolescencia.

-¿En qué se nota?

-Hay incrementos de estados de alteración mental severos, suicidios, drogas y maltrato que en Uruguay, como en otros países, se han constatado. Da la impresión, al menos así lo indica la evidencia, de que esas afectaciones parecieran estar más relacionadas al aislamiento, la incertidumbre laboral y la crisis económica más allá de lo meramente sanitario. A los niños se les cortó la vida normal en un momento en que la vida normal es la que construye la trama psíquica de la persona. En Japón se describió un síndrome psíquico de jóvenes que no quieren salir más de sus casas o quitarse el tapabocas. Una especie de tendencia a la auto reclusión. Dicen que en Uruguay ya hay casos.

-A iniciativa del GACH se creó un observatorio de comportamiento, ¿qué observaron?

-Elaboramos cuestionarios para estudiar el malestar psíquico de la población, eso que en inglés se traduce como distress y refiere al sufrimiento, la angustia, la ansiedad y que son indicadores de la válvula de presión sobre la sociedad. Se aplicó antes del pico de la pandemia, en el pico y después. Eso arrojó cifras elevadas, no muy distintas a otros países, y que no se modificó en los distintos momentos de la pandemia ni ante el incremento de las muertes. Eso se puede concluir por tener datos y sostener la recopilación de datos en el tiempo.

Enfermera realizando test de covid-19. Foto: AFP
Enfermera realizando test de covid-19. Foto: AFP

-Los datos del Ministerio del Interior muestran que 2021 acabó con récord de suicidios, ¿era esperable?

-La previsión era que durante la pandemia no hubiese un aumento significativo o incluso bajaran los suicidios, y a posteriori que hubiera un rebote.

-¿Por qué Uruguay tiene una de las tasas más altas de suicidio?

-No lo sé. En psiquiatría el suicidio es un término reciente y no se trata de una enfermedad. Matarse a sí mismo puede estar vinculado a causas bien diferentes. Por suerte Uruguay está avanzando en la discusión de la eutanasia y quién decide el final de la vida. Es una pregunta clave. Pero la persona que define el final de su vida, ¿por qué lo hace? ¿Es lo mismo el suicidio de Baltasar Brum, de Cleopatra y de Horacio Quiroga?

-¿Hay algo que sí se podría hacer para enfrentar el problema?

-Por un lado hay que tener datos al día. Es curioso: en Uruguay existe la historia clínica electrónica y podríamos ir viendo los datos de ayer. Estamos acabando marzo y todavía no se hicieron públicos por el Ministerio (de Salud) los datos de 2021. Si los datos no son públicos, si están en un cajón, es como si no existiesen. ¿Por qué no hay transparencia? Por otro lado, una colega uruguaya que reside en Australia me contaba que allí tienen un sistema ideado para que cualquier persona que tiene una idea suicida (por ejemplo que llama a la Línea Vida) o una persona que intentó suicidarse pasa de inmediato a un tratamiento de alta intensidad. Se involucra a los contactos sociales, si hubiere, se hace seguimiento, va a la historia clínica, pasa al instante al prestador de salud, etc. Es como si fuera un “CTI mental”. En Uruguay una llamada a la Línea Vida no va siquiera a la historia del paciente y se da pase a la policlínica para cuando haya agenda disponible. Es un disparate.

-El jueves, en una conferencia en la que participaron dos de los coordinadores del GACH, se concluyó que los países (en general) llevaron de buena manera el primer año de pandemia, pero al segundo se volvió barranca abajo y las medidas de mitigación se politizaron. ¿Coincide?

-Es así. No es solo la politización, sino la dificultad para sostener en el tiempo una situación desfavorable. Hay un desgaste y la capacidad de resiliencia empieza a fallar. ¿Cómo empieza a fallar? Nos agarramos unos con otros y se polarizan los discursos. Tanto es así que, en la experiencia uruguaya, hay preguntas claves que no nos pudimos hacer como sociedad.

Fernando Paganini, Henry Cohen y Rafael Radi, los coordinadores del GACH en Torre Ejecutiva. Foto: Juan Manuel Ramos.
Fernando Paganini, Henry Cohen y Rafael Radi, los coordinadores del GACH en Torre Ejecutiva. Foto: Juan Manuel Ramos.

-¿Por ejemplo?

-Uruguay tuvo un año sin excesos de muertes. De golpe, de febrero a julio, pasamos de 140 a 1.700 muertos por millón de habitantes. Eso nos colocó entre los países del rango medio-alto de muertes con covid-19 en relación al tamaño de su población. Lo que recomendó en su momento el GACH no se cumplió. ¿Por qué no se hizo? ¿Por qué la consciencia social nos llevó a ignorar el mensaje de “blindemos abril”? Esas preguntas nunca se respondieron y pareciera que existe temor de hacérselas. Australia es un continente y tuvo menos muertes en total, ni siquiera en relación a la población, que Uruguay. China tuvo menos muertos…

-¿Puede que esa misma consciencia social diga “nosotros no queremos ser China”?

-Puede, la pregunta es si podemos porque la biología humana es la misma acá y en la China. Es decir: en Uruguay hubo una actitud razonablemente responsable en un marco de libertad, pero con cierta negación de los aspectos desfavorables y cierta falta de consciencia del estado sanitario. Uruguay tuvo una muy buena campaña de vacunación, pero esa no es la única medida. No es que haya que siempre aplicar las mismas medidas, no hay un talle único y el traje tiene que ser a medida, pero sí es necesario pensar (sobre todo ahora) qué hubiese pasado si…

“En el país hay tendencia al facilismo”

-En 2021 se dio un hecho inaudito: se registraron más fallecimientos que nacidos vivos. ¿Qué dice eso de los uruguayos?

-César Aguiar, quien fuera figura relevante en las ciencias sociales de Uruguay, decía que los países que tenían un vacío hacia su interior tendían a ser ocupados por otros. No lo decía en el término militar, no en la idea de Rusia invadiendo a Ucrania, sino que conceptualmente la capacidad productiva, simbólica, la capacidad de la sociedad de organizarse. En Uruguay está habiendo una tendencia al facilismo, pero la vida no es fácil. En Uruguay a veces se piensa que si la vida no es fácil es porque ese alguien se equivocó. Nunca pensamos que la vida es difícil.

-Un riesgo de las sociedades envejecidas es la soledad, ¿estamos preparados?

-Puede que no.

-Respecto a lo difícil de la vida: el jueves, tras la clasificación al Mundial, el presidente Luis Lacalle Pou dijo que los uruguayos “merecemos la alegría”. ¿Es un merecimiento?

-El merecimiento siempre es discutible. Los uruguayos vamos a decir que nos lo merecemos y los peruanos dirán que ellos se merecían que se hubiese computado el gol de la jugada dudosa. El desafío mental es asumir si la pelota entró o no en base a la evidencia y no a las emociones.

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