En Uruguay, a medida que pasan los años, va disminuyendo el vínculo o cercanía con los partidos. Así lo marcan las series históricas de consultas a la población. Pero también se debe advertir que es una tendencia que se repite en varias partes del mundo. Ahora bien, ¿qué pasa con los jóvenes? Para entender qué piensan, es necesario contextualizarlos en la época que les tocó vivir. Aunque son el sector de la población más alejada del sistema político y sus formas de participación distan de las generaciones anteriores, sus preocupaciones van en la misma línea que los adultos de la sociedad, si bien suman algunas más en comparación al resto.

La generación millenial -nacidos hasta el año 2000- siempre se recuerda como la última que vivió el mundo analógico, que se caracteriza por la búsqueda de una mayor flexibilidad en el plano laboral y el deseo de un mayor equilibrio entre el trabajo y el plano personal. Así lo explicó el politólogo Mauro Casa, quien recordó que, a nivel local, los jóvenes tienen “problemas serios” como la deserción escolar, precarización laboral, y dificultad para acceso a la vivienda. Además de que tiene los “mayores niveles de pobreza y desempleo” en el país.

¿Pero cuánto les importa la política? Los jóvenes están interesados en un “sentido más amplio” y “no necesariamente o exclusivamente por la política partidaria”, indicó a El País el director de Equipos Consultores, Ignacio Zuasnabar. En ese sentido, contó que ese sector de la población ve como “motivación” la “lucha por causas sociales, por el bien común y por el bien público”. En tal sentido, señaló que, aunque en “Uruguay todo es más partidizado que en otros lugares del mundo”, la juventud está “menos partidizada que generaciones anteriores”.

Por su parte, el politólogo Casa señaló que son “más bien pocos los jóvenes interesados en política, y son menos aún los que presentan confianza en las instituciones políticas”. También marcó que hay temas que se asocian a la juventud -y “es verdad que los han puesto en agenda”- como el cuidado del medio ambiente, el género o el animalismo. Pero es un “error” pensar que son sus principales preocupaciones porque sus inquietudes “coinciden con el resto de la población”, ya que padecen los “mismos problemas” pero “agudizados”, comentó.

La directora de Cifra, Mariana Pomiés, coincidió en la pérdida de interés en la política de la población. De acuerdo a la última medición de la consultora, ante la pregunta a las personas si tienen un sentimiento de cercanía a algún partido político, mientras que la mitad de la población mayor a 60 años y casi la mitad mayor a 45 respondieron que sí, en los menores de 30 años solo el 38% dio una respuesta afirmativa.

No significa que esos porcentajes de la población militen pero sí marcan la inclinación por la política de los diferentes grupos etarios ya que, en Uruguay, los partidos son “muy fuertes”, explicó la directora de la consultora.

De otro lado, contó que los jóvenes marcaron un “alejamiento de las formas de participación más tradicionales” (como ir a las reuniones en los partidos o a los actos), y las sustituyeron por nuevas formas de sentirse parte o interactuar. Para este sector de la población, participar a través de las redes sociales es leído como una forma válida de estar presente pero, a la vista de los adultos, esa modalidad es considerada una “falta de participación”.

Pomiés explicó que la doble lectura sobre el rol de la participación online no solo se da en la política. “A los adultos nos está costando entender o creer que también están en la causa. Hay dificultad de diálogo entre generaciones (…) La discusión es ¿eso también es ser parte? No quiero decir ni que sí ni que no. Aunque, de esa forma, se tiene una menor implicancia”, dijo.

Para Casa, magíster en políticas públicas, hay que “romper el mito” de que los jóvenes no participan en la política porque, “cuando se hacen estudios a la interna de los partidos, se encuentra que en las bases están llenas” de personas de ese sector de la población. “El problema -continuó el politólogo- se presenta en los filtros para pasar de ser un militante a ocupar posiciones de mayor responsabilidad en el partido”, marcó en diálogo con El País.

Estos “filtros están vinculados a cómo es el sistema electoral”, con una votación de “listas de sectores cerradas” donde el orden de las personas que aparecen es decidida por el “líder”. “Sucede que (los decisores) suelen ser hombres adultos mayores”, y los jóvenes se “enfrentan a que su carrera política se ve determinada por otros adultos, que eligen quiénes suben en la pirámide partidaria” y “priorizan a personas más bien de su generación”.

En ese sentido, Casa recordó que ya desde la Constitución se ve una “priorización de la edad como una variable relevante o condición necesaria para acceder” a cargos públicos. Para ser diputado, hay que tener más de 25 años; para llegar al Senado, más de 30 años; y para aspirar a la presidencia, más de 35 años. “Son barreas que las damos por sentadas porque nos las enseñaron desde la escuela pero no es algo común en todo el mundo”, agregó.