DÉBORAH FRIEDMANN
Montevideo esconde debajo de calles, edificios y cursos de agua restos de sus antiguos habitantes: ballenas en lo que hoy es la Plaza Matriz y Pocitos, elefantes en la Aguada, Lestodontes en el arroyo Miguelete y Glyptodontes en el barrio Borro.
Varios de esos fósiles -restos de organismos animales o vegetales con más de 10.000 años- fueron encontrados en Montevideo en los últimos 200 años. La mayoría no los ubicaron estudiosos sino "paleontólogos por accidente", es decir funcionarios de organismos públicos que reparaban una calle, obreros que excavaban para comenzar una construcción o simplemente ciudadanos que en la margen de un curso de agua se toparon con un hueso que les llama la atención, contó el paleontólogo Andrés Rinderknecht.
El profesional -licenciado en Ciencias Biológicas y curador del Museo de Historia Natural- brindó el miércoles 2 la conferencia "Montevideo Prehistórica" en el Centro Cultural de España. Allí, Rinderknecht hizo un racconto sobre hallazgos de fósiles y restos un poco menos antiguos en la capital uruguaya.
PLAZA MATRiZ y POCITOS. En 1892 la Iglesia Matriz estaba en remodelación y para ello realizaron varias excavaciones. Allí se encontraron con uno de los "fósiles más impresionantes" que se pueden hallar en una ciudad, señaló Rinderknecht. Era un "hueso enorme", que fue donado al Museo de Historia Natural, de un animal que hace 5.000 o 6.000 años deambulaba por esa zona de la actual Ciudad Vieja: una ballena franca.
"Esto quiere decir que hace esa cantidad de años había ballenas nadando en lo que hoy es Montevideo. La capital estaba cubierta por el mar y las ballenas estaban paseándose por acá", señaló el especialista.
El propio Rinderknecht encontró en otra zona de Pocitos, sobre la calle Ellauri, otro fósil de ballena. Fue un día que él venía del liceo Zorrilla, hace unos 15 años. No era para él una buena jornada: le había ido mal en un escrito de Química. Mientras pensaba en eso, se topó con obreros que estaban construyendo edificios y que habían tirado en la vereda un pedazo de cráneo de ballena. "Lo tengo en casa como un trofeo de guerra. La calle Ellauri está bastante lejos de mar. Esto demostraría que el mar estaba bastante entrado de lo que es la costa actual", señaló Rinderknecht.
EN AGUADA POR VINO. Más o menos en la misma época, otros obreros, pero en la calle Agraciada y San Martín, arreglaban esa vía de tránsito cuando comenzaron a extraer unos "huesos enormes" y otros más chicos de la misma especie, todos de unos 20.000 a 30.000 años de antigüedad, que pertenecían a un elefante y a su cría, que posiblemente murieron juntos.
"Los obreros cuando vieron eso enloquecieron y lo que empezaron a hacer fue cambiarlos por vino: un hueso por un litro de vino. Se empezó a llenar de gente muy interesada en adquirirlos y casi no quedaron", señaló el paleontólogo. Sólo se salvaron algunos, que el operario de la retroexcavadora donó al Liceo N°9. Allí hay una tibia y un fémur.
"En Uruguay y en Montevideo hasta hace más o menos 10.000 años había elefantes caminando por lo que hoy es el Palacio Legislativo. Esto es sorprendente porque en Uruguay los primeros registros humanos son de hace 12.000 o 13.000 años", afirmó Rinderknecht.
"Eso significa que los elefantes formaban parte de nuestra fauna nativa y convivieron por lo menos 2.000 o 3.000 años con nuestros primeros pobladores", sostuvo.
El tipo de elefante que vivió en Uruguay es el Mastodonte. Es "un poco más peludo" que los que conocemos actualmente, pero tiene más o menos las mismas características.
Para oslo. Por estos días no es fácil encontrar fósiles en el arroyo Miguelete porque es un cauce controlado. Pero a finales del siglo XIX la zona era mucho más rústica y hasta salvaje. En ese barrio, alrededor de 1850, vivía Conrad Moller, un noruego que se radicó en Uruguay, se casó con Cristina, una mujer de su misma nacionalidad y tuvieron 18 hijos, contó Rinderknecht. Moller era un hombre conocido en la época: una calle cerca de La Paz lleva su nombre y uno de los retratos suyos que se conocen fue pintado por Juan Manuel Blanes.
Moller era un fanático de los fósiles, que salía a buscar una y otra vez. Los que encontró los donó al Museo de Oslo (Noruega) y allí están en exhibición actualmente. Su labor le valió una medalla al mérito en Noruega.
Una de las piezas que halló es un esqueleto prácticamente completo de un Lestodonte. "Es un animal impresionante, un primo lejano de los perezosos que viven colgados de los árboles en la selva del Amazonas. Se extinguió sin dejar descendencia", señaló Rinderknecht.
El Lestodonte que habitaba por estas tierras pesaba cuatro toneladas y parado en dos de sus patas llegaba a medir tres metros. "Si no lo hubiera donado a Noruega probablemente se habría perdido, porque en esa época no había, salvo el Museo de Historia Natural, muchas instituciones adonde entregarlo. A lo largo de los años, muchas colecciones se han perdido", contó Rinderknecht.
LA PANADERÍA FÓSIL. Otro de los hallazgos recientes también tuvo lugar en una obra. Corría la década de 1990 y en el barrio Borro comenzaron a construir una panadería. Cuando empezaron a excavar aparecieron piezas que quienes las vieron primero desconocían de qué se trataba. Eran huesos con forma de flor. Primero, contó el paleontólogo, aparecieron decenas de pequeños huesos. Luego miles.
Resultaron ser unas 2.000 partes que se unían y formaban un caparazón gigante, donde pueden llegar a entrar dos personas. Pertenecían a un Glyptodonte, que para Rinderknecht es "uno de los mamíferos más espectaculares que hayan aparecido nunca". Los Glyptodontes suelen ser comparados con las mulitas gigantes, pero en realidad son sólo primos lejanos de esos animales.
Eran animales totalmente acorazados tenían el tamaño de una persona y eran impresionantes. "Pueden quedarse en el medio de una manada de elefantes y dormirse. Son impenetrables", dijo Rinderknecht.
El caparazón no se recuperó y quedó allí, debajo de una panadería, que según una asistente a la conferencia se llama Glyptodonte en memoria de aquel episodio.
Se pueden colectar y no se exponen
En Uruguay el patrimonio paleontológico está regulado por la ley 14.040. Según indicó Andrés Rinderknecht en la conferencia los fósiles de valor excepcional no pueden salir del país y si se venden el Estado tiene prioridad para comprarlos si la oferta es igual a la realizada por un particular. Añadió que la colecta de fósiles y la tenencia no están prohibidas.
Paralelamente, el Museo de Historia Natural, tiene una colección de más de 40.000 fósiles, pero no cuenta con una exposición abierta al público. Hace unos ocho años estaba en un edificio sin agua y sin luz. Luego, los mudaron al actual local (25 de Mayo 582) donde sí dan charlas o visitas coordinadas previamente. Además, el presupuesto para que se recolecten fósiles es muy limitado, por lo que las salidas están acotadas.