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Bajó de la camioneta de su anfitrión. Atravesó la feria artesanal de Punta del Este con mirada curiosa hasta el murito en el que un puñado de aficionados al ajedrez se reunía alrededor de dos tableros. "Maestro", fue el saludo respetuoso de quienes estrecharon la mano derecha de Anatoli Karpov. Dos minutos después, esta leyenda mundial del ajedrez, opositor a la conducción actual del máximo organismo de ese deporte (la FIDE) seguía su camino hacia el hotel Conrad. Allí hizo algunas movidas en las 40 partidas simultáneas que disputaba el maestro uruguayo Bernardo Roselli.
Autógrafos, fotos y aplausos para quien fuera campeón mundial entre 1975 y 1985, y protagonista de la época de oro del ajedrez moderno. En 1993 recuperó el título, y en 1994 obtuvo la victoria más amplia de la historia del ajedrez. Su rivalidad con Garry Kasparov fue legendaria y, a sus 54 años, está empeñado en devolver al ajedrez la popularidad que alguna vez tuvo.
Karpov también es economista, empresario, asesor del presidente ruso Vladimir Putin, embajador de Unicef y presidente de media docena de instituciones de caridad. En entrevista con El País en el Yacht Club Punta del Este, Karpov dijo que en este momento es posible que juegue con Bobby Fischer. Aun hoy, 30 años después del match por el campeonato mundial que nunca se disputó, el ruso está convencido de que semejante duelo volvería a poner al ajedrez en las tapas de los diarios.
—¿Qué tal estuvo su visita a Argentina?
—Muy exitosa. Hicimos actividades para promover el ajedrez en las escuelas. Estuve en el sur del país donde instauramos clases de ajedrez en la escuela No. 20 en Rawson (Chubut). Empecé a organizar escuelas a mediados de los 80 y ahora tengo escuelas en 16 países. En Rusia hay escuelas en 22 provincias. El año pasado empezamos un programa federal en escuelas de Brasil.
—¿Como se relaciona el ajedrez con otras asignaturas?
—Tenemos ejemplos muy buenos. En la escuela más pobre de Harlem (Nueva York) se introdujo el ajedrez y, según me han contado los profesores, cinco o seis años después los alumnos mejoraron muchísimo en otras materias y se notó mucho en la disciplina. La situación cambió. Los niños usan la lógica, aprenden estrategia, desarrollan la capacidad de planificar, de organizarse, de tomar decisiones.
El ajedrez tiene que ver con la vida y por eso lo introducimos en las escuelas, no porque querramos formar cientos o miles de grandes maestros. Lo que queremos es chicos inteligentes, con mejores conocimientos en otras disciplinas para que les vaya bien en la vida.
—¿Cuáles eran sus referencias sobre Uruguay y sobre el ajedrez en Uruguay?
—Desafortunadamente el ajedrez en Uruguay no tiene una escala tan extendida como en los países vecinos, Argentina y Brasil, pero creo que podemos desarrollar cosas. Especialmente si Argentina se muestra más activa, eso afectaría a Uruguay también.
—¿Es posible que instale una de sus escuelas o programas en Uruguay?
—En este momento no creo. Aquí hay escuelas y maestros pero se necesitaría más desarrollo, más apoyo oficial. Es sorprendente que Uruguay esté muy bien conectado con sus vecinos, pero el ajedrez no es tan popular como en esos países. No sé por qué.
—La popularidad que tuvo el ajedrez en los ’70 y ’80 cayó. ¿Podría recuperarse?
—El ajedrez tuvo problemas de popularidad a fines de los ’80 y principios de los ’90, pero después Internet ayudó mucho. Miles de personas juegan por Internet y eso representó un nuevo impulso. La gente puede jugar en privado, con computadoras. Es un nuevo escenario, con más posibilidades para el desarrollo de la actividad.
—Las noticias hablan de conflictos en la organización política del ajedrez. Sus críticas al presidente de la FIDE, el cisma promovido por Kasparov en 1995...
—No entiendo cómo no podemos conseguir auspiciantes estratégicos teniendo millones de personas que juegan ajedrez. ¿Acaso hay millones de personas que juegan al tenis? No. Sólo entre miembros oficiales de clubes de ajedrez hay entre 50 y 60 millones de personas. Eso se puede multiplicar varias veces contando la gente que juega y que no pertenece a ninguna institución. Con estos números, ¿cómo es que no podemos encontrar auspiciantes para el ajedrez profesional? Tenemos 100 veces más jugadores que el golf, y el golf tiene esponsors. Hay algo mal. Lo sé porque en mi época y la de Bobby Fischer siempre teníamos sponsors, había otra plata y los premios en los campeonatos mundiales eran de U$S 2 millones, U$S 3 millones.
—Antes los campeones mundiales de ajedrez salían en las tapas de los diarios.
—Sí, y ahora no por esta crisis. Sin grandes nombres, sin estrellas, es difícil conseguir sponsors.
—Entre 1972 y 1975 usted fue preparado para el campeonato del mundo con Bobby Fischer, ¿cómo vivió esa época?
—No estuve tres años preparándome para ese partido. Para llegar a Fischer tuve que ganar el Interzonal de Leningrado, y después jugar con los grandes maestros. Primero le gané a Lev Polugayevsky, después a (Boris) Spassky y por último a Korchnoi. Después sí tuve que jugar con Fischer y me preparé por dos meses. Fischer tenía que confirmar el 1� de abril si iba a defender su título. No confirmó, y el presidente de la Federación anunció que Fischer había abandonado el ajedrez y que yo era campeón, de acuerdo a las reglas que teníamos.
—¿Cree que es posible que usted y Fischer jueguen alguna vez?
—Sí. De hecho, cuando fue liberado en Japón y se asiló políticamente en Islandia dio una entrevista a un diario ruso en la que dijo que estaba preparado para jugar contra Kasparov o Karpov. Kasparov no contestó. Yo sí. Dije que podemos jugar ¿por qué no?.
—¿Se han comunicado personalmente?
—No, no. Pienso que si fue honesto en lo que dijo (se ríe) puede ser... Nunca jugamos una partida, incluso ahora sería algo que despertaría mucho interés y atención pública. Puedo decir que es el encuentro que pondría al ajedrez en la portada de los diarios otra vez.
—¿Daría el primer paso para jugar con Kasparov?
—Yo no sé si él está preparado para cambiar su decisión. Lo han engañado varias veces, le prometieron partidas por el campeonato mundial —a lo que me opongo porque no creo que tenga derecho— y a último momento nunca se concretaron hasta que Kasparov se hartó, renunció al ajedrez y se dedicó a la política.
—Usted ha dicho que eso fue una gran pérdida para el ajedrez.
—Claro que me gustaría que volviera a jugar, pero eso no quiere decir que tenga derecho automáticamente para disputar el título del mundo. Aunque no digo que tenga que empezar de cero creo que debería hacer su camino para conseguir su oportunidad.
"Nunca fui usado por los soviéticos"
—¿De que forma vivió usted el clima de la guerra fría, cuando el ajedrez era empleado como herramienta política?
Yo no lo sentí tanto. Tal vez sí en mis primeros viajes al extranjero, a fines de los 60, pero tuve siempre muy buena recepción en todos los países que visité: Polonia, Suecia, Francia, Estados Unidos en 1971 y 1972. La única situación problemática fue durante un torneo en Gran Bretaña. En diciembre de 1971 fuimos la primera delegación soviética autorizada a entrar en Gran Bretaña después de un gran escándalo tres meses antes en el que más de 60 diplomáticos soviéticos habían sido expulsados bajo sospecha de espionaje.
—¿Se sintió usado por el régimen soviético?
No, nunca... nadie me aconsejaba qué hacer ni qué decir. Era como yo me sentía, tenía mi visión del mundo y de esa forma fui educado. De hecho, tenía mi libertad porque me la gané trabajando mucho y obteniendo buenos resultados. No puedo decir que todos los rusos tuviéramos esa libertad. Yo era único en ese momento así que...
—¿Kasparov tenía las mismas libertades que usted?
¡Era más libre! Yo nunca tuve padrino, pero él tenía patrones que le permitían muchas cosas y por eso no creo que su comportamiento sea muy sociable. Desde chico podía hacer cosas que los demás no podían hacer. Es su problema personal, de su infancia. Ahora tiene 42 años.
Derrotado por quinceañero argentino
—En Argentina jugó seis partidas simultáneas y Gastón Needleman, de 15 años, le ganó. La prensa argentina dijo que usted se retiró muy molesto ¿Qué fue lo que pasó?
—Los organizadores subestimaron el nivel de los jugadores. El nivel que enfrenté debió haber sido para cuatro tableros y no seis, como lo plantearon. No me molesté ni me enojé sino que estaba exhausto. En cinco horas no tuve una pausa ni de medio minuto. De los seis jugadores, cinco eran muy fuertes y el otro jugaba rápido. Needleman es bueno, estaba jugando rápido, con ideas. En un momento tuvo problemas que no podía resolver, estuvo casi perdido pero defendió bien y no llegamos a tablas, y después yo me equivoqué en un movimiento. No fue una terrible derrota psicológica para mí como lo presentó la prensa.
—¿Es oficial su candidatura a la presidencia de la FIDE?
—No, la Federación Americana de Ajedrez decidió nominarme, así como Europa. Sentimos que podemos hacer cambios y entendemos que con el actual liderazgo es más complicado, no sólo por (el presidente Kirsan) Ilyumzhinov, de quien no quiero hablar personalmente, sino que su equipo no es bueno. Hay situaciones extrañas y escandalosas. Han destruido el ajedrez y alejado a los negocios, un sistema que ahora es muy difícil de reconstruir. El título de Campeón Mundial perdió prestigio. Ilyumzhinov dice que gastó dinero de su bolsillo en las Olimpíadas de Ajedrez de Turquía. El gobierno turco fue el que gastó su dinero. Antes, las olimpíadas fueron en Eslovenia y él no pagó un centavo. Pagó Eslovenia, y la Federación. (Ilyumzhinov afirma que en 10 años al frente de la FIDE ha puesto U$S 50 millones de su bolsillo).