Antonio Mercader
La frase del título, que a tantos dejó perplejos, es de Dorotea Muhr, Dolly, viuda de Juan Carlos Onetti. La dijo al anunciar que donaría la colección de manuscritos del escritor a la Biblioteca Nacional a partir del momento en que la izquierda gobernara Uruguay. Fue su homenaje al Frente Amplio en la hora del triunfo y, según algunos, una manera de realizar los deseos de su difunto esposo. Pero... ¿fueron esos los deseos de Onetti? ¿Tan politizado y comprometido estaba con la política como para condicionar la donación de su archivo a que gobernara la izquierda? Hay motivos para poner en duda que esa fuera su voluntad.
Por de pronto, en una frase que parece un oxímoron, Dolly recuerda que Onetti era votante de la lista 15. Pudo añadir que, además de votante, fue candidato de ese grupo batllista a la cámara de Diputados en los años cincuenta, según consta en hojas de votación de entonces. Y también pudo decir que su mejor novela, "El astillero", fue dedicada a un político que no actuaba en la izquierda, nada menos que a Luis Batlle Berres, presidente de la República, obviamente del partido Colorado. (En ciertas versiones de ese libro, tal dedicatoria fue eliminada por editores tan militantes como convencidos de que Onetti había cometido un error que debía purgarse como en las fotos del balcón del Kremlin en donde rostros e identidades eran borrados con el paso del tiempo y el recambio de los gobernantes).
De todos modos, hay que admitir que el Onetti quincista y poco afecto a la política varió su postura después del infame arresto y persecución de que fuera víctima desde 1973, calvario que lo empujó al exilio en España en donde murió en 1994 sin haber vuelto nunca a su país. También vale recordar que se pronunció contra el golpe de Estado y que animó actos en pro del retorno a la democracia en Uruguay. No consta, en cambio, que haya acompañado tales definiciones con una adhesión expresa a determinado partido. Escéptico de la política como era, raras veces se refería al tema por más que sobraron intentos de enrolarlo en alguna tendencia de la coalición de izquierda.
En resumen, Dolly no acertó al asociar a Onetti con el resultado electoral del 31 de octubre. El creador de la mítica Santa María hubiera reprobado esa actitud con algún sarcasmo de los suyos. Si Dolly quiso hacer un gesto al estilo Picasso —quien prohibió la llegada del Guernica a España mientras Franco viviera—, se equivocó de medio a medio. Franco no resucitará en España, pero en cambio la izquierda puede perder más adelante el poder al que ahora accede en Uruguay. ¿Qué hará entonces doña Dolly? ¿Exigirá que le devuelvan el archivo de Onetti para llevárselo otra vez a Madrid o lo dejará en nuestra Biblioteca Nacional al servicio de estudiantes e investigadores cualquiera sea el partido que gobierne?
Todo un intríngulis para tan ilustre viuda.