El aprendizaje que nunca termina

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María Antonieta Dubourg

El lenguaje es una maravilla con la que contamos los seres humanos. Lamentablemente, no lo usamos en la forma adecuada. Tampoco lo preservamos de los continuos ataques que recibe diariamente.

Por más diferentes que sean los niveles culturales de las personas a quienes, eventualmente interroguemos, todas coincidirán en que les importa expresarse con corrección.

Muchas opinarán sobre la forma incorrecta en que lo hacen los demás.

Muy pocas serán conscientes de que en ellas mismas falta amor, estudio y respeto hacia el idioma materno.

Y, respetar el idioma materno no significa estudiar aburridas y complicadas reglas gramática. Significa aprender a expresarse correctamente, tanto en forma oral como escrita; significa expresar nuestras ideas de tal forma que otro las comprenda.

¿Qué es lo que sucede?

¿Por qué si la mayoría está de acuerdo en que tener un buen lenguaje ayuda a la comunicación, el idioma se deteriora día a día?

Seguramente, hay varias razones para que esto suceda, pero creo que, la fundamental, es que los adultos (sobre todo si son profesionales) entienden que no hay nada que aprender en cuanto al uso de la lengua. Es más, creen que reconocer una duda idiomática, vacilar ante la construcción de una oración los pone en inferioridad de condiciones con respecto a los otros.

A hablar y a escribir se aprende; se aprende durante toda la vida. No bastan las "nociones" que imparte la enseñanza curricular.

Todos aprendemos a hablar, mejor o peor según cuáles sean nuestros modelos, las personas que imitemos. Es natural que lo hagamos aunque nadie se tome la molestia de enseñarnos.

Pero, para aprender a escribir necesitamos de un aprendizaje que no estaba previsto en la raza humana. Es un proceso difícil.

Algunos psicólogos afirman que escribir dos carillas de un texto que tenga principio, desarrollo y final, que sea coherente, que el lector pueda comprender con facilidad resulta tan difícil como hacer los planos de una casa, como crear la coreografía de un baile... La diferencia entre el proceso de la escritura y aquellos con los que se compara es la preparación al respecto.

Nadie hará los planos de una casa, si no estudió cómo hacerlos, nadie creará una coreografía, si no tiene los conocimientos que acrediten que puede realizarla.

Sin embargo, todo el mundo escribe. No hay título que habilite a hacerlo, no se exigen conocimientos previos. Para comprobarlo, alcanza con leer las páginas de los diarios en las que se solicitan empleados. No importa qué función tendrán que realizar: entre los requisitos rara vez aparece el de ser idóneo en el lenguaje materno.

Y todos, cualquiera sea la forma cómo nos ganamos la vida, nos enfrentamos con la letra escrita.

Un médico tendrá que hacer recetas, que redactar un informe, que preparar una clase, que explicar a un colega el tratamiento que aplica a un paciente. Apuntará las instrucciones que debe seguir un enfermo.

Un arquitecto justificará ante su cliente las reformas que hará en una casa, qué clase de material necesita, el porqué de los precios que cobrará.

Un economista redactará el análisis de una empresa y por más que abunden los números en él, serán las palabras las que permitirán la comunicación con la institución.

Un abogado depende de la letra escrita. Sus textos deberán ser claros, concisos, "interesantes", para que los comprendan el cliente y el juez.

Un escribano necesita expresarse por escrito y necesita, también, establecer una relación fluida con quien lo contrató.

Un publicista vive de las palabras, vive de la letra escrita.

Un experto en computación no puede establecer comunicación con las personas que solicitan sus servicios si no sabe cómo explicar los términos complicados que pertenecen al ámbito que él domina. Quien necesita que le instalen un nuevo programa de computación exigirá una explicación clara, coherente, concisa.

Un político, un maestro, un senador, un diputado, un profesor, un periodista, un comunicador social, un funcionario, un gerente, un analista de sistemas, un almacenero, un químico, un empleado, todos, algunos más, otros menos, necesitan expresarse. Y la forma de expresión más perfecta es el lenguaje.

Entonces; ¿cómo se justifica que solo algunos, pocos, muy pocos, tengan conciencia de que el aprendizaje idiomático tiene que ser constante?

No se puede pensar que solo leyendo se aprenderá a escribir mejor; que si se imita a quienes lo hacen bien, se logrará una correcta expresión.

Como todos los conocimientos necesita ser puesto al día. Los profesionales, cualquiera sea su área, se perfeccionan durante toda la vida.

Los usuarios del lenguaje deberían hacer lo mismo.

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