Un joven le da los últimos retoques a un auto en un programa de modelado 3D mientras otro responde un cuestionario sobre programación básica en Javascript. Otra chica aprende a usar la herramienta de diseño digital Figma y otra mira un tutorial sobre videojuegos. Así, son alrededor de 30. Todo ocurre en simultáneo en una sala moderna y amplia con mesas redondas y algunos escritorios aislados en el espacio con computadoras de última generación: cada uno de los adolescentes va a su ritmo, conversan entre ellos, hay música de fondo y algunos tutores recorren el salón brindando ayuda.
En los salones contiguos otros jóvenes asisten a talleres de robótica, animación, fotografía o producción musical. En el mismo edificio, en una sala equipada especialmente, una banda —también de adolescentes— ensaya entusiasmada. La escena ocurre en Ereván, Armenia, en un centro Tumo, un programa de aprendizaje de tecnologías creativas diseñado especialmente para adolescentes.
Se replica a poco más de 100 kilómetros de allí, en la ciudad armenia de Gyumri y también en París, Lyon, Berlín, Lisboa, Zurich, Los Ángeles, Takasaki y Buenos Aires, entre otras ciudades del mundo. Para 2026, una filial de Tumo también comenzará a operar en Uruguay.
El programa —que no entra en el sistema de educación formal— es gratuito y va dirigido a adolescentes de 12 a 18 años de diferentes contextos socioeconómicos. El modelo educativo consiste en un sistema de autoaprendizaje y talleres prácticos en diferentes disciplinas.
El concepto que resaltan sus creadores es que los adolescentes están a cargo de su propio proceso de aprendizaje y pueden elegir qué aprender para potenciar sus habilidades de cara al futuro.
“Esto es único para los adolescentes, porque se combinan diferentes áreas de habilidades. Puedes estar en una clase con un niño de 12 años y otro de 14. Muchos sistemas educativos están muy organizados y son muy estrictos, y esto es completamente diferente, sin calificaciones ni diplomas”, dice Marie Lou Papazian, CEO de Tumo, durante una conversación con la prensa en Ereván, a donde viajó El País para conocer el programa que desembarcará en Montevideo durante el próximo año.
Tumo nació en Armenia en 2011. Sus fundadores son Sam y Sylva Simonian, una pareja de empresarios originaria de Beirut pero muy vinculada a la comunidad armenia. Desde entonces, el programa se ha expandido, primero en Armenia y luego por el mundo, con 18 centros funcionando en la actualidad.
La tecnología es la columna vertebral del proyecto: además de las disciplinas que los jóvenes pueden aprender, el modelo cuenta con una plataforma —Tumo Path— que diseña un camino personalizado para cada adolescente basado en sus intereses.
Cómo llega a Uruguay
Más de 12.000 kilómetros y culturas bien distintas separan a Uruguay de Armenia, aunque comparten una característica similar: la población de ambos países gira en torno a los tres millones de habitantes.
La escala fue uno de los puntos que los inversores vieron como favorables a la hora de pensar en importar el proyecto de aprendizaje a Uruguay. La franquicia fue traída al país por Corporación América Airports —a través de Aeropuertos Uruguay— en alianza con Ceibal, el centro de innovación educativa con tecnologías digitales del Estado.
Y aquí es donde se unen dos puntas de la historia, ya que el principal líder del grupo empresarial inversor es Eduardo Eurnekian, empresario argentino de origen armenio con proyectos en Uruguay y la región. Por la conexión con Armenia, los Eurnekian conocían Tumo y planeaban traerlo algún día a Uruguay.
El primer paso fue investigar si estaban dadas las condiciones para poder traer un proyecto al país. Así, se encargó un estudio de impacto privado para ver la viabilidad y la posible ubicación, que arrojó que el Aeropuerto de Carrasco es una zona “heterogénea” en términos de contextos sociales a la vez que concentra varios liceos y centros UTU cercanos, asegura Carolina Gutiérrez, directora de Tumo Uruguay.
Una vez dadas las condiciones, había que buscar socios. “Este proyecto no lo podés traer aislado del sistema educativo uruguayo y Ceibal era el socio natural. Por la institucionalidad en lo que es educación de tecnologías en Uruguay, pero también para nosotros era muy importante poder tener la capilaridad que tiene a nivel nacional”, dice Gutiérrez.
Asimismo, señala que una de las prioridades es poder democratizar el acceso a tecnologías creativas en el país, es decir, poder reunir en el centro a adolescentes uruguayos de distintos contextos. Las negociaciones con Ceibal comenzaron hace menos de dos años, durante la anterior administración, con Leandro Folgar como presidente y continuaron durante esta con Fiorella Haim como presidenta actual. Ceibal trabaja en la adaptación del modelo a la realidad educativa uruguaya a la vez que aportará los tutores y líderes de taller que trabajarán en Tumo.
El primer centro, que ya está en construcción en el predio del Aeropuerto de Carrasco, tendrá una inversión inicial de US$ 10 millones, que incluye el edificio y el equipamiento, mientras que se calcula que el costo de mantenimiento será de dos millones de dólares anuales. A su vez, Gutiérrez comenta que buscan sumar otros socios que puedan aportar al proyecto desde lo financiero y el conocimiento.
¿Cómo funcionará? Las inscripciones formales abrirán en verano pero en la web de Tumo Uruguay ya hay un formulario disponible para aquellos que tengan interés en participar. Quienes queden seleccionados deberán asistir de forma presencial dos veces por semana en jornadas de dos horas.
El modelo propone dos etapas: en una primera instancia los jóvenes deben completar algunas actividades que les propone la plataforma Tumo Path —cuestionarios en base a tutoriales, juegos y pruebas— para luego desbloquear el ingreso a distintos talleres guiados por líderes. Las disciplinas que estarán disponibles en Uruguay serán programación, animación, música, GenAI, cine, robótica, desarrollo de videojuegos y modelado 3D.
Se espera que durante 2026 Tumo pueda recibir a 800 jóvenes para luego ampliar la convocatoria a 1500 adolescentes por año.
Herencia soviética
Recorrer Ereván es recorrer también la historia de Armenia. La capital es una mezcla que da cuenta de esa condición geográfica que pone al país en el centro entre Europa y Asia, de una ciudad moderna remodelada con un plan en mano, con varios de los edificios icónicos revestidos en la misma piedra Toba.
En días despejados se puede ver claro el Monte Ararat, que aunque es parte del paisaje cotidiano de los armenios se encuentra en Turquía, el país con el que mantienen la frontera cerrada y una herida abierta en torno al genocidio armenio que acabó con la vida de un millón y medio de personas a manos del antiguo imperio otomano.
Lo que tampoco pasa desapercibido es la fuerte conexión con Rusia: en los carteles traducidos, en la gente hablando ruso en las calles, en la presencia militar en algunos puntos del interior del país. Armenia fue una república soviética hasta entrados los 90 y algunas reminiscencias de esa época aparecen también en edificios de la ciudad.
Algo de eso percibieron los actuales directores de Tumo al mudarse a Armenia 20 años atrás. Habían vivido en el exterior trabajando en tecnología y programas educativos y al incorporar a sus hijos al sistema educativo notaron justamente “la herencia del sistema educativo soviético”.
“Nos dimos cuenta de la necesidad de equilibrar eso con una actividad extraescolar creativa, que abordara las habilidades digitales más modernas y que diera a los niños la libertad de explorar, no necesariamente compitiendo para convertirse en la élite, sino para desarrollar su propio potencial”, cuenta Pegor Papazian, director de Desarrollo de Tumo.
Elen fue participante de una de las primeras generaciones del programa y hoy se dedica a la informática. “Tumo me hizo comprender que aprender solo una cosa no sería interesante. Así que empecé a aprender varias cosas a la vez. Aprendí que, en cualquier caso, incluso si tu trabajo es estático, necesitas ser creativo para que funcione”, señala.
Alex tenía 10 años cuando empezó a aprender programación por sus propios medios, así que apenas cumplió 12 se inscribió para asistir al programa. “Cuando era niño aprendí desarrollo web, programación, desarrollo de juegos. Entonces tuve la base para construir mi propio producto para mostrarlo yo mismo”, cuenta el joven que hoy tiene 21 y es ingeniero en Adobe.
Inteligencia artificial y expansión en el territorio
El programa Tumo, que nació en el año 2011, ha sido actualizado con el pasar de los años. La última incorporación fue una vertical de inteligencia artificial generativa como disciplina particular de aprendizaje y también como parte de los programas de los otros cursos que se imparten. Los directores de Tumo plantearon que la IA presenta grandes desafíos en los sistemas educativos, ya sea en el desarrollo de las actividades como en el realacionamiento de los jóvenes.
“La forma de contrarrestarlos es asegurarnos de que estos adolescentes sean expertos en IA. Sepan exactamente cómo funciona. Sepan cómo adaptarla a sus deseos, a sus proyectos, en lugar de ser consumidores pasivos, ¿verdad? Que es lo peor que se puede ser”, dice Pegor Papazian.
En Tumo también trabajan con datos para poder entender, por ejemplo, la velocidad con la que los jóvenes avanzan o la frecuencia con la que cambian de disciplina.
Además de los talleres prácticos, el programa tiene un sistema de laboratorios intensivos con profesionales de empresas tecnológicas para que los adolescentes estén en contacto directo con la industria. Así, en Armenia han participado como voluntarios ingenieros de software, diseñadores y profesionales de experiencia de usuario de empresas como Airbnb, Google, Microsoft, o también la NASA.
En su país de origen el programa cuenta, además, con un sistema adaptado de contenedores dispersos por zonas rurales para que jóvenes que no tienen un centro cercano puedan asistir a aprender allí. Se trata de pequeños centros móviles —los llaman cajas o boxes— que alojan a unos 20 jóvenes y reciben asistencia de sedes más grandes.
Para Carolina Gutiérrez, la expansión por el resto del territorio uruguayo es uno de los grandes desafíos. “¿Cómo podemos hacer para que Tumo, como en Armenia, exista en Paysandú, exista en Rivera o en otras locaciones? En las locaciones más recónditas del país es donde ves el verdadero impacto”.