Centro Baconao
Baconao es un centro de equinoterapia con enfoque social que pertenece a la Asociación Nacional de Rehabilitación Ecuestre. Funciona bajo la modalidad de ONG y utiliza, para sus prácticas, caballos de clasificadores a los que les pagan $ 300, en promedio, la jornada. "Ellos diversifican. Un día salen a hacer circuito de clasificación y otro día vienen a hacer equinoterapia", señala Martín Nieves, psicomotricista y coordinador de este proyecto que realiza sus actividades en la zona del Prado, en un predio lindero a la Teletón.
BERNADETTE LAITANO
La equinoterapia es una técnica de rehabilitación que aprovecha al caballo y sus características como herramienta para tratar distintas patologías, ya sean físicas o de índole psicológica. En Uruguay, hay cuatro grandes actores que aplican diferentes corrientes, cada uno con sus formas de abordaje particulares: los clubes hípicos, la Escuela de Equitación del Ejército, Coraceros y la Asociación Nacional de Rehabilitación Ecuestre (ANRE).
De esta última forma parte Baconao, una ONG con un año de existencia y una particularidad. El centro no cuenta con caballos propios, pero aborda su trabajo en colaboración con la Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos (UCRUS). "El clasificador cambia su actividad, ve que tiene un potencial porque tiene mucho conocimiento en el manejo del caballo".
Baconao funciona en la zona del Prado, en un espacio que la Intendencia de Montevideo cedió a distintas cooperativas, al lado de la Fundación Teletón. "Nosotros consideramos al individuo como ser bio-psico-social", explica Martín Nieves, psicomotricista y coordinador de Baconao.
El intercambio implica el compromiso del clasificador a aportar su caballo para la equinoterapia, pero no es gratuito sino que se le paga aproximadamente lo que obtiene por jornada de recolección, $ 300 en promedio, según Nieves. "Les pagamos una jornada o media jornada, dependiendo de lo que necesitemos el caballo. Ellos diversifican. Un día salen a hacer clasificación y otro día vienen a hacer equinoterapia", explica.
Las personas con las que trabajan reciben el nombre de "practicantes": "Porque no es cliente ni paciente. Es una persona que viene a trabajar sobre sus potencialidades", dice el coordinador del centro.
El equipo de Baconao está formado por profesionales. Lo integran un fisiatra, un psicomotricista, una fisioterapeuta, una maestra de educación especial, una psicóloga, además de un conjunto de estudiantes vinculados a las especializaciones mencionadas, que son practicantes del curso de equinoterapia que también se dicta en Baconao. Respecto a los practicantes, Nieves señala: "La técnica, por sus características, llama mucho a las dificultades motoras. Nuestro perfil también aborda otras discapacidades en forma más integral. Por ejemplo, también estamos en la escuela N° 236, Islas Canarias, con gurises con discapacidad intelectual. Abordamos diferentes discapacidades, diferentes patologías y edades. Dependiendo de la necesidad de la patología es el técnico que trabaja a cargo y el equipo que lo apoya".
En el caso de la escuela, el aporte del clasificador es voluntario. Se le solicita que ponga a disposición su caballo una vez por semana.
Actualmente, trabajan cuatro días a la semana (lunes, martes, viernes y sábado), y cada día reciben a ocho practicantes. Dentro de la estructura de ONG, Baconao funciona como cooperativa y se puede acercar cualquier persona. Dependiendo de las posibilidades económicas, quienes se acercan al centro pagan una cuota de $ 350 la jornada o pueden ser becados.
Un nombre con historia
El centro toma su nombre de dos figuras. Por un lado, el último caballo del escritor y poeta cubano, José Martí, se llamó Baconao. Pero también lo toma de una historia indígena: se dice que un árbol mágico, llamado Baconao, le enseñó a un niño a tocar música usando los caracoles del agua. El niño se sentaba a la sombra del árbol y tocaba. No tardaron en llamarlo Baconao. Un día el niño desapareció. Sin embargo, su música se siguió escuchando y los pobladores pensaron que su magia había quedado en los árboles. Con el tiempo, esa zona recibió el mismo nombre, que hoy es un parque en Cuba.