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Una batalla contra el descontrol

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La Pedrera se prepara para la fiesta de Carnaval. Foto: Fernando Ponzetto

LA PEDRERA: ASEDIADA Y REPLETA

Vecinos de La Pedrera tomaron medidas para evitar invasión de personas en el Carnaval.

VEA LA FOTOGALERÍA. Foto: Fernando Ponzetto
Los preparativos en La Pedrera para la fiesta de Carnaval. Foto: Fernando Ponzetto
Foto: Fernando Ponzetto
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Decenas de niños, adolescentes y jóvenes realizaron la tradicional guerra de agua. Foto: F. Ponzetto
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Foto: Fernando Ponzetto

Niños con pistolas de agua y jóvenes con bidones celebraban el Carnaval ayer de tarde en la calle principal de La Pedrera. Mientras tanto, los dueños de las casas y algunos comercios colocaban mallas para evitar robos. El miedo de los vecinos y los veraneantes "de toda la vida" de que invadan sus hogares fue la otra cara de un evento multitudinario.

Desde la mañana, una decena de funcionarios descendían vallas desde un camión, similares a las que se usan en el Estadio Centenario, las cuales fueron colocadas sobre los ingresos de las casas y comercios. Esta vez eligieron unos 1.000 metros de extensión, con el objetivo de que las personas no invadan los retiros y jardines de las propiedades de la calle principal.

Sobre el mediodía, se veían algunos vecinos nerviosos. "¿Te estás preparando?", le preguntó el dueño de una casa ubicada en la calle principal y Palmares de Rocha a otro. "Ahí, andamos", contestó algo resignado.

Pedro, otro vecino que forma parte de la cuarta generación que veranea en una casa de la principal casi la rambla, modificó su estrategia de cuidado: "El año pasado cerré, me fui y me robaron todo. Cuando fui a la Policía, hice la denuncia N° 113. Este año decidí quedarme", comentó. Por eso, para evitar los robos, colocó alambres de púa y una madera. "Intuyo que igual van a entrar", indicó. En los últimos ocho años, le ha pasado de todo. "Hubo una vez que hicieron un streaptease en el techo. Es terrible", comentó.

Mientras Pedro hablaba, un auto de la Intendencia de Rocha con un parlante instaba a la población a mantener la calma esta noche. "Con el compromiso de todos, todos disfrutamos", decía un locutor.

"A mí una autoridad me dijo que yo no tengo el perfil para estar en La Pedrera. ¡Cuatro generaciones veranearon acá! ¡Cuatro!", se quejó.

María, que posee una casa también en esta calle, contó que el sábado irrumpieron en su domicilio y apagaron la llave general. "Esto es lo menos grave de lo que hacen", indicó.

Los comercios también tomaron medidas. Por ejemplo, el hostel y restaurante El Trueno, además de colocar una malla metálica, contrató a tres guardias de seguridad. "Es la primera vez que hicimos algo distinto", contó Nathaly, su dueña. Para evitar que ingresen en el hostel, en el que ayer se conseguían camas por 40 dólares, también pusieron guardias.

Fernanda Cortinas, dueña de Perillan, un restaurante ubicado en la esquina de la rambla y la principal, dijo a El País que en la madrugada el balneario "es tierra de nadie, todo el mundo hace lo que quiere". "El problema no fue solo la noche de ayer. Todo el fin de semana hubo problemas", comentó Cortinas. El viernes pasado le robaron mesas y sillas en su local.

Al caer la noche, se incrementó la cantidad de turistas que llegaban al balneario. La guerra de agua, típica de estas fechas se hizo más evidente. "¡Preparen, apunten, tiren!", gritó un joven desde una azotea cuando pasaba un grupo de personas en bicicleta. En el ínterin, un joven lucía una pequeña heladera con la leyenda "Trufas locas": vendía ese particular postre con marihuana a 100 pesos.

El operativo.

A partir del mediodía, el tránsito estuvo restringido por la calle principal: la Policía no permitió que ingresaran vehículos. Y desde las 17:00, no pudieron entrar autos al balneario. Desde el sábado, repartieron volantes para informar sobre esta situación excepcional, teléfonos para realizar denuncias y datos útiles sobre el evento: dónde había baños públicos, carpas de salud y salidas de emergencia. Sobre las 19:00, terminaba de instalarse la "carpa de achique", para personas que "se sintieran mal", según contó uno de sus encargados a El País.

Para la fiscalización hubo 300 personas, entre policías, inspectores y funcionarios municipales. Tanta preocupación ha habido este año que hasta el Ejército montó una carpa.

La Intendencia también colocó cámaras de vigilancia en la calle principal para lograr un mayor control del lugar donde se desarrolló el evento.

La Policía dispuso algunas medidas extraordinarias para la ocasión, con una mayor cantidad de agentes, debido a que es el día del año que este balneario rochense recibe mayor cantidad de visitantes.

Según comentó un jerarca, no se permitió la venta de bebidas alcohólicas en las calles. Además, los comercios se comprometieron a no vender alcohol después de las 10:00 de la noche. Al menos un negocio no hizo caso a ese pedido. Y en un pizarrón de tiza, informaba: "Venta de alcohol hasta las 00.00 horas".

Antes del evento, se acordó que los resto-pubs no sacaran parlantes ni pusieran barras de alcohol en las veredas. Algo realmente novedoso en comparaciones a las anteriores ediciones del carnaval pedrense.

Otro aspecto tradicional de esta celebración era la presencia de aerosoles con espuma. Esta modalidad, ya prohibida por la Intendencia de Rocha para los corsos oficiales, se pensó para que no afecte a turistas que puedan sufrir alergias.

El intendente rochense, Aníbal Pereyra, firmó una resolución que prohibe la venta de este producto durante la celebración. A lo largo de la tarde decenas de personas estaban teñidas de blanco y varios niños contaban con este artefacto.

Los vecinos habían pedido a las autoridades realizar este tradicional festejo en otro lugar. "No tuvimos una propuesta para hacerlo fuera del predio de La Pedrera", comentó el alcalde José Luis Olivera.

Diversión.

Decenas de niños, adolescentes y jóvenes realizaron la tradicional guerra de agua que todos los años se desarrolla en la calle principal de La Pedrera.

Muchas personas llevaron sus heladeras en las cuales trasladaban el alcohol para pasar la madrugada.

Según informó el alcalde de La Paloma y de este balneario, José Luis Olivera, La Pedrera "quedará totalmente limpia" hoy a las 11:00 de la mañana y el balneario "no se enterará que hubo una noche de fiesta". Las tareas comenzarán a las 8:00 de la mañana.

Robo de billeteras, lo que más se denuncia.

Fuentes policiales aseguraron a El País que en los últimos días fueron realizadas muchas denuncias por robos de billeteras y carteras. "La denuncia que se hace es por el mal llamado extravío de documento", comentó un funcionario. En segundo lugar es por "hurto en finca". Los policías informaron que las casas de veraneo no tienen demasiados implementos de seguridad como para disuadir robos. Los agentes agradecieron la instalación de cámaras, que ayudan a combatir la delincuencia.

Respecto a años anteriores, la cantidad de denuncias ha bajado. En un mismo feriado de Carnaval, en años anteriores, la comisaría estaba "inundada" de gente.

A una turista de Buenos Aires que pasó unos días en Montevideo y está descansando por primera vez en La Pedrera le hurtaron la cartera en la casa que está alquilando desde el domingo por la noche. Según contó su padre, los ladrones rompieron el mosquitero de plástico de la vivienda, lo que causó que sonara la alarma, pero igualmente lograron llevarse la cartera, que apareció ayer con todas sus pertenencias, pero sin dinero.

En la tarde de la víspera, y por varias horas, algunos móviles policiales se desplazaban a lo largo y ancho del balneario.

Hay menos gente, se quejan los vendedores.

Los comerciantes observaron una menor cantidad de público en esta edición del Carnaval. Según comentó la dueña del local El Trueno, enero fue mejor que el año pasado pero febrero "viene mal". Ayer al mediodía, solo tenía ocupadas ocho mesas de 27 disponibles. "El año pasado, el lunes de Carnaval estaban todas las mesas ocupadas", comentó. En el mismo sentido, opinó sobre el hostel lindero a este local gastronómico.

Mathías, uno de los encargados de Garcías Bar, ubicado en una de las calles laterales de la principal, dijo a El País que la prohibición de vender alcohol en la calle pudo haber incidido en que ayer haya asistido una menor cantidad de gente. Según cree, el hecho de que vaya un público muy juvenil a lo largo de todo el verano, hace que los restaurantes no cuenten con demasiada ocupación. De todas formas, el local cuenta con un público "muy fiel", que le gusta el sitio por no estar tan expuesto al bullicio que hay en la calle más importante.

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