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Mamá estimula: Literatura infantil empoderadora para fomentar la igualdad y criar en libertad

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niño leyendo
Emilia

Con los hijos

Estudios demuestran que la adquisición de estereotipos comienza a los 2 años. Los libros no tienen sexo, somos nosotros los que tenemos prejuicios.

La literatura infantil ha tenido siempre un rol fundamental en la educación en la primera infancia, por su influencia indiscutible en el despertar de la imaginación, la creatividad y la expresión emocional del niño, pero sobre todo por su enorme poder como agente socializador que nos transmite creencias, valores y actitudes que luego nos definirán como persona.

En los últimos años asistimos al auge de un tipo de literatura infantil en particular, la llamada “literatura empoderadora”, que ha puesto sobre la mesa con mayor fuerza que nunca la necesidad de una literatura con foco en la transmisión de valores de igualdad de género no sólo como consecuencia del desarrollo de la crianza respetuosa sino también porque los avances de la psicología y las ciencias sociales,han demostrado de manera contundente el peso definitorio que tienen los consumos culturales de la primera infancia en el desarrollo de estereotipos y prejuicios y hasta incluso han demostrado a qué edad específicamente éstos se generan y cuándo ya es tarde para cambiarlo.

“Los estudios demuestran que la adquisición de estos estereotipos comienza a partir de los 2 años de edad, mientras que hacia los 6, ya se encuentran arraigados en el inconsciente siendo mucho más difíciles de desactivar luego”, señala Gerogina Sticco (especialista en Género y Codirectora de Grow, consultora de Género y Trabajo).

¿Pero cómo adquirimos estos estereotipos y prejuicios? Desde que nacemos, absorbemos lo que nos rodea como “nuestra forma natural” de ver el mundo en lo que se conoce como el “proceso de socialización”, y así, en lo que hace al género por ejemplo, comenzamos a definir lo que consideramos como cosas posibles, aceptables, deseables o no, “para niñas” y “para varones”.

Este proceso sucede de manera involuntaria, porque nuestro cerebro al aprender, va estableciendo asociaciones neuronales, relacionando conceptos y recuerdos de forma inconsciente, los que se fijan formando “atajos mentales” o heurísticos. Estos atajos, nos permiten más adelante ir por la vida categorizando situaciones y personas de forma automática, para tomar decisiones rápidas a nivel inconsciente pero también, como señala Tinu Cornish, psicóloga del centro Equality Challenge Unit y experta en Diversidad, “nos predisponen a tener prejuicios de género, de raza, de religión, o de estatus socioeconómico que pueden contradecir los valores que firmemente defendemos”.

Veamos un ejemplo: En el año 2014, la Universidad de Boston corrió un experimento entre sus alumnos de Psicología para evaluar el sesgo de género de los mismos con una simple adivinanza que sólo el 14% pudo resolver. 

“Un padre y un hijo viajan en auto. Tienen un accidente grave. El padre muere y al hijo lo llevan al hospital porque necesita una compleja operación de emergencia. Llaman a una eminencia médica para que lo opere pero cuando llega, dice: “No puedo operarlo! Es mi hijo”.

El 86% de los estudiantes, aventuró respuestas tales como que el padre que va en el auto era en realidad el padre adoptivo del niño o un sacerdote, etc mientras que sólo el 14% logró resolver el acertijo, respondiendo que la eminencia médica era la madre del niño accidentado. La razón de esto es la llamada “parcialidad implícita”, o sesgo inconsciente –en este caso de género- por el que nos es más fácil asociar,“una eminencia médica” con un hombre que con una mujer.

En un ejemplo opuesto, en un documental sobre Islandia en la década de los 90, los niños entrevistados respondían que no podían imaginarse a un hombre como presidente del país en lugar de a una mujer, puesto que llevaban toda su vida viendo gobernar a una: Vigdís Finnbogadóttir.

Está claro que el primer paso para que uno pueda imaginarse una mujer como eminencia médica o un hombre como presidente, es que haya visto o leído sobre alguno y es por ello que la literatura infantil que elijamos para nuestros hijos es de vital importancia, porque es un poderoso instrumento para ayudar a romper con las ideas estereotipadas que existen en la actualidad sobre las mujeres y los hombres, y que muestre una visión del mundo basada en la igualdad, la tolerancia, el respeto y la libertad.

¿Cómo elegir entonces cuentos para educar en la igualdad?

* Lo primero que podemos hacer es dejar de pedir libros “para niñas” o “para niños” y focalizarnos más bien en elegir libros que transmitan valores de respeto, tolerancia, cooperación y resolución pacífica de conflictos.

* Si hay varios personajes en la trama, que haya un equilibrio en la cantidad e importancia de los personajes masculinos y femeninos así como en los roles que detentan.

* Evitar libros en los que sus personajes perpetúen la asignación tradicional de tareas en función del sexo: niñas maestras, niños policías, niñas enfermeras, niños doctores, niñas en tareas domésticas o del cuidado de otros y niños científicos o líderes. Así como hoy día nos chocan los cuentos clásicos donde la madrastra siempre quería deshacerse de los hijastros tirándolos a los lobos, es hora de que nos choquen también aquellos donde la mamá osa está siempre en casa de delantal mientras que el papá oso es el que trabaja fuera porque es el sustento económico del hogar.
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* Y sobre todo, evitar libros cuyos personajes asocien características de la personalidad con el sexo de manera diferenciada, como por ejemplo, identificar la emocionalidad, la debilidad, la fragilidad o la incapacidad para resolver problemas con el universo de lo femenino en oposición a la inteligencia, el liderazgo, la valentía o la ausencia de miedos al universo de lo masculino. Y no sólo atender a lo que la trama “dice” sino también a lo que deja implícito por ejemplo, si deja entrever que los varones no lloran, no juegan con muñecas, no pueden mostrarse sensibles o tienen que ser buenos en los deportes mientras que las niñas son más sensibles o gustan de actividades más artísticas que físicas por ejemplo, son menos aventureras o necesitan protección.

Podemos por ejemplo empezar por buscar cuentos que trabajen la inclusión y la tolerancia en general. La colección Gatos de azotea, de Beatriz Doumerc, ataca de lleno la discriminación y la violencia de género pero también el miedo al diferente o la empatía hacia la discapacidad, con historias hermosas y muy divertidas para niños pequeños protagonizadas por una pandilla de gatos muy particular.

Si buscamos cuentos que muestren diversidad, refuercen la autoestima y reivindiquen el sentirse distinto al resto, Elmer el elefante multicolor, Orejas de mariposa, Malena ballena, Las jirafas no pueden bailar, Willy el tímido o Rosa caramelo, Monstruo Rosa, Salvaje, Guapa o El día de campo de Don Chancho, Mercedes quiere ser bombera, Daniela Pirata, Pipi calzaslargas o Yo voy conmigo, son excelentes opciones.

Si lo que queremos son libros que amplíen el horizonte de los roles femeninos posibles, Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, con sus 2 volúmenes, es una obra ideal para aprender sobre grandes y pequeñas mujeres que en las disciplinas más diversas imaginables (revolucionarias, skaters, deportistas paralímpicas, artistas, biólogas etc) han roto estereotipos y alcanzado logros importantísimos, contado de forma breve y en tono de aventura. Súper recomendable para todas las edades. En la misma línea, la colección Antiprincesas de Nadia Fink, editada en Argentina por Chirimbote, muestra también mujeres reales que no fueron princesas con coronita pero que con su lucha dejaron su huella en la historia.

También está la colección Pequeña y grande que incluye 13 biografías de grandes científicas, escritoras, artistas etc, o el libro Grandes mujeres que cambiaron el mundo, o los dos tomos de Valerosas.

Para mostrar específicamente mujeres en la ciencia, Pequeños grandes gestos por la ciencia, muestra por igual a mujeres y varones que hicieron aportes trascendentales en distintas áreas del conocimiento científico, mientras que otros se centran en personajes puramente femeninos como Mujeres de ciencia, Supermujeres Superinventoras o Las chicas son de ciencias. Por otra parte la colección Así me gusta a mí, de Arte a Babor, es una excelente oportunidad para mostrar tanto mujeres como hombres que revolucionaron el arte, con las historias de artistas como Lola Mora, Antonio Berni, Frida Kahlo, Leonardo Da Vinci y muchos otros.

Para los y las amantes de las princesas, hay muchísimos cuentos hermosos que muestran princesas diferentes, que se alejan del estereotipo de alguien en apuros que precisa ser salvada: Las princesas también se tiran pedos, ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?, La princesa rebelde, La princesa vestida con una bolsa de papel, La princesa Li o La cenicienta que no quería comer perdices, son algunos de los más conocidos.

En definitiva, lo importante es elegir libros que entretengan pero sin perder de vista que lo que les leamos dejará huella en las personas adultas que van a llegar a ser. Si al inculcarles el amor por la lectura les inculcamos también valores de igualdad y respeto, les estaremos regalando una infancia libre de estereotipos y etiquetas al tiempo que abriéndoles un abanico mucho mayor de posibilidades para su realización futura.

Y recordemos: los libros, como los juguetes, no tienen sexo, somos nosotros los que tenemos prejuicios.

conocé a nuestra columnista
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré

La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

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