Laura Macció, cofundadora y CEO de metaBIX Biotech y cofundadora de Aravanlabs, nació en Montevideo hace 40 años.
A los cuatro años se mudó con su familia a Durazno y a los siete se radicó en Trinidad, donde estuvo hasta los 18 años, cuando regresó a Montevideo a estudiar. Hizo dos licenciaturas bioquímica y biología, se recibió de esta última con especialización en biotecnología. Confiesa que desde niña le gustan las ciencias, y desde que emprendió, en 2014 con Aravanlabs, quería «construir algo global». Hoy conmetaBix Biotech está por cerrar una ronda de inversión de US$ 1 millón, abrir en Brasil, EE.UU. e India, y asegura que su mercado es el mundo. Está en pareja con su socio en ambos proyectos, tiene una hija y a sus ratos libres los disfruta en familia.
¿Cómo llegó a la biotecnología?
Mi padre es un gran lector de muchos temas y en casa había muchas publicaciones. Yo leía mucho sobre virus y todo eso me fascinó. También miraba muchos documentales. En la escuela tenía muy claro lo que me gustaba, la ciencia. Y en el liceo, cuando en quinto tuve que elegir opté por científico para ver un poco más las matemáticas porque sabía que biología la podía estudiar por mi cuenta. Nunca tuve en duda lo que quería hacer.
¿Cómo fue pasar de investigar a emprender?
Creo que nunca fui investigadora como tal, sino que trabajé en investigación, que es distinto. En la facultad yo investigaba sobre enzimas hidrolíticas, que son las que rompen, por ejemplo, las proteínas que ingresan al cuerpo. Fue mi primer contacto con la ciencia aplicada. Otros aprendizajes vienen de antes. Cuando entré a facultad, mi papá se quedó sin trabajo y mi familia se mudó para Pando. Yo trabajé para poder estudiar y mantenerme. Estuve en la fotocopiadora de la facultad, en la cafetería, y eso me permitió conocer a todos los profesores. Además, la fotocopiadora era como estar en el centro de lo que sucedía, hacía el mejor networking. De hecho, mi primer trabajo formal en la industria se dio por un contacto en la fotocopiadora. En su momento se acercó para decirme que su sobrino tenía un problema de salud importante y yo hice una movida para juntar dinero y ayudarlo. A los dos años volvió y me dijo «me acuerdo que me diste una mano y ahora estoy dejando un trabajo en una empresa fármaco veterinaria ¿querés que te recomiende?». Así entré a esa industria donde conocí la microbiología. Pero también trabajé en un call center donde aprendí sobre ventas y fui guía turística del Teatro Solís que me sirvió para aprender a hacer presentaciones. No hay trabajo bueno o malo, siempre aprendés de tu entorno, de tus compañeros, rescatás cosas que fortalecen tus debilidades. Un trabajo es un lugar donde volcás algo útil a la sociedad y te sentís gratificado por eso.
¿Cuál fue el detonante para crear su proyecto?
A mí lo que me interesa es cómo solucionar un problema con tecnología compleja. En 2012, mientras trabajaba en la empresa fármaco veterinaria, en un momento No pudimos fabricar los medios de cultivo que se utilizaban para controlar los procesos, y al averiguar si alguien en Uruguay vendía, nadie los tenía listos para usar y la venta. Ahí empecé a trabajar todos mis procedimientos pensando en el día que tuviera mi laboratorio para fabricar los medios de cultivo y nació la idea de Aravanlabs. Un año después abrí la unipersonal. Comencé vendiendo servicios para un laboratorio multinacional que producía vacunas y quería medios de cultivos alternativos para tener un backup. Fue un proyecto junto con la UdelaR, en la cátedra donde me había formado. Presenté el plan de negocios a ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) pero no tuve éxito, me dijeron que necesitaba comprender mejor el mercado. A fines de 2014 conocí a Oscar (Figueira), mi pareja, que tiene 20 años en la industria alimentaria, y me dijo que en ese sector para los controles se usan productos importados a costos muy altos por lo que había una oportunidad ahí. Además, a diferencia de la industria farmacéutica donde el químico farmacéutico sabe mucho del proceso, en esta industria se necesitaba más el apoyo de los proveedores para entender cómo llevar a cabo las técnicas de control de calidad. Reformulamos el proyecto para ANII, lo presentamos, fue aprobado y nos incubamos en Khem, incubadora del Parque Científico Tecnológico de Pando (PCTP). En diciembre de 2014 creamos la empresa y en 2015 empezamos.

¿Cómo pasó de un emprendimiento a un proyecto consolidado en poco tiempo?
La clave es que además de desarrollar productos y fabricarlos, yo hacia el reparto y visitaba a los clientes lo que me daba la oportunidad de conocer a las personas y entablar relaciones personales. Nadie te va a hablar de sus problemas de contaminación microbiológica el primer día que te conoce. Al primer año y medio ya habíamos desarrollado 60 productos, más de la mitad eran nuevos para el país. Es que uno entiende el problema de verdad del cliente conversando y entendiendo sus necesidades, no desde un libro, viendo YouTube o sentado en una oficina. Eso nos permitió entender que en Uruguay hay excelentes laboratorios de microbiología que controlan el productos terminado, pero no generan el conocimiento que le diga al responsable de calidad donde está el error cuando le algo le da mal. Ahí tuvimos la idea de que el aire estaba muy subestimado en lo que es monitoreo y compramos un dispositivo de muestreo de aire. Con eso, detectamos en un frigorífico que desde un vestuario es desde donde se arrastraba la contaminación que tenían, y que todo se solucionaba con una inversión de US$ 150 dólares. Ayudamos a tomar decisiones eficientes. En 2017 llegamos al punto de equilibrio con crecimiento orgánico, y co-invertimos con el PCTP en una nueva planta que nos permitió aumentar la capacidad productiva y habilitar GMP (Buenas Prácticas de Fabricación) para exportar. Al llegar la pandemia, ya teníamos el conocimiento y nos habíamos posicionado en avicultura.
¿Recibieron inversión?
Solo de ANII y ANDE, en total cerca de US$ 1,5 millones, crecimos en forma orgánica.
En 2022 lanzan metaBix Biotech, ¿cómo surgió?
En 2020 cuando llegó la pandemia, nuestra primera patente era un dispositivo de muestreo de aire. Y al querer llevarlo a un proyecto para predecir enfermedades, entendimos que teníamos que desarrollar una cantidad de conocimiento que involucraba técnicas de biotecnología e inteligencia artificial. Nos hizo sentido hacer la spinoff y al año y medio derivó en metaBix. Luego de casi dos años, a fines de 2024 comprometimos un lead investor y más del 90% de la ronda presemilla de US$ 1millón y ahora estamos preparando la serie A. Tenemos el headquarter en Nueva York ya que estamos firmando un membership con NewLab lo que nos permitirá hacer el soft landing en EE.UU. También tenemos en marcha un contrato con una de las cinco industrias fármaco veterinarias más grandes para un piloto en ese país y estamos haciendo los primeros test con dos universidades allá. Además, creceremos en Brasil donde tenemos la compañía abierta asociada al Biopark, un distrito de innovación en Paraná, el principal estado exportador de aves de Brasil. También estamos por cerrar un acuerdo con cooperativas referentes en ese país. Ahí, nuestro líder de venta es quien fue director técnico de Merck (fabricante multinacional alemán de productos farmacéuticos, químicos, y biotecnología) durante 15 años. Y en India tenemos socios que conocen empresas hace 30 años y nos brindan datos para hacer smart business, o sea, recolectar datos y crear indicadores con nuestras herramientas de machine learning, inteligencia artificial, para predecir enfermedades.

¿Qué estrategia aplican para el armado del consejo asesor?
Conformar un advisory board global. Tenemos personas en el bord que hace 20 años asesoran a la OTAN y a Defensa en temas de medicina militar. Otro asesor está en producción animal global, con cargos de liderazgo en empresas fármaco veterinarias hace ya 30 años. Está Karina Rasic, argentina basada en Francia que viene de una familia de producción avícola que vendió su empresa a una multinacional y conoce todos los problemas de la industria con la cabeza de CFO. Estamos en deep tech impulsando la barrera del conocimiento en predicción de enfermedades y queríamos inversores de ese mundo pero también que están acostumbrados a escalar y retener clientes.
¿Cómo están sus empresas?
Aravanlabs hoy tiene su propia gerencia, cuenta con entre 150 y 200 clientes, todos en Uruguay y la mayoría son de la industria alimentaria y farmacéutica. Se está preparando la estrategia para internacionalizar. Yo estoy dedicada a metaBix que tiene entre seis y ocho clientes en Uruguay y Ecuador. Contamos con 12 planes de suscripción y estamos por cerrar acuerdos con cooperativas en Brasil, una de ellas de producción de cerdos que tiene 4.000 granjas, eso serían 4.000 planes de subscripción. Nuestra idea es entrar de a poco, mostrar resultados, crecer con ellos, y recién a fines de este año o a principios del que viene, ir con los grandes jugadores. El 80% de la producción global de proteína animal está concentrada en 200 compañías.
MetaBix se define como una empresa de deep tech, ¿cuál es su disrupción?
Entendiendo que el aire estaba subestimado como medio para transmitir enfermedades y para obtener un gran volumen de datos, y desarrollando un método que colecta aire muy sencillamente. Esos datos son la «pepita de oro» para la inteligencia artificial. Nuestra tecnología redefine la vigilancia epidemiológica mediante un enfoque impulsado por inteligencia artificial. No solo detectamos cualquier virus o bacteria en una única muestra, sino que esta capacidad permite una vigilancia eficiente desde el primer día, brindando información clave para la toma de decisiones inmediatas. Pero no nos conformamos con eso. Empujamos las fronteras del conocimiento con un roadmap de IA diseñado para evolucionar hacia la predicción temprana de enfermedades, anticipando brotes antes de que ocurran. Esta capacidad nos posiciona como un pilar estratégico no solo para la industria agropecuaria, sino también para aseguradoras sanitarias y gobiernos, proporcionando inteligencia predictiva con geolocalización para una toma de decisiones más eficiente y proactiva. Por ejemplo, para que compañías farmacéuticas pueden saber qué vacunas pueden vender en un lugar determinado. Es decir, van a una granja, sacan muestras para saber qué patógenos están en ahí y desarrollan vacunas específicas para esa granja.

A diferencia de Aravanlabs, con metaBix decidieron que el crecimiento sea con inversión, ¿por qué cambiaron?
En lo personal me quitaba el sueño tener algo global. A metaBix lo vi global desde el inicio, vi cosas que en su momento me decía «¡estoy volando un poco de más!» pero a los dos o tres años se iban concretando. Confío mucho en el proceso de crecimiento, en el equipo. Tener al cliente cerca es un cachetazo de realidad todos los días, está buenísimo, es necesario. Al ver ese potencial dije hay que llevarlo a cabo y para eso hay que levantar capital. Ahora estamos terminando el due diligence con el fondo de Chile especializado en foodtech, que invierte como lead investor . MetaBix no se va a diluir mucho porque Aravanlabs apoyó el desarrollo y no pasó por una company builder.
¿Es fácil vender biotecnología desde Uruguay al mundo?
No te conocen. En India tenés que explicar que es Latinoamérica. De todas formas, acá miramos al norte y hay otra mitad del mundo donde se está jugando gran parte del partido. Para mí esa fue una de las premisas muy importantes de metaBix, ir hacia ese mercado. Mucha gente me decía que sumaba riesgos porque es un mercado que no nos conoce, pero yo digo que estoy diluyendo el riesgo. ¿Por qué? Porque no podés mirar sólo la mitad del mundo si querés realmente ser global. Nosotros tenemos tres patentes en 20 países. Desde el día uno tenemos la empresa en Delaware y tenemos una advisory board global. Pero ojo que Uruguay tiene muchos beneficios. Por ejemplo, la parte de Investigación y Desarrollo está acá, porque el nivel local es muy bueno, acá se puede hacer buena biotecnología y sale un tercio del costo de hacerlo en EE.UU.
Emprendió hace unos diez años, ¿cómo define el sector emprendedor en Uruguay?
Vive una revolución, cada vez somos más y de buena calidad y eso se siente. Cuando yo arrancaba no tenía con qué comparme y la incubadora Khem tuvo un rol muy importante porque nos puso a alguien que nos enseñara a armar un plan de negocio, un plan de venta. Con Aravanlabs hemos dado peleas que le abrieron caminos a los que han venido atrás.
¿Ser mujer impactó al momento de emprender?
No importa si sos mujer u hombre, mi consejo es que hay que dedicar tiempo a entender qué es lo que queremos hacer, descubrirlo, aceptarlo, ponerlo en práctica y después aprender cómo ser la mejor versión haciendo eso. Lo único que pienso es romper mis límites personales, no me interesa lo que la sociedad pueda pensar. Si alguien me subestimó por ser mujer es un problema del otro, no mío. Estoy segura que mil veces me han subestimado por ser mujer pero se lo perdió el otro por sus prejuicios. Si no me dieron un trabajo porque soy mujer y pensaron que al quedar embarazada no iba a poder hacerme cargo, se perdieron la mejor empleada que podían haber tenido. Y estoy segura que a mí me fue mucho mejor no tomando ese trabajo. Yo pondría tiempo y recursos en educar en que ese mindset cambie, porque el que cambia de opinión va a criar a sus hijos diferente.

En los últimos años, varias startups de biotech uruguayas han logrado captar inversión para sus proyectos, incluso referentes como Sergio Fogel apuntan a ese sector, ¿cómo evalúa el escenario local para el sector?
Se está armando un grupo muy interesante de biotech en Uruguay y mi consejo es que hay que acercarse al mundo Tics, a inteligencia artificial. Hoy cualquier biotech tiene que estar hablando de inteligencia artificial y eso te acerca a Deep Tech. Lo que veo en Uruguay es que tenemos una muy sólida comunidad de tecnología y una emergente de biotecnología donde cada uno hace su camino. Lo rico sucede en el medio de las dos, hay un potencial enorme. Tenemos que juntarnos y hablar. Cuando yo arranqué, pedía que me dejaran entrar en los eventos de tecnología. Sobre que algunos referentes de tecnología están invirtiendo, son casos aislados, por ejemplo, Fogel lo hace porque le gusta la biotecnología. Celebro que haya una comunidad emergente de biotecnología pero hay que juntarse más con la de tecnología porque hay una oportunidad de que hagamos mucho más de lo que estamos haciendo.
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