La esquina de Obligado y Maldonado es emblemática de Pocitos. Durante más de dos décadas allí funcionó el restaurante Pantagruel, con su glotón alegre pintado en la pared.

Tras el cierre, Mariana Cortinas, Sofía Bayarres y Álvaro Russi se enamoraron del lugar y lo eligieron para abrir su proyecto gastronómico, con la idea de «volver a sus raíces». Estuvieron siete meses en obra -donde ellos mismos trabajaron en la construcción- y en abril de este año abrieron las puertas de Pantagruel Bodegón. Conservaron el nombre original en honor al legado del lugar y «un poco el folklore de ser atendido por los dueños», contó Cortinas, una de las socias.

La carta gira alrededor de la comida casera, que los dueños procuraron tuvieran precios accesibles para que los comensales pudieran degustarlas todas. «El plan de Pantagruel es que puedas comer mucho y rico», resumió la empresaria, y agregó: «son esos platos que todos podríamos hacer en casa, o que hacía la abuela, que tienen sabor a un lugar, a un clima, a un tiempo».

Los platos son sencillos, con ingredientes nobles, que el chef Álvaro Russi eleva con una elaboración impecable y algún sabor inesperado. Entre ellos se lucen el coliflor enmantecado, los puerros confitados, la milanesa napolitana (que recomiendan compartir, porque pesa casi un kilo) y las papas panaderas, que se sirven con hongos, huevo frito -con dos yemas- y aceite de trufa.

Pero en Pantagruel no solo se come bien, también se bebe. La carta de vinos es amplia y hay para todos los gustos con 25 etiquetas para elegir. El vino viene servido en vaso, para «mantener esa esencia familiar» y cuesta $ 170.

El bodegón recibe a los clientes con un ambiente hogareño y relajado, con luces cálidas, mobiliario ecléctico y cocina a la vista, junto a la barra, desde donde se puede ver el proceso de preparación de los platos.