Un aviso clasificado publicado en La Nación fue la causa por la que Francisco Yobino se mudó de Buenos Aires a Maldonado en 1985 y cambió la historia del dulce de leche en el país, entre otras cosas. "Vendo chacra en Punta Ballena", decía el anuncio. El empresario tenía entonces 45 años y terminaba una etapa de su vida, punto final para su primer matrimonio y una larga trayectoria laboral vinculada a ingenios azucareros. Lapataia había nacido en 1967 en aquel país como marca de los sobrecitos con azúcar que Yobino fraccionaba en una planta en Banfield y se ocupaba de comercializar, famosos entre los porteños porque estaban ilustrados por Carlos Garaycochea, amigo suyo de toda la vida.
En agosto del año pasado, el establecimiento de Yobino, Tambo El Sosiego, volvió a ocupar centímetros y minutos en los medios de comunicación uruguayos. No por la fama y la calidad del dulce de leche y los quesos de cabra Lapataia que todavía perduran y son productos premium del mercado. Tampoco por cumplirse ese año en el tambo la décima edición del Festival Internacional de Jazz; sino que Yobino y su emprendimiento se destacaron en la prensa por la desgracia de tener que vérselas con el remate judicial de la propiedad. El Banco República reclamaba el pago de una deuda por entonces de U$S 400 mil.
La medida de rematar 35 hectáreas que la propiedad tiene en la zona de chacras de Punta Ballena devolvía al mercado inmobiliario un área que, fraccionada, tentaba bastante a la especulación de precios. La suspensión del remate, que tuvo lugar apenas este dio comienzo, no obedeció, sin embargo, a ningún "apoyo" aparecido a último momento. Yobino pagó una parte de la deuda y refinanció el resto.
Tiempos de malas. El Sosiego sufrió los mismos embates que la mayoría de las empresas durante los últimos años. La devaluación brasileña de 1999 perjudicó las exportaciones de dulce de leche a ese país que hacia fines de la década del 90 llegaron a 10 toneladas mensuales y un ingreso de U$S 350.000 anuales. En aquel entonces, el Sosiego llegó a ser el primer establecimiento del país en el ranking de exportaciones de dulce de leche. Brasil, Estados Unidos, Paraguay y México fueron los principales mercados. También llegó a ser el tambo de mayor producción de leche por hectárea de Uruguay: 160 vacas y 350 cabras en 45 hectáreas. A pesar de ser mecánico, con el sistema espina de pescado, que aún conserva, ordeñando una docena de animales por vez llegó a producir 550 mil litros al año. La producción de dulce de leche, antes de 1998, osciló entre 30 y 40 toneladas mensuales.
Tras la devaluación brasileña llegó la crisis argentina, su impacto sobre Uruguay y un quinquenio para el olvido a ambas márgenes del Plata. La nefasta noche del 23 de agosto pasado agregó un temporal que levantó y destrozó el techo del anfiteatro en el que se desarrolla el Festival y en los días que siguieron saquearon las ruinas: se llevaron equipos de música y otras pertenencias.
mercado. Los lamentos de Yobino parecen querer ocultar que la economía doméstica dejó atrás la recesión ya en el segundo semestre de 2003 y no paró de crecer hasta el día de hoy. Aunque es cierto que se partió desde muy abajo, también lo es que Lapataia no innovó, ni agregó valor a sus productos en un mercado en fuerte competencia.
El empresario argentino dice seguir apostando a la explotación agroturística y a la movida cultural del jazz, manteniendo a fuerza de trabajo lo que ha logrado, sin nuevas inversiones en ninguna de las áreas en el último lustro. Los productos Lapataia siguen siendo exclusivos de una importante cadena de supermercados de Porto Alegre, "pero la cantidad no es significativa". Tienda Inglesa lleva sus productos a Miami, "muy esporádicamente". Es decir, la política comercial de Yobino se limita a "mantener la presencia de los productos en las góndolas".
Tampoco están dadas las condiciones para pensar en aumentar la producción con el fin de colocarla en el mercado local. Las diez toneladas mensuales de dulce de leche que se fabrican actualmente alcanzan y sobran para el consumo interno. Cincuenta vacas, 120 cabras y nueve empleados, incluido Yobino, y ese mínimo tope de producción asegura los números que le permiten mantener andando el establecimiento
"¿Si sigo con la soga al cuello? Claro", concluye Yobino, "siempre lo estoy. Pero estas son las reglas de juego".
Apoyo que no conforma
El pasado 5 de julio el ministro de Turismo, Hector Lescano declaró de interés turístico al Tambo El Sosiego en reconocimiento que "dicho establecimiento realiza durante todo el año distintas actividades turísticas, rurales y culturales y que en sus veinte años de vida ha sido visitado por más de dos millones de personas de todas partes del mundo".
Veinte días más tarde, el presidente Tabaré Vázquez declaró de interés nacional la 11ª Edición del Festival Internacional de Jazz de Lapataia. Sin embargo, una acotación al texto ("esta declaración no implicará erogación alguna para el Erario Público en cumplimiento de las normas que han dispuesto la reducción del gasto".), da pie a Yobino a formular preguntas. ¿Alcanza con apoyar desde el discurso el desarrollo de la cultura y el turismo? ¿De qué otras formas más concretas los privados podemos sentirnos estimulados para invertir?