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TECNOLOGÍA

La curiosa comparación entre ChatGPT y la bomba nuclear que hizo el CEO de OpenAI

Sam Altman analiza los pros y contras de esta tecnología que promete cambiar el mundo. Cómo planea solucionar el impacto de esta disrupción si finalmente la inteligencia humana se vuelve inútil

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Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI y creador de ChatGPT
Sam Altman, CEO de OpenAI, parafraseó a Robert Oppenheimer, líder del Proyecto Manhattan, quien creía que la bomba atómica era una inevitabilidad del progreso científico.
Foto: Archivo

Por Cade Metz
The New York Times

Conocí a Sam Altman por primera vez en el verano (boreal) de 2019, días después de que Microsoft acordara invertir US$ 1.000 en su startup, OpenAI. A sugerencia suya, cenamos en un restaurante pequeño y moderno, no lejos de su casa en San Francisco.

A la mitad de la comida, levantó su iPhone para que pudiera ver el contrato que había estado negociando durante los últimos meses con una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo. Dijo que la inversión de Microsoft ayudaría a OpenAI a construir lo que se llamóinteligencia artificial general, o AGI(NdR: su sigla en inglés), una máquina que podría hacer cualquier cosa que el cerebro humano pudiera hacer.

Más tarde, Altman comparó su startup con el Proyecto Manhattan. El esfuerzo de EE.UU. para construir una bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial había sido un «proyecto a la escala de OpenAI, el nivel de ambición al que aspiramos», dijo.

Creía que la AGI traería prosperidad y riqueza al mundo como nadie había visto nunca. También le preocupaba que las tecnologías que su empresa estaba construyendo pudieran causar daños graves: difundir desinformación y socavar el mercado laboral. O incluso destruir el mundo tal como lo conocemos.

En 2019, esto sonaba a ciencia ficción. En 2023, la gente comienza a preguntarse si Altman fue más profético de lo que creían.

Ahora que OpenAI ha lanzado su chatbot onlne ChatGPT, cualquier persona con conexión a Internet está a un clic de distancia de la tecnología que responderá preguntas candentes sobre química orgánica, escribirá un ensayo sobre Marcel Proust, o incluso generará un software que deja caer copos de nieve digitales en la pantalla de una laptop, todo con una habilidad que parece humana.

A medida que las personas advierten que esta tecnología también es una forma de difundir falsedades o incluso persuadir a las personas para que hagan cosas que no deberían, algunos críticos acusan a Altman de comportamiento imprudente.

Hace dos semanas,más de 1.000 expertos en inteligencia artificial (IA) y líderes tecnológicos pidieron a OpenAI y otras startups que detuvieran su trabajo en sistemas como ChatGPT, diciendo que presentan «profundos riesgos para la sociedad y la humanidad».

Según Altman, «la exageración sobre estos sistemas, incluso si todo lo que esperamos es correcto a largo plazo, está totalmente fuera de control a corto plazo». Hay tiempo para comprender mejor cómo estos sistemas cambiarán el mundo, apuntó.

Muchos líderes de la industria, investigadores de IA y expertos ven a ChatGPT como un cambio tecnológico tan importante como la creación del navegador web o el iPhone. Pero pocos pueden ponerse de acuerdo sobre el futuro de esta tecnología.

Chat GPT
Chat GPT
Foto: Ponzetto, Fernando

Altman, un empresario e inversionista delgado y de apariencia juvenil de 37 años de los suburbios de St. Louis, se sienta tranquilamente en medio de todo. Como CEO de OpenAI, de algún modo encarna cada uno de los puntos de vista aparentemente contradictorios, con la esperanza de equilibrar la miríada de posibilidades a medida que mueve esta tecnología extraña, poderosa y defectuosa hacia el futuro.

Pasar tiempo con Altman es comprender que Silicon Valley impulsará esta tecnología, aunque no está muy seguro de cuáles serán las implicaciones. En un momento durante nuestra cena en 2019, parafraseó a Robert Oppenheimer, líder del Proyecto Manhattan, quien creía que la bomba atómica era una inevitabilidad del progreso científico. «La tecnología sucede porque es posible», explicó.

Contradicciones

ChatGPT, el chat de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI.
Logo de ChatGPT, chat de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI
Foto: AFP

La casa de fin de semana de Altman es un rancho en Napa, California, donde los granjeros cultivan uvas y crían ganado.

Durante la semana, Altman y su pareja, Oliver Mulherin, un ingeniero de software australiano, comparten una casa en Russian Hill, en pleno San Francisco. Pero cuando llega el viernes, se mudan al rancho, un lugar tranquilo entre las colinas rocosas cubiertas de hierba.

Altman es un hombre que vive con contradicciones, incluso en su casa de retiro: un vegetariano que cría ganado vacuno.

En una caminata reciente en el rancho, discutimos, una vez más, el futuro de la IA. Sostuvo que su compañía estaba construyendo tecnología que «resolvería algunos de los problemas más apremiantes, realmente aumentaría el nivel de vida y también descubriría usos mucho mejores para la voluntad y la creatividad humanas».

Altman es en gran medida producto del Silicon Valley que creció rápida y alegremente a mediados de la década de 2010. Como presidente de Y Combinator, una aceleradora de startups de Silicon Valley e inversionista, de 2014 a 2019, asesoró a un sinfín de proyectos, y fue lo suficientemente astuto como para invertir en varios que se convirtieron en nombres familiares, como Airbnb, Reddit y Stripe. Se enorgullece de reconocer cuándo una tecnología está a punto de alcanzar un crecimiento exponencial, y luego tomar esa curva hacia el futuro.

Antes del boom de ChatGPT, Altman decía que la IA «resolvería algunos de los problemas más apremiantes, realmente aumentaría el nivel de vida y también descubriría usos mucho mejores para la voluntad y la creatividad humanas»

Su mentor de mucho tiempo, Paul Graham, fundador de Y combinator, explicó la motivación de Altman de esta manera: «¿Por qué está trabajando en algo que no lo hará más rico? Una respuesta es que muchas personas hacen eso una vez que tienen suficiente dinero, lo que probablemente hace Sam. La otra es que le gusta el poder».

Distribuir la riqueza

En marzo, Altman tuiteó una selfie tomada durante una fiesta que lo mostraba sonriendo entre una mujer rubia haciendo el signo de la paz y un hombre barbudo con un sombrero de fieltro.

La mujer era la cantante Grimes, expareja del CEO de Tesla y dueño de Twitter Elon Musk, y el tipo del sombrero era Eliezer Yudkowsky, un investigador de IA que cree, quizás más que nadie, que esa tecnología algún día podría destruir a la humanidad.

Yudkowsky y sus escritos jugaron un rol clave en la creación de OpenAI y DeepMind, otro intento para construir AGI. También ayudó a generar la vasta comunidad online de racionalistas y altruistas efectivos que creen que la IA es un riesgo existencial. Este grupo influyente está integrado por investigadores de muchos de los principales laboratorios de IA, incluido OpenAI. No ven esto como hipocresía: muchos de ellos consideran que como entienden los peligros más claramente que nadie, están en la mejor posición para construir esta tecnología.

Altman arguye que en lugar de desarrollar y probar la tecnología a puerta cerrada antes de lanzarla, es más seguro compartirla gradualmente para que todos puedan comprender mejor los riesgos y cómo manejarlos.

Cuando le pregunté a Altman si una máquina que pudiera hacer cualquier cosa que pudiera hacer el cerebro humano eventualmente reduciría el precio del trabajo humano a cero, lo objetó. Dijo que no podía imaginar un mundo donde la inteligencia humana fuera inútil.

Si se equivoca, cree que puede compensar a la humanidad.

Reconstruyó OpenAI como una empresa con ganancias limitadas. Esto le permitió conseguir miles de millones de dólares en financiación prometiendo beneficios a inversores como Microsoft. Pero estas ganancias tienen un tope, y cualquier ingreso adicional se volverá a inyectar en la organización sin fines de lucro OpenAI que se fundó en 2015.

Su gran idea es que la empresa capturará gran parte de la riqueza del mundo a través de la creación de AGI y luego redistribuirá esta riqueza a la gente, aunque no está seguro de cómo se llevaría a cabo el reparto de esos ingresos. El dinero podría significar algo muy diferente en este nuevo mundo.

Pero como Altman me dijo una vez: «Siento que la AGI puede ayudar con eso».

El camino de la startup

Altman no es programador ni ingeniero ni investigador de IA. Es quien establece la agenda, reúne a los equipos y cierra los tratos. En 2015 fundó OpenAI como una organización sin fines de lucro junto con un grupo que incluía a Elon Musk. En 2019, cuando la investigación de OpenAI despegaba, Altman renunció a Y Combinator para concentrarse en la empresa. En un año, OpenAI había anexado un brazo con fines de lucro para buscar el dinero que necesitaría para construir una AGI. Altman no está necesariamente motivado por el dinero. Solo cobra un salario anual de US$ 65.000 y tiene una pequeña porción de una antigua inversión en OpenAI por parte de Y Combinator.

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