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Gravar a los robots, la propuesta de Bill Gates que no termina de cerrar

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Tecnología. Podría sustituir el 60% del mercado laboral en Uruguay en los proximos 10-15 años, según investigación del IEEM. (Foto: EFE)

INFORME

La propuesta que lanzó el fundador de Windows en 2017, pretendía que lo recaudado se destine a capacitaciones y seguridad social, pero expertos alertan que atentaría contra inversión en tecnología y competitividad

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Sin dudas habrá impuestos relacionados a la automatización. Si un robot viene a hacer el trabajo de una persona hay que ponerle un impuesto del mismo nivel». Así de categórico fue Bill Gates, fundador del gigante tecnológico Microsoft, cuando en una entrevista a Quartz hace dos años, sugirió que los robots paguen impuestos e intentó traer luz sobre los problemas que acarrea el desplazamiento de los trabajadores por la tecnología, como subsidiar programas para reinsertar trabajadores y costear los programas de seguridad social.

Si bien algunos expertos indican que la denominada Cuarta Revolución Industrial en el largo aliento generará tantos puestos de trabajo como los que desplaza, a corto plazo la realidad es distinta. De acuerdo al estudio de Tendencias de Capital Humano de Deloitte, mientras que en 2017 solo el 9,75% de las organizaciones latinoamericanas esperaba que la Inteligencia Artificial y las tecnologías cognitivas impactarían en la composición de la fuerza laboral en 2020, este año la cifra trepó a 47,94%, indicó Lucía Muñoz, gerente senior de consultoría en Capital Humano de Deloitte.

En Uruguay la cifra es aún mayor. Según un estudio de 2018 del IEEM, la escuela de negocios de la Universidad de Montevideo (liderado por Leonardo Veiga), un 54% de las posiciones de trabajo ocupadas en Uruguay corren un alto riesgo de automatización en los próximos 15-20 años.

A su vez, Gates propuso reducir la velocidad de adopción para descifrar y «evaluar bien» qué pasa con las comunidades donde esto tiene un impacto particularmente grande. Pero su propuesta no logró resultados concretos aún.

Gates. La ganadería es una prioridad para su fundación, cuya misión es "ayudar a la gente a vivir vidas sanas y productivas".
Gates. Puso el tema en el tapete mundial en febrero de 2017..

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Recalculando

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En 2017, el mismo año que Gates puso el tema en el mapa global, el parlamento europeo consideró y rechazó un impuesto a los robots. La preocupación radicó en que retrasaría la innovación y eso sería una desventaja económica. La misma visión tienen el gobierno y varios expertos en Uruguay.

Nelson Lostaunau, subsecretario del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) comentó que si se gravan las máquinas «se va a detener el desarrollo, la transformación, la revolución digital».

NELSON LOUSTAUNAU
Hay que transitar un camino intermedio con nuevas formas de gravabilidad que no sean exclusivamente al salario, como la productividad", comentó Nelson Lostaunau, subsecretario del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) .

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Para el jerarca, la alternativa es transitar un camino intermedio con nuevas formas de gravabilidad que no sean exclusivamente al salario, como la productividad. «A medida que la tecnología siga desplazando fuentes de trabajo, una de las cosas que puede gravarse es la productividad generada de la tecnología, que será más eficiente y estandarizado», indicó. De todas, formas si bien es un tema «impactante» y que «preocupa», hoy no es el «tema uno» del Ministerio.

Por su parte, Pablo Regent, decano del IEEM, quien llamó a no escandalizarse ante nuevos impuestos, coincidió en que gravar la tecnología puede jugar en contra del país.

«Lo único seguro es que en unos años habrá impuestos a cosas nuevas y raras que también traerán consecuencias. Hace unos siglos se gravó a personas en función a las ventanas que tenía una casa. Eso trajo que se hicieron casas sin ventanas y aumentaron las enfermedades», comparó. En esa línea, un impuesto a los robots no debería existir porque a la larga «castigar la tecnología es reducir la productividad y ser menos competitivo, a la par que desalienta la inversión en esta área. Es algo difícil de hacer por países seguidores como nosotros. Si la medida no está alineada a nivel global, la consecuencia es que Uruguay será menos competitivo y atractivo para invertir. Y, por nuestro tamaño, estamos condenados a ser competitivos», afirmó.

Bruno Gili - Socio de CPA Ferrere
Cobrar por automatización parece un poco traído de los pelos, porque ¿cómo se define qué tecnología hay que gravar? De hecho, hace años que existen procesos automatizados», reflexionó Bruno Gili, socio de CPA Ferrere.

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Un impuesto tampoco sería la solución final para la directora de Asesoramiento Tributario de PwC, Eliana Sartori, porque las empresas podrían trasladar el sobrecosto al precio. Por ello, remarcó como necesario saber a qué se grava (qué se define como robot) cuándo, cuánto y cómo es el nuevo impuesto.

«Hay nuevas manifestaciones de riqueza y hay que gravarlas, pero hay que tener cuidado cuándo y qué cuantía, porque puede inhibir la inversión. Entonces, no pongamos un nuevo impuesto, tal vez la solución sea disminuir lo que se reintegra a las empresas por invertir en tecnología», opinó.

Pablo Regent
"Si la medida no está alineada a nivel global, la consecuencia es que Uruguay será menos competitivo y atractivo para invertir", advirtió Pablo Regent, decano del IEEM.

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Tampoco es el camino a seguir en la opinón de Bruno Gili, socio de CPA Ferrere, ya que traería otro problema y es que a qué cuenta de ahorro iría. «El Estado se debe financiar por los grandes impuestos a las empresas, a las personas que trabajan, y si las empresas ganan mucho dinero por la automatización, entonces deberán pagar más por eso. Cobrar por automatización parece un poco traído de los pelos, porque ¿cómo se define qué tecnología hay que gravar? De hecho, hace años que existen procesos automatizados», reflexionó.

Afinar la puntería y definir para qué gravar también es clave según Gerardo Cedrola, catedrático de relaciones laborales y negociación colectiva de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales de la Universidad ORT.

Su planteo está asociado a que no está claro si los robots reemplazarán todas las tareas, porque si bien se automatizarán varias, el humano hará otras. «Entonces, lo correcto sería establecer una modalidad dual, que combine ambas situaciones, porque si se impone impuestos a la tecnología en vez de incentivar la innovación, se penaliza. Y en caso de imponer el impuesto, debería ser únicamente para financiar la seguridad social de los trabajadores», afirmó.

Eliana Sartori, directora en PwC, experta en tributación internacional.
Hay nuevas manifestaciones de riqueza y hay que gravarlas, pero hay que tener cuidado cuándo y qué cuantía, porque puede inhibir la inversión", indicó Eliana Sartori, directora de Asesoramiento Tributario de PwC, 

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Nuevos trabajos

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Otra de las interrogantes que surgen de este fenómeno es la reinserción de las personas desplazadas por la tecnología. En su momento, Gates deslizó que parte de lo recaudado podría destinarse a capacitar en nuevas habilidades a los desplazados por la tecnología.

De hecho, el catedrático de ORT dijo que existen dos grandes líneas de reflexión. La primera es que aún se regula el mercado de trabajo del siglo XXI con normas del siglo XIX y la segunda refiere a rever la formación profesional. «Si tenés gente que pierde trabajo, lo que hay que hacer es lograr reinsertarla a través de la educación formal, que adquiera capacidades y facilidades para reemplearse en nuevas tareas», dijo Cedrola.

Para Gili, la robotización y automatización están generando la mayor diferencia en el mundo del trabajo, porque las personas con mayores capacidades técnicas y humanas tienen mayores ingresos.

Sin embargo, lejos de ser una amenaza, el desplazamiento de ciertas tareas puede llegar a ser una oportunidad. En su momento, Gates explicó que justamente «el mundo quiere aprovechar esto» para que los robots hagan los bienes y servicios y así liberar mano de obra destinada a «un mejor trabajo con ancianos, brindar clases escolares más pequeñas y ayudar a los niños con necesidades especiales, tareas donde la empatía y la comprensión humanas son todavía únicas y hay escasez de personas».

Sartori, de PwC, coincidió: «Lo que me parece importante es cómo voy a destinar el dinero, porque lo que tengo que implementar son programas de inserción a las personas que queden afuera del mercado laboral».

En Deloitte van más allá y afirman que sumar tecnología no precisamente genera un ahorro en sí mismo para las empresas, sino que éste proviene por la reasignación de tareas humanas. Es que según investigaciones de la consultora, no se reemplazarán trabajos sino tareas rutinarias, cotidianas, que implican análisis y consolidación de gran cantidad de datos y cálculos dentro de los procesos, además de las que resultan más peligrosas para el hombre.

Así, incorporar automatización y tecnologías cognitivas «complementará el talento humano y creará oportunidades para aumentar la productividad». «Se liberará a las personas para que utilicen su tiempo en tareas más significativas y se centren en las de mayor nivel cognitivo que requieren capacidades exclusivamente humanas», dijo Muñoz. En consecuencia, el ahorro en la producción no será porque las máquinas son más baratas que el trabajo humano, sino como consecuencia del nuevo marco de trabajo, agregó. «Se abocarán a la búsqueda continua de soluciones y oportunidades que no habrían podido encontrar si hubieran estado preocupados con las tareas que pueden ser gestionadas por las máquinas», se explayó la experta.

Una de las mayores revoluciones laborales está en marcha, ¿quién tomará la posta?

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