El café cotiza por las nubes, pero la producción mundial se desploma

Costos de elaboración al alza y fenómenos climáticos adversos cada vez más frecuentes golpean el sector cafetero en países productores como Honduras, Brasil o Vietnam

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Café.
Foto: Pexels.

The new york times

Estos deberían ser tiempos maravillosos en Finca El Puente, una plantación de café enclavada en las montañas del suroeste de Honduras. En los mercados mundiales, el precio del café común se ha más que duplicado durante el año pasado. Las variedades especiales de café cosechadas en la finca han tenido durante mucho tiempo una prima considerable, lo que refleja su condición de fuente de brebajes aromáticos que se saborean como el buen vino desde Seattle hasta Seúl.
Sin embargo, los propietarios de la operación -Marysabel Caballero, una productora de café de cuarta generación, y su esposo, Moisés Herrera- están cada vez más aprensivos. Los costos de producción aumentaron. Deben pagar salarios adicionales para atraer a los escasos trabajadores; los fertilizantes están más caros. Su cosecha ha sido devastada por lluvias inoportunas y temperaturas volátiles. Incluso después del aumento de los precios, es probable que ganen menos que el año pasado.

Les preocupa la posibilidad de que los precios altos puedan impulsar a algunos bebedores de café a limitar su consumo, sustituyéndolo por productos más baratos como refrescos y bebidas energéticas para satisfacer su antojo de cafeína.

Cuanto más lejos miran hacia el futuro, mayor es su preocupación. Más que nada, les preocupa lo que impulsa los precios al alza: el cambio climático, con foco en Brasil y Vietnam, los dos mayores productores mundiales.

Esto es lo que genera ansiedad en las plantaciones de café de todo el planeta. Quien se beneficia del aumento de los precios, hoy puede ser destruido por una calamidad mañana.

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Granos de café.
Foto: Eastwardcoffee.

La cosecha de Finca El Puente se vio dañada por una ola de frío en diciembre y enero, seguida de lluvias tardías que disuadieron a sus trabajadores de aventurarse en las plantaciones para recoger fruta madura. Teniendo en cuenta esto, ven los precios récord menos como una ganancia inesperada que como una manifestación de problemas en desarrollo.

Algunos ven el café más caro como una corrección a un sistema internacional que durante mucho tiempo ha pagado mal a los productores, y que tiene el potencial de rectificar generaciones de injusticia y destrucción ambiental.

«Los métodos de producción más antiguos han despojado a los suelos de su salud y fertilidad, y no permiten la resiliencia frente al cambio climático», dijo Amanda Archila, directora ejecutiva de Fairtra de America, una organización sin fines de lucro que establece estándares ambientales y sociales para los productores de café, certifica a los que los cumplen y los conecta con los mercados mundiales a precios mínimos garantizados. «Necesitamos precios más altos, precios que permitan a estos agricultores invertir en el futuro del café».

Si los agricultores ganan más, se piensa, pueden cambiar a variedades de café que sean resistentes frente al aumento de las temperaturas y las lluvias variables. Pueden plantar árboles de sombra para proteger sus suelos. Entonces, estarán mejor posicionados para capear las fuertes oscilaciones de precios que, durante siglos, han regido los mercados internacionales de materias primas, gestionando sus plantaciones a largo plazo.

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La pregunta es si esta renovada atención se traducirá en cambios. La mayor parte de las ganancias se las han llevado tradicionalmente los principales tostadores de café, que han crecido junto con el precio de los granos, aunque muchos productores no han logrado hacerse con una parte de la recompensa adicional. Los acontecimientos de los últimos años han revelado las vulnerabilidades del sistema, al tiempo que han introducido otras nuevas.

Los cambios en las regulaciones también aumentaron la incertidumbre. En todo el mundo, los comerciantes que compran granos de café a los agricultores y los exportan a los tostadores suelen bloquear su suministro con meses e incluso años de antelación, mediante los llamados contratos de futuros. Si el precio mundial baja, pueden recibir menos de sus clientes que la cantidad que están obligados a pagar a los agricultores por los granos de café.

Para cubrirse de los precios bajos, los comerciantes operan en corto en los mercados a futuro. Sin embargo, los aumentos recientes han sido tan abruptos que golpearon fuerte para quienes tomaron esas posiciones. Los corredores financieros que manejan estas transacciones han exigido que los exportadores entreguen más efectivo para liquidar sus pérdidas (margin call, en la jerga financiera). Esas acciones han llevado a algunos exportadores a la quiebra.

«Este es un gran problema para la mayoría de los exportadores de todo el mundo», dijo Luiz Paulo Pereira, fundador y CEO de CarmoCoffees, un exportador de Brasil. «Dada la amenaza de que las firmas financieras exigirán más dinero para cubrir sus posiciones cortas, los operadores se aferran al efectivo que tienen». Eso los hace reacios a comprar café. En lugar de sus habituales acuerdos a largo plazo, están negociando transacciones solo cuando un agricultor tiene granos listos de inmediato para la venta a un tostador dispuesto a comprarlos sin demora. Esto evita inmovilizar su efectivo mientras esperan recibir el pago. Pero esto está haciendo que el café sea aún más escaso, lo que hace que los precios suban. Y muchas fincas están aferrándose a sus cosechas en previsión de que los precios suban aún más, una profecía autocumplida.

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Sergio Romero, de 45 años, ha elaborado una respuesta a esa pregunta. Agricultor de café de cuarta generación en la ciudad de Corquín, Honduras, había visto la devastación que el cambio climático había causado en las plantaciones circundantes. Comenzó a estudiar cómo proteger su propia cosecha de los elementos, agregó árboles más altos, como pinos y caobas, para dar sombra a su café. Eso mantendría la humedad en el suelo y preservaría la salud de las raíces, lo que les permitiría absorber más agua y nutrientes. Hizo planes para intercalar árboles frutales, diversificando su cosecha y añadiendo raíces adicionales para preservar el suelo.

En 2009, Romero convenció a su esposa, sus padres y su hermano de que unieran sus propiedades de tierra, convirtiendo sus 140 acres en una plantación colectiva que seguiría este nuevo modo de operación, con la sostenibilidad como su guía.

Organizó otras dos docenas de granjas en una cooperativa llamada Cafico. Su propuesta encontró resistencia inicial por parte de los posibles miembros, dada la aritmética: costos de plantación 20% más altos, mientras que se produce un 25% menos de café. Pero los árboles durarían el doble, tal vez un cuarto de siglo. Y el café sería de mayor calidad.

Cafico produce café de especialidad que se vende con un margen considerable sobre el precio de mercado. La cooperativa estaba en camino de ver sus ganancias crecer al menos un 25% este año, dijo Romero.

Mientras tanto, en Finca El Puente han logrado un gran éxito, pero ahora están considerando una perspectiva que antes les parecía impensable: reducir su superficie cultivada. Faltan trabajadores y los episodios de frío y calor golpean la producción. “Este es el peor año”, dijo Caballero. Ella y su marido aprecian la vida que pasaron al aire libre. Dentro del molino, se detienen para olerlo, la fragancia dulce y ahumada impregna las instalaciones. “Nos encanta el café”, dijo Caballero. “Siempre hemos pensado que moriremos cultivándolo. Somos felices de esta manera”. Pero ya no están seguros de que dure.

Café y pobreza

Según World Coffee Research, una organización sin fines de lucro que promueve prácticas agrícolas sostenibles, el 60% del café del mundo es producido por aproximadamente 12.5 millones de personas que trabajan en fincas de no más de 50 acres (1 acre = 0,4 hectáreas). Alrededor del 44% de estos llamados pequeños productores viven por debajo del nivel de pobreza del Banco Mundial.

Cotización a futuro

Para protegerse los precios al alza, los comerciantes compran las llamadas posiciones cortas en los mercados de futuros, es decir, apuestas a que los precios caerán. Si los precios caen, las ganancias que obtienen de estas posiciones cortas compensan algunas de las pérdidas en sus ventas. Pero en los últimos meses, el precio del café ha aumentado tan abruptamente que las posiciones cortas se han convertido en grandes perdedoras.

Cambios en la exportación

Los exportadores están reacios a contratos de largo plazo con el café. En lugar de sus habituales acuerdos, están negociando transacciones solo cuando un agricultor tiene granos listos de inmediato para la venta a un tostador dispuesto a comprarlos sin demora. Esto evita inmovilizar su efectivo mientras esperan recibir el pago. Pero esto hace que el café sea aún más escaso, lo que trae como consecuencia inmediata la suba de precios.

El éxodo hacia el Norte

A pesar de las inversiones y la adopción de nuevas prácticas, los productores hondureños afrontan otro desafíos: tanta gente local se ha ido al norte, a EE.UU., en busca de trabajo, que cuesta contratar a los trabajadores necesarios, incluso con salarios mucho más altos que los que se pagaban regularmente. En respuesta, mecanizaron gran parte de su molino, pero no hay maquinaria que contenga los episodios de calor y frío intensos.

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