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La utilidad de las TIC para los ancianos

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

El Plan Ibirapitá en el Piñeyro del Campo.

Distribuimos tablets en el Piñeyro del Campo. Descubrimos que en los programas sociales es clave transmitir afán de superación. Existen abundantes investigaciones sobre la influencia de las “TIC” (tecnologías de la información y comunicación) en la vida de los adultos mayores. Pero pocos estudian cuánto influye la actitud personal. “Ya soy viejo, esto no es para mí”, dicen.

Junto a Alexander Castleton (MacEwan University, Canadá) y Derek Silva (Western University, Canadá) publicamos recientemente la investigación “The challenge of embedding tablet computers in everyday life within a geriatric hospital in Uruguay” en la revista científica “Educational Gerontology”. Desarrollamos un análisis etnográfico a través de entrevistas a adultos mayores en el Hospital Piñeyro del Campo. La literatura científica previa sugería que las tablets podrían ser útiles para la inclusión digital de las personas mayores en cualquier contexto. En nuestro estudio extendemos esa literatura, enfocándonos en el contexto particular de un hospital geriátrico.

Descubrimos que para entender realmente la adopción de tecnología es necesario prestar atención a la complejidad de la estructura de un hospital. Por ejemplo, la falta de acceso a Internet desestimula el uso de la tablet. Algo tan concreto y sencillo de solucionar como es el acceso a Internet de una institución pública, tira abajo toda una política de inclusión digital. Si no cuidamos los detalles, estamos tirando el dinero en el Plan Ibirapitá.

Optimismo tecnológico exagerado

Investigaciones de principios del siglo XXI sugerían que las TIC podrán ayudar a prevenir deterioros cognitivos en pacientes mayores hospitalizados. Sin embargo, estudios recientes son más precavidos. Señalan que existen múltiples desafíos que hacen difícil la adopción de tecnología. Quienes residen en un hospital, sin experiencia previa en tecnología, necesitan apoyo de trabajadores sociales o familiares que les enseñen. Y también existe la barrera de la actitud personal: “la tecnología no es útil para mí”, o “no soy capaz de aprender a usar una computadora”. En definitiva, es necesario reconocer que la tecnología no es necesariamente útil ni inherentemente buena para la vida de las personas.

Entrevistas que realizamos

Con la ayuda de asistentes de investigación y el voluntariado de la Universidad de Montevideo procedimos a entrevistar a adultos mayores hospitalizados en el Piñeyro del Campo. Transcribimos el contenido de las entrevistas y las codificamos. Agrupamos eventos similares, conceptos, ideas y narrativas bajo temas específicos. Al mismo tiempo, tomábamos notas sobre todo lo que acontecía en el hospital.

Así fue que identificamos actores clave en este Plan Ibirapitá aplicado al Piñeyro del Campo: las personas hospitalizadas, los voluntarios, las tablets, Internet, los celulares de los voluntarios (que prestaban Internet a los hospitalizados), los casilleros (que custodiaban las tablets para evitar robos), el staff del hospital, las escaleras (que dificultaban el acceso a las tablets), la televisión, la radio y los celulares de los hospitalizados (que competían contra las tablets).

Los voluntarios fueron clave: cuando estaban presentes, todo iba sobre ruedas y los hospitalizados contentos, también por sentirse acompañados; a veces pienso acerca de la cantidad de gente que podría dedicar tiempo a acompañar y estimular a los adultos mayores, ganarían todos, tanto los hospitalizados como los voluntarios. Me viene a la cabeza, por ejemplo, la cantidad de buenos estudiantes que no tienen nada para hacer desde diciembre hasta marzo, o quienes se han jubilado y están en perfectas condiciones y les sobra el tiempo.

Los desafíos

Transcribo a continuación las barreras a la adopción de la tecnología que declaraban los propios adultos mayores: “Yo solía aprender cosas nuevas, ahora ya no sé si puedo aprender. Acordate que tengo 76 años”. “Soy una persona nerviosa y no tengo paciencia para aprender”
Y sobre la competencia de otros aparatos disponibles declaraban: “Te voy a decir la verdad. Al principio me motivé, pedí la tablet porque pensé que era fácil de usar y podía comunicarme con mi familia y las personas que quiero. Pero a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta que usar mi celular es más fácil que la tablet. Yo prendía la tablet y apretaba el botón de una red social, pero no aparecía nada en la pantalla, y era puro silencio. Fue bastante frustrante”. “Con la tablet no puedo ver las noticias. La TV es más fácil y accedo a imágenes y sonido. Con la tablet busco información, busco canales, pero no lo logro. Doy vueltas y vueltas, pero no puedo conectarme con ningún canal”.

Otro se refería al componente “Internet”: “Tendría tiempo para usar la tablet si me lo propusiera, pero como tengo que tener Internet y todo eso, agarro un libro o prendo la televisión”. En varias entrevistas destacaban estos agentes que “traicionaban” el plan: “Quiero comunicarme con mi hija que está en Buenos Aires, pero no puedo salir de la cama para ir a buscar la tablet al casillero”.

La actitud es lo que cuenta

Frente a los problemas y dificultades podemos tener dos actitudes. Una primera posibilidad es
decir: “No puedo, esto no es para mí, es imposible”, y nos cruzamos de brazos. Otra posibilidad es ponernos “manos a la obra”, dando un paso y luego otro, trabajando a conciencia, cuidando los detalles. Como señala un amigo, “siempre para adelante, como las agujas del reloj”. Me inclino por difundir esta segunda actitud.

Las tablets —y el plan Ibirapitá— tiene un potencial tremendo. “Me gustaría usar la Tablet para aprender a tejer. Bueno, yo sé tejer, pero me gustaría conocer otros estilos y mejorar”, señalaba una señora hospitalizada en el Piñeyro. “Sueño con poder comunicarme con mi familia. Quiero aprender a hacerlo por mí misma y todos los días”, afirmaba otra. Pero en nuestra investigación logramos profundizar en la relación entre el lado humano y la red socio-tecnológica que configura barreras importantes. Contribuimos a relativizar el optimismo tecnológico exagerado donde toda tecnología es necesaria y útil. Nuestro estudio es un llamado de atención para los diseñadores de política.

(*) Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Montevideo.

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