Trump, los aranceles y una medida “fuertemente disruptiva” para países como Uruguay

Amparo Mercader es especialista en impuestos y finanzas, radicada en Washington DC. En entrevista con El País explicó que la baja dependencia de EEUU del comercio internacional le otorga un fuerte poder de negociación en una guerra comercial.

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Amparo Mercader
Amparo Mercader.

Los anuncios del presidente de Estados Unidos Donald Trump acerca de la aplicación “justa y recíproca” de aranceles a sus socios comerciales, requiere que países como Uruguay “deban ajustarse” para minimizar el impacto, según lo explica Amparo Mercader. La ejecutiva uruguaya, especializada en finanzas e impuestos, advierte que, en el caso uruguayo, la existencia del Mercosur implica que “sea muy complejo tomar medidas que impliquen modificaciones arancelarias en forma unilateral, ante la existencia de un arancel externo común”. Mercader detalló los pasos dados por la administración Trump con el objetivo de fortalecer la industria local, explicó por qué los empresarios estadounidenses no se oponen a ello y el impacto de estas acciones sobre los precios. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Antes de anunciar la puesta en marcha de aranceles recíprocos, Trump había calificado el inicio de su administración como “tres grandes semanas”. Ha sido un comienzo de período muy intenso…

—Efectivamente, en materia de aranceles y en las definiciones respecto a China se están generando una serie de acciones y directivas muy rápidas y de gran impacto. Es una continuación de lo que vimos con la primera administración de Trump, que ahora viene con más fuerza, con un objetivo más claro de lo que se pretende lograr, no solo con China; estamos viendo una acción muy contundente respecto a los países vecinos, México y Canadá, y al resto del mundo.

—¿Qué similitudes hay en esa estrategia con lo que pasó en aquel entonces con sus vecinos?

— Durante la primera administración de Trump hubo un reordenamiento de lo que era NAFTA, que rebautizó USMCA; se modificaron algunos temas importantes, por ejemplo, aspectos vinculados con temas de origen, aumentando el porcentaje de componentes locales que, por ejemplo, debe tener un automóvil fabricado en México, para ingresar a Estados Unidos como producto regional y exento de aranceles. Se busca que efectivamente el comercio se origine en esos países y que no sean otros países, como China, triangulado con los vecinos, los que logren entrar a EE.UU. favorecidos.

—Hoy Trump insiste en esa línea y pone sobre la mesa la aplicación de aranceles...

—Si, hay un endurecimiento en estos temas. El presidente Trump advierte sobre mayores aranceles a todos los países que impongan aranceles superiores a los que EE.UU. les impone a ellos, pero aún no se conocen los detalles. Se busca proteger la base de la producción en Estados Unidos, o sea la industria manufacturera y reducir el déficit comercial. Recordemos que, a partir de la entrada de China a la OMC, con el crecimiento de la industria china, lo que sucedió fue una pérdida muy importante de la base instalada de producción en EE.UU., que llevó a un mayor desempleo en algunas zonas de Estados Unidos que quedaron bastante golpeadas por el cierre de industrias. En su momento, existía la visión de que, con el avance de la apertura comercial, China haría ciertas mejoras a nivel democrático y de libre competencia. Sin embargo, en Washington se entiende que China continúa aprovechándose del superávit que tiene en el comercio mundial y además socavando los estándares democráticos a nivel mundial. Por tanto, argumentan que es necesaria una confrontación más directa.

—Durante el período de Biden no hubo un retroceso de las medidas aplicadas por Trump en su primera administración…

— El presidente Biden no tuvo una retórica como la de Trump, pero no solo no retrajo muchas de las medidas de la primera administración de Trump, si no que en algunas áreas que tienen que ver con la competencia tecnológica hubo varios paquetes regulatorios, como lo fue el CHIP Act, que básicamente buscaban el fortalecimiento de la industria en Estados Unidos, la producción, el desarrollo, la investigación, especialmente todo lo que tiene que ver con semiconductores. Además, la administración de Biden tuvo varias medidas tendientes a favorecer el comercio con países considerados amigos. Así fue con el paquete más importante de reformas, el Inflation Reduction Act, que incluía beneficios comerciales para países que cumplieran con sus ciertos criterios establecidos por Washington.

—Las empresas estadounidenses no parecen oponerse a la suba de aranceles. ¿Por qué?

—Los aranceles representan un porcentaje menor de la recaudación total de EE.UU., apenas un 2%, mientras que el impuesto a la renta corporativa ronda actualmente el 7% de la recaudación total. Se entiende entonces que para los empresarios el impuesto a la renta es más importante que lo que sucede a nivel arancelario. La reforma fiscal de Trump de su primer mandato que entró en vigor en 2018, que se llamó Tax Cuts and Jobs Act, bajó el impuesto a la renta corporativa de 35% a 21%, haciendo al país mucho más competitivo. Además de introducir medidas que apuntaban a limitar los incentivos a offshoring, como un impuesto mínimo al negocio en el extranjero de las empresas multinacionales. Muchas de esas medidas que se implementaron en el 2018, se iban a extinguir este año y es posible que esta nueva administración decida extenderlas junto con importantes reducciones al impuesto a las personas físicas.

Por esto, a muchos empresarios, no les preocuparía tanto los aranceles si se mantiene el impuesto a la renta en tasas bajas. Además, hay que tener en cuenta que los aranceles sólo impactan a empresas que producen bienes. Entonces muchas de las empresas tecnológicas o de servicios, no están tan directamente afectadas. El impacto sobre las empresas tecnológicas puede que sea por la vía los semiconductores o chips que son un potencial cuello de botella para industrias como la inteligencia artificial.

—En cuanto a los consumidores, esas medidas pueden impactar en los precios finales…

—Efectivamente, los aranceles pueden tener un impacto en el aumento de los precios. Lo que hemos visto a nivel académico, que por ejemplo desde China se contrarrestó a los aranceles con una rebaja del precio del producto en sí, entonces en realidad la pérdida en muchos casos la absorbió China. Finalmente depende también del poder de negociación o bargaining power.

Hay otro aspecto que debemos entender y es que Estados Unidos depende mucho menos del comercio internacional que países como México, Canadá o China y también Uruguay. Para EE.UU. las exportaciones no llegan ni siquiera a 10% de PIB y las importaciones son apenas un poco más. Estados Unidos se puede permitir comerciar menos y esto lo hace bastante fuerte al momento de negociar.

—¿Y en sectores sensibles como es la tecnología, los chips, los semiconductores, también ahí puede valerse por sí mismo?

— Estados Unidos está buscando desarrollar su propia tecnología y su base de producción de los chips, con el objetivo de reducir la dependencia y vulnerabilidad, particularmente de Taiwán, en lo que tiene que ver con la producción de semiconductores.

—La aplicación de aranceles recíprocos alcanza a todos los países que tienen comercio con EE.UU.; ¿qué lectura debemos hacer desde Uruguay?

—Estamos viviendo un momento que nos aleja de la apertura económica que durante mucho tiempo fue el objetivo. Estados Unidos quiere recuperar su fuerza a nivel de producción, a nivel de empleo en zonas que están deprimidas y su liderazgo tecnológico y recrudece la competencia con China, repercutiendo en el resto del mundo con fuerza, con impacto en el comercio de países como Uruguay, que dependen mucho de sus exportaciones e importaciones.

—Trascendió, como ejemplo utilizado por el gobierno estadounidense de ajuste arancelario, el comercio de Etanol con Brasil, donde en la actualidad el arancel de EE.UU. es 2,5% y el de Brasil, 18%...

—En base a los anuncios, se entiende que se aplicaran aranceles país por país dependiendo de los aranceles que estos impongan a EE.UU. además de otras restricciones y barreras, incluyendo el IVA. Y entre los países más afectados, se incluiría a Brasil.

Son cambios dramáticos, que ponen a los países que dependen del multilateralismo en una situación de tener que ajustarse. Y en particular en el caso de aquellos que son partes de un acuerdo de comercio, como puede ser Uruguay con el Mercosur, que va a requerir ser muy ágiles, actuar con mucha rapidez y de forma conjunta para responder a todos estos cambios. Y eso a veces no es tan sencillo ya que depende de acuerdos y voluntades políticas de diferentes gobiernos que puedan estar en este momento en los diferentes países del bloque.

—¿Qué significa “responder”, en este caso?

—Si Uruguay estuviese comprendido dentro de los países que se le aplicaría un arancel recíproco, entonces se esperaría Uruguay reduzca los aranceles de tal forma de lograr ese equilibrio que Estados Unidos está buscando. Pero para lograr eso, dependiendo del producto y si está sujeto al arancel externo común, Uruguay no necesariamente puede actuar de forma unilateral.

Tanto la competencia a nivel fiscal como una suba de aranceles es absolutamente disruptiva para el comercio de Uruguay y para la atracción de inversiones. Va a ser clave la capacidad de respuesta.

—Hay otro gran terreno de cambios que es el posicionamiento de Trump respecto de la reforma fiscal mundial. ¿Qué puede pasar?

— Es importante entender que el presidente Joe Biden apostó junto con otros países de la OCDE por el multilateralismo, alcanzando una reforma fiscal mundial, que ya está en vigor en más de 40 países. Esto significa que empresas, por ejemplo, que tengan operativa en Uruguay, pero que tengan casa matriz en países europeos, ya están sujetas al impuesto mínimo. La idea era que Estados Unidos también fuese parte de este gran proyecto. Sin embargo, esta administración está en desacuerdo con algunos temas técnicos, como, por ejemplo, los mecanismos por los cuales otros países puedan fiscalizar a empresas estadounidenses. Si una empresa de EE.UU. tiene operativa en Uruguay pero Estados Unidos no se suma al acuerdo, es posible que otra subsidiaria, no necesariamente la casa matriz, sea la que establezca el impuesto mínimo y lo recaude, si es que Uruguay no toma las medidas para ajustarse a la reforma fiscal. Esto es uno de los aspectos técnicos a lo que esta administración de Trump parece que se opone además de otros temas relativos al impuesto a los servicios digitales.

—¿Qué consecuencias tendría que Estados Unidos no se sume a este acuerdo?

—Es difícil saber cómo va a seguir esto hacia adelante. Tengamos en cuenta que alrededor del 60% de las multinacionales son estadounidenses. Si Estados Unidos se vuelve más competitivo a nivel del impuesto a la renta corporativa es bastante difícil creer que otros países van a poder aplicar el impuesto mínimo y no perder aún más competitividad.

Esto realmente está impactando de forma negativa en los países europeos, que quizás van a tener que revisar su impuesto mínimo. Pero también quiere decir que otros países que usaron la competencia fiscal como forma de atraer inversión tienen que competir ahora con Estados Unidos que está siendo mucho más competitivo en esa área.

—¿Estas políticas de Trump, tanto a nivel arancelario como en lo impositivo, están teniendo un correlato en atraer inversiones?

—Sí, definitivamente vemos grandes inversiones de empresas estadounidenses y extranjeras para producir en Estados Unidos para el mercado local. Efectivamente Estados Unidos está viviendo un boom de producción y de inversión. El desafío, sin dudas, pasa por la inflación empujada por el déficit fiscal, por la pérdida de recaudación ante la baja de impuestos, y también ante la suba de aranceles. La situación fiscal es un tema clave que se busca mejorar con aumento de recaudación por otras vías, como los aranceles que al ser mucho menores en su aporte tendrán que tener un aumento muy grande para contrarrestar la perdida en recaudación por la vía del impuesto a la renta. El otro mecanismo que está empujando esta administración es la reducción del gasto público.

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