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Se reabre la discusión: un uruguayo, un IVA

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

La gestión de datos, disponibilidad teconológica y red de medios de pago electrónicos, deben estar al servicio del diseño tributario, con metas claras.

En las últimas semanas han surgido nuevamente propuestas para que el impuesto al valor agregado (IVA) sea cada vez más personalizado. Veamos. El IVA tiene una base de amplio espectro. Grava la circulación interna de bienes, la prestación de servicios dentro del territorio nacional, la introducción de bienes al país y la agregación de valor originada en la construcción realizada sobre inmuebles.

La tasa básica general asciende al 22%. Sin embargo, la norma prevé un tratamiento diferenciado para determinados bienes y servicios sujetos a una tasa mínima del 10% y algunas excepcionales exoneraciones (por ejemplo, la leche). Los items que quedan actualmente gravados a la citada tasa mínima son, en general, aquellos de primera necesidad tales como: Pan blanco común, pescado, carne, aceites comestibles, arroz, harina, pastas y fideos, así como sal para uso doméstico; azúcar; yerba; café?; te?y el jabón común. Además, se incluyen en este grupo a los medicamentos y a los servicios vinculados a la salud.

El IVA es lejos el impuesto que más recauda en Uruguay. En el 2021 representó algo más del 46% de la recaudación de la DGI. De modo que el principal impuesto al consumo vigente en nuestro país grava la inmensa mayoría de los bienes que circulan y los servicios que se prestan en nuestra economía, y es la base de la recaudación fiscal.

Un impuesto regresivo

Con frecuencia se considera al IVA un impuesto en teoría regresivo por recaer proporcionalmente más sobre el ingreso de los hogares con menores recursos. Es un impuesto que grava igual a sujetos pasivos desiguales, es decir, así diseñado, no distingue la capacidad contributiva del consumidor.

Además, la regresividad se remarca porque en aquellos hogares de menores recursos, al tener una baja o nula capacidad de ahorro, destinan prácticamente todos sus ingresos al consumo, lo que lleva a que el pago del IVA represente una mayor proporción de sus ingresos que en el caso de los hogares que sí tienen capacidad de ahorro.

Un IVA personalizado.

Según la definición compartida por el BID, el IVA personalizado es un concepto genérico que hace referencia a políticas de reintegro del IVA pagado a ciertos grupos de la sociedad. Este reintegro puede ser total o parcial, y puede ser estructurado como una devolución o como una compensación. De modo que, a través del diseño y aplicación de este tipo de adaptaciones, es posible trabajar sobre la progresividad del IVA.

Condiciones favorables y antecedentes

Algunas condiciones son necesarias para pensar en la aplicación de un IVA personalizado. La economía debe tener un nivel de formalización relevante. Además, la administración tributaria y/o previsional debe contar con una importante sistematización de datos que permitan identificar y segmentar con precisión los beneficiarios y el trato diferencial. Además, amplia inclusión financiera con la adopción de medios de pagos y cobros electrónicos.

Nuestro país chequea con buena nota las condiciones precedentes como para pensar en intensificar la personalización del IVA.
Recordemos que desde el año 2012 se implementó el no cobro de IVA a los beneficiarios de asignaciones familiares y hogares de extrema vulnerabilidad condicionando el beneficio a las compras pagadas con la Tarjeta Uruguay Social (TUS) o con la tarjeta BPS Prestaciones (TBPS).

Eficiencia en gestión de recursos públicos

Una mayor personalización del IVA permitiría además de dotar de progresividad a un impuesto naturalemente regresivo, una mayor eficiencia en la gestión de recursos públicos en atención a los sectores más vulnerables de la sociedad. Cuando se ejecutan reducciones de IVA de forma generica, son eso, genericas. Y ocurre que la renuncia fiscal alcanzará tanto a sectores que realmente precisan de la atención, como aquellos que ni siquiera son capaces de percibir ni valorar tal reducción como un beneficio real.

Desde la última la gran reforma tributaria (2007) a hoy, ha pasado mucha agua bajo el puente. Ni la sociedad es la misma, ni la administración tributaria es la misma. Sin embargo, a pesar del paso del tiempo hay desafíos persistentes. La gestión de datos, la disponibilidad de tecnología y la red de medios de pagos electrónicos, deben estar al servicio del diseño tributario actual con objetivos claros: eficiencia en la recaudación, justicia tributaria y que el esfuerzo fiscal de potenciales excepciones, que procuren amortiguar situaciones de necesidad, tengan como beneficiarios a los sectores correctos, ni de más ni de menos.

(*) Decano de UCU Business, Universidad Católica del Uruguay

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