Reflexiones de un 2023 más complicado de lo esperado

Se pregunta Carlos Steneri si el nivel de la remuneración promedio que reciben el capital y el trabajo, está alineado con el aporte que ambos hacen en la generación del PBI total del país.

Crecimiento económico
Crecimiento económico
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Carlos Steneri

El cierre del primer trimestre del 2023 expone hechos domésticos e internacionales que llaman a la cautela sobre nuestro devenir de los próximos años. Varios colegas ya expusieron con detalle acerca de la desaceleración mayor de la esperada de la economía uruguaya, hecho iniciado a partir del segundo semestre del año pasado. Una situación que todavía continúa en sectores relevantes como el agropecuario y que al momento, proyecta un crecimiento del PIB en el área del 2% en 2023, cuando ese guarismo fue del 4,9% en 2022.

Después de la pausa obligada por la pandemia y el subsiguiente esperado rebote de la economía, parece que la economía retorna a su trillo habitual de crecimiento del 2%.

Obviamente que la sequía histórica metió la cola en estos resultados, y lo seguirá haciendo en el futuro próximo, pues su impacto recesivo aún no se cuantificó con verosimilitud, ya que depende de estados futuros de la naturaleza. También habría que preguntarse si no existen otras causales por fuera del impacto de la sequía que expliquen la desaceleración. Sin duda que los desequilibrios macroeconómicos en Argentina, resumidos en un régimen cambiario que reduce drásticamente su nivel de precios medido en dólares “turista”, explica el resultado. La realidad cambiaria del país vecino subsidia a su turismo entrante y castiga al saliente, en particular al grueso de la demanda de nuestra oferta de servicios turísticos. Por ambos efectos, nuestro nivel de actividad y la recaudación fiscal se deprimen respecto al de una situación de equilibrio macroeconómico cercano al óptimo en Argentina. Compensarlos escapa a las posibilidades de cualquier Administración, aun cuando se impusieran medidas draconianas siempre inefectivas y de alguna manera, atentatorias a la libertad. La solución de la crisis argentina, por más que nos afecte, es responsabilidad de otros, sabiendo desde ya que el proceso de salida será lento, quizás más de lo deseado para nuestros intereses. Un país caro en comparación internacional, cualquiera fuera la métrica usada, que lo coloca en el podio de los niveles de precios propio de economías avanzadas que tienen niveles de productividad total, incluyendo mano de obra, muy superiores al nuestro y una gran diversificación productiva. Obviamente esto lleva a preguntarse cuáles son las causas de esa realidad que no corresponde a nuestro nivel de productividad y sofisticación económica, que sin duda lastra nuestro ritmo de crecimiento, y que en la jerga diaria traducimos como atraso cambiario. En realidad, estamos ante un hecho cuyo origen real se afinca en el corazón del funcionamiento de nuestra actividad económica. Y donde el Banco Central tiene capacidades nulas o muy limitadas para resolverlas. Lo cual no exime que en el corto plazo con ciertas políticas profundice el problema.

Una primera pregunta es si el nivel de la remuneración promedio que reciben el capital y el trabajo, está alineado con el aporte que ambos hacen en la generación del PBI total, donde en la determinación del nivel influye preponderantemente el grado de productividad de cada uno de los factores. Cualquier desvío respecto a esa regla básica, hace que todo el sistema opere por debajo de su óptimo, hecho que se traduce en un ritmo de crecimiento de la economía menor, pues se invierte menos y la demanda de empleo cae.

Es sabido que el mercado laboral tiene características especiales por su esencia propia, donde los agentes abstractos son seres humanos con expectativas de progreso y mayor bienestar La historia testimonia los avances de la legislación laboral en tópicos diferentes para el bien de los trabajadores. Pero eso no implica desconocer que los mercados laborales deben aproximar su operativa a la regla estricta ya anunciada. Un nivel de remuneración superior al valor de la riqueza que aportan, termina en una caída del empleo y menor nivel de actividad. Resolverlo implica aumentos en la productividad de la mano de obra, que se logra con mejor entrenamiento y educación orientada al desarrollo de destrezas. A ello, se debe sumar el potenciamiento de la inversión complementaria al trabajo. Pero este mojón de arranque básico se agota, si no se lleva adelante una reforma del mercado laboral que posibilite a trabajadores y empresarios calibrar mejor los niveles salariales de acuerdo a la productividad del trabajo. Hoy no es posible ajustar con precisión por productividad, localización y tamaño de la empresa, lo cual termina por igualar el tratamiento de realidades distintas, incluso penalizando a quienes con mejor entrenamiento reciben el promedio. Aparte de las injusticias, aplicar promedios es la vía de cercenar la superación del trabajador. Por tanto, es posible que se haya consolidado una meseta salarial que no recoge los matices de realidades diversas, niveles de productividad, fases del ciclo económico, salario real y en menor medida, el empleo.

Con el mismo propósito corresponde también analizar cómo operan los mercados de bienes y servicios. De cerca se constata un alto grado de regulación que anida rentas monopólicas, protección encubierta, distorsiona la operativa del sistema y elevan el nivel general de precios.

Sin dudas, son temas pendientes que tienen importancia extrema para aumentar la productividad global de la economía, y abaratar la economía.

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