Preparándonos para un mundo incierto

Una mirada transversal sobre el mundo y la región muestra una coyuntura cargada aún de incógnitas cuyos efectos sobre nuestra realidad nacional no son triviales.

Reserva Federal de Estados Unidos (FED)
Reserva Federal de Estados Unidos (FED).
Foto: Archivo

Por Carlos Steneri

El primer aspecto destacable es la postura que vienen asumiendo los principales bancos centrales del mundo respecto a la reversión de la expansión monetaria extraordinaria necesaria para neutralizar los efectos nocivos de la pandemia. Lo que hicieron fue correcto aun arriesgando despertar la inflación, hecho que se dispersó a lo largo y ancho del mundo originado como fenómeno de base monetaria disparado por hechos coyunturales como la guerra en Ucrania que provocó subas en la energía y los alimentos.

Ahora el desafío es cómo encauzar la inflación a la senda del 2% sin mutilar la recuperación económica que parece consolidarse en Estados Unidos y luce incipiente en Europa. Aquí está el punto de partida de un proceso que será más de prueba y error que de un camino lineal y único de la política monetaria. La prueba está en que respetados analistas tienen interpretaciones divergentes sobre en qué fase se encuentra el proceso de desinflación que se viene insinuando, hecho que pauta la cadencia de la contracción monetaria ejecutada por los bancos centrales a través de la suba de las tasas de interés.

Para tener idea de la complejidad del tema, hay dos elementos a tener en cuenta. Primero, la experiencia de la crisis del 2008-2009 muestra que en ese momento lo que hubo fue una contracción en la creación de dinero a través de la retracción del crédito bancario que fue compensada con la expansión del balance de la Reserva Federal a través de la compra de activos tanto públicos como privados. Eso implicó un crecimiento anual del agregado monetario M2 del 6% anual entre 2008 y 2019.

La pandemia marca un punto de inflexión que puso a los bancos centrales en una fase de expansión extrema. En febrero de 2021, el M2 estaba creciendo en términos anuales al 27%, financiando la expansión fiscal en momentos que el crédito bancario también estaba creciendo. Lo cual impactó al alza la demanda doméstica de Estados Unidos (20%) en 2022. Por tanto el salto de la inflación a 11,5% para ese año, era el resultado esperable. A lo que se agregó la suba de la energía y alimentos por la guerra. La demora de la FED en reaccionar ante lo obvio, ya es pasado.

Ahora el desafío es entender si está haciendo lo correcto. Todo hace suponer que entramos en la fase desinflacionaria por lo cual enlentecer la velocidad de la contracción monetaria estaría justificado. Pero también en esto juegan la formación de expectativas que todavía pueden estar sesgadas hacia niveles permanentes de inflación por encima del objetivo del 2%, lo cual para algunos analistas haría necesario mantener por más tiempo una postura más contractiva de la política monetaria. A su vez, el mercado laboral en Estados Unidos y su economía muestra signos de vigor inesperados que apuntalan esa recomendación.

Entre tanto, las declaraciones del gobernador Jerome Powell posteriores a estos últimos datos, confirman que la FED considera que con su postura actual la inflación está en trayectoria descendente hacia el rango objetivo del 2%. Esperemos que esta vez estén en lo cierto. Conviene recordar, que a fines de 1970 un afloje prematuro de la FED obligó a la contracción extraordinaria de la era Volcker que ocasionó tanto daño en las economías en desarrollo.

Enfocando la mira en lo mucho que ocurre en la región, los anuncios del Canciller de Argentina en el seno de Unión Europea de que no están dispuestos a firmar el TLC con la Unión Europea salvo que se le introduzcan modificaciones, en particular sobre el tratamiento a las exportaciones de biodiesel desde ese país. Es serio, pues a las dudas de los anuncios de Lula, que antepuso la firma del TLC Mercosur-UE como condición previa a la negociación de otros TLC, se le agrega este episodio que muestra las dificultades para concretar avances en nuestra política comercial externa. Si bien se trata de la postura de un gobierno saliente, el silencio de Brasil preocupa porque avala o tiene la picardía de evitar una pelea infructuosa a la espera de la nueva administración. De todos modos, el planteo de reabrir una negociación es una caja de Pandora que puede introducir más cambios sobre todo en el sector agroindustrial donde reposan muchos de los obstáculos de la negociación.

Como todo esto se resuelve negociando, es necesario potenciar la capacidad negociadora del país. Lo recomendable es crear con identidad institucional propia un grupo negociador permanente especializado en comercio internacional. Si bien sobre su objetivo hay un amplio consenso, su ubicación y jerarquía institucional dentro de la administración ha tenido sus vaivenes. Desde sus lejanos orígenes como la Dirección de Comercio Exterior a comienzos de los 70, aun en democracia, hasta hoy ha tenido vaivenes, cambios de perfil en sus alcances, rotando en una zona de encuentro entre el MRREE y el MEF que mirada desde afuera parece indefinida y que por tanto le resta eficacia a su gestionar en un tema tan complejo e importante para el país que trasciende administraciones.

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