El presidente Yamandú Orsiestá en un cruce de caminos bien explicitado en los estudios del reconocido economista uruguayo Martín Rama, ex investigador del Cinve y ex funcionario del Banco Mundial.
Por un lado, está el camino de las políticas y los resultados descrito por el autor en el artículo “El país de los vivos” para caracterizar el mediocre desempeño económico de Uruguay durante varias décadas del siglo XX.
Por otro, está la ruta con políticas e instituciones públicas que aceleren el crecimiento y desarrollo de Uruguay. Dentro de ellas caben algunas propuestas que el propio Rama realizó durante la campaña electoral de 2024 en el semanario Búsqueda y varias otras incluso de mayor envergadura.
¿Qué contempla cada camino? ¿Cuál se elegirá? ¿Qué se insinúa en estos primeros meses de gobierno?
En lo esencial, Rama atribuyó el declive económico de Uruguay durante gran parte del siglo XX a la transición hacia políticas públicas anticrecimiento, en un proceso acentuado por la pérdida de autonomía del sistema político respecto de las agendas particulares de corporaciones empresariales, sindicales y sociales.
El Estado fue capturado por lobbies que promovieron “el desarrollo hacia adentro”, los intereses gremiales, la desconexión de las remuneraciones de la productividad, el dirigismo e intervención estatal y la expansión de empresas públicas y la burocracia gubernamental.
Todo eso propició un círculo vicioso de deterioro político e institucional que Rama describió con letras de tango para caracterizar la inestabilidad en las reglas del juego (“verás que todo es mentira”), la apropiación de bienes públicos sin pagar impuestos (“el que no afana es un gil”), la búsqueda de rentas vía corporativismos (“el que no llora no mama”) y los problemas de agencia en la delegación ciudadana de poder a representantes políticos o funcionarios públicos, o entre estos y sus jerarcas (“no hay aplazados o escalafón”).
Ante la consecuente mediocridad económica, los propios corporativismos (“los vivos”), en su intento por mantener o aumentar su participación en la “torta”, potenciaron aún más las pujas y políticas redistributivas, con lo cual se acentuó el declive.
En contraste, está la ruta de las políticas para duplicar al menos el crecimiento económico potencial que estimé en torno a 1,6% en la columna anterior. Para ello los objetivos intermedios pasan por aumentar significativamente los aportes del capital físico y humano, así como la productividad total de ambos factores.
En esa dirección, si bien ayudan muchas “pequeñas” medidas, hay que concentrarse en lo básico e importante, además de la mayor estabilidad macro e inserción externa.
No habrá mayores aportes del capital físico y humano si no sube significativamente la relación rentabilidad-riesgo de las inversiones. A esta altura, más que la promoción individual o geográfica de proyectos, con beneficios tributarios puntuales, parece necesaria una rebaja más uniforme de la carga tributaria directa sobre ambos factores productivos.
Paralelamente, algunas propuestas como las realizadas por Rama en 2024 para concesionar a China un nuevo puerto con cuotas de pesca a cambio de acceso ampliado de productos o promover una serie de iniciativas para reducir las ausencias de alumnos y docentes en las salas de clase para mejorar la educación y el capital humano, son bienvenidas pero de segundo orden.
Por su parte, no habrá un aumento significativo de la productividad si no se encara un programa agresivo y urgente de reducción generalizada de costos que promueva “hacer lo mismo con menos” o “hacer más con lo mismo”. De nuevo, medidas como las planteadas por Rama para volver más eficientes el Estado en términos tecnológicos y administrativos vienen bien, pero es mucho más importante una reducción sustantiva de costos con tarifas públicas de eficiencia alineadas a estándares internacionales competitivos, el cierre de reparticiones públicas y la baja de gastos de plantilla en el gobierno central y departamental. Son ideas interesantes también concentrar Ancap en importador de combustibles, cerrar la refinería o reducir transferencias (garantías) estatales a la salud al facilitar el cierre de prestadores e incorporar normativas y prácticas europeas en favor de mayor competencia y eficiencia.
Pero más allá de la necesidad de medidas urgentes en los grandes temas mencionados, en la gran encrucijada implícita en el enfoque de Rama parece esencial privilegiar y liderar un enfoque autónomo para políticas públicas en pro del interés general en vez de intereses particulares.
En ese sentido, algunas señales en estos cinco meses del gobierno del presidente Orsi son preocupantes. Han aflorado “vivezas criollas” y malas prácticas como las descritas por Rama en la solución de la Caja Profesional, la suspensión de exportaciones de ganado en pie, la compra de tierras por el Instituto de Colonización, la cancelación del proyecto Arazatí o en las incipientes respuestas a demandas de gobiernos departamentales.
Sin embargo, las señales más relevantes provendrán de los resultados de la Ley de Presupuesto, las rondas de Consejos de Salarios, el Diálogo Social y las reacciones gubernamentales a sucesivas presiones corporativistas. En esas y otras instancias, volverá el cruce histórico de caminos implícitos en los enfoques de Rama. Sus conclusiones representan buenas orientaciones para la elección a la que repetidamente estará expuesto el presidente Orsi y su gobierno.