Ante las dificultades que existen para avanzar en acuerdos o tratados generales con otros países o bloques, resulta primordial el trabajo orientado a lograr la apertura de mercados para productos específicos. La lengua bovina a Japón, o animales en pie a Qataroharina de colza a China, son algunos ejemplos de caminos que emprende la Dirección de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ganadería y Pesca. “En algunos casos son negociaciones que llevan más de una década, en otros son producto de una nueva oportunidad que surgió y hay que aprovechar”, señala Adriana Lupinacci, responsable de dicha dirección del MGAP. La funcionaria destacó que muchas veces son nichos específicos, que favorecen a un grupo acotado de productores, “pero elevan a Uruguay en la consideración de la contraparte comercial y muchas veces tienen influencia en otros países de la misma región”. Lupinacci identifica Asia-Pacífico como la región donde mayormente se trabaja en busca de oportunidades, aunque también señala a Medio Oriente, India o Centroamérica entre las líneas de acción de la actual gestión. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Abrir nuevos mercados es el gran mandato que debe tener una oficina especializada en la relación comercial con el mundo?
—Sí. Abrir mercados, ampliarlos y mantenerlos. En este período, se abrieron unos 110 mercados para diferentes productos agropecuarios. Está el rubro cárnico, que es el que representa la mayor cantidad de mercados nuevos, pero también animales en pie y material genético, miel, lácteos, acuicultura. En el agro, hay nuevos accesos para semillas, cereales, cáñamo, frutas frescas, entre otros. Son destinos que se abren específicamente para un producto, con una larga negociación detrás.
—¿Dónde están los mayores logros del período?
—Hay varios hitos para destacar. Puede ser por la importancia del mercado logrado, porque a nivel económico genera un mayor ingreso a los productores, o porque se logra establecer un posicionamiento desde el punto de vista sanitario que es un logro para todo el país, y abre puertas para otros productos e incluso, en algunas regiones, en otros países próximos al mercado habilitado. Podemos destacar la apertura del mercado de Japón para la lengua bovina. Un mercado con exigencias impresionantes, hubo que superar estrictamente 12 pasos muy rigurosos para lograr la habilitación. Esos 12 pasos implican un gran trabajo técnico, desde el punto de vista sanitario, con evidencia científica sobre la mesa…
—Quizás el tamaño del mercado de la lengua bovina pueda resultar poco significativo, pero se da un salto sanitario importante…
—A eso me refería antes. Nos abre muchas puertas. Uruguay se enfrenta muchas veces a que la contraparte haga referencia a que somos libres de aftosa, pero con vacunación. Eso nos ha traído problemas para la carne con hueso, por ejemplo. La rigurosidad sanitaria que tiene el país, demostrando que hace mucho tiempo que no hay casos precisamente porque se cumple estrictamente con el control sanitario, y que vacunar es una fortaleza, no una debilidad. Vamos sorteando escollos y avanzando en los mercados. Y el prestigio es acumulativo. Abre puertas, no solo las de Japón…
—¿Otros mercados lo toman como referencia?
—Sin dudas, Japón en Asia Pacífico es una referencia. Si Japón abrió, otros lo pueden hacer sin tantas exigencias. Tenemos varios ejemplos en ese sentido. Y eso es trabajo diplomático, pero también técnico, que se ve poco. El ministerio de Ganadería, INAC, Facultad de Veterinaria, muchos más. Son logros para el país.
Otro ejemplo notorio fue el de la habilitación para colocar estómagos bovinos (mondongo) en China. Uruguay fue el primer país al que se le habilitó el ingreso con ese producto, demostrando, con evidencia científica, que no presenta riesgos sanitarios.
La industria frigorífica lo estaba pidiendo. Tenía el producto que colocaba en otros mercados, pero China es el gran mercado para todos. Hoy hay unas 11 plantas habilitadas y ese mercado representa unos 40 millones de dólares al año, según INAC.
—Cuando se priorizan mercados, a partir de la inteligencia comercial, ¿se tiene en cuenta que, además de vender más, hay que posicionarse a partir de esos hitos?
—Cuando priorizamos mercados, obviamente que se considera especialmente la parte económica. Entrar a mercados, acceder a cupos, vender más. Pero también, aunque sean de menor escala, superar trabas para determinados productos que a la larga van a beneficiar a todo el país.
—Recientemente fue habilitado el ingreso de equinos en pie a Qatar. ¿Qué magnitud tiene ese logro?
— Es otro gran ejemplo de lo que hablábamos. Se habilitó el ingreso no solo de equinos en pie, sino también semen equino y bovinos para reproducción. Hubo todo una larga etapa de negociación, paciente, ya se venía trabajando cuando llegamos al Ministerio al inicio de este período. Qatar es un gran mercado para las competencias ecuestres y los animales de Uruguay ingresarán sin cuarentena previa. Pero además, otros países del mundo árabe es probable que nos abran su ingreso también, una vez que se habilitó Qatar. Ya tenemos acceso a Emiratos, por ejemplo. Pero volviendo a Qatar, y en línea con lo que hablábamos antes, ahora vamos a comenzar a negociar para ampliar el listado de productos habilitados para ovinos para faena. Abren para un producto, y avanzamos con otros.
—¿En materia agrícola, cuáles son los hitos?
—La habilitación del ingreso del sorgo a China para consumo humano y consumo animal es de lo más importante. Otra vez, fue una exigente negociación. Estamos en el proceso de la apertura de harinas de colza y soja, también de colza y trigo.
El crecimiento de la producción de colza en Uruguay ha sido muy fuerte en los últimos años. Y detrás de ello, la demanda para lograr acceso a mercados. Ya lo logramos con mercados también exigentes como México y Chile.
Todo lleva mucho tiempo, en silencio. Y por supuesto que hay una continuidad en el trabajo técnico. Hay procesos que vienen desde 2014. Pero además, en medio del proceso, el escenario mundial cambia, y a veces, uno tiene enfocado determinado producto para cierto mercado, y tiene que redirigirlo hacia otro.
—¿Cómo es eso?
—Se trabaja en base a estrategias de largo plazo, pero también hay que ir adaptándose a los tiempos. Nosotros trabajamos con mesas sectoriales para mercados. En ese ámbito, el privado nos da su visión, que para nosotros es sumamente importante. Nosotros hacemos inteligencia comercial, como la hacen otras instituciones y organismos del Estado. Pero los privados también están observado los movimientos en los mercados y las oportunidades que surgen. Ese trabajo conjunto nos permite apuntar a un mercado con determinadas exigencias, con un consumo interesante, con un nivel de aranceles que nos permiten acceder. Bueno, hacia allá vamos.
—¿Adónde se apunta prioritariamente hoy?
—Nosotros estamos haciendo mucho hincapié en el sudeste asiático. Una región que es la más poblada del mundo. Países que tienen generalmente un PIB alto, que necesitan alimentar a su gente y que no producen todo lo que necesitan. Además, generalmente tienen aranceles bajos, no más allá del 10%. ¿Cómo podemos entrar nosotros? Proveyendo esos productos que ellos no alcanzan a producir. Por ejemplo, Indonesia está llevando adelante un programa que apunta a otorgar proteínas a los más chicos y a las mujeres embarazadas. Ahí se abre una gran oportunidad. Estamos trabajando en ello. Vendrá el momento de abrir el mercado, eso nos posicionará para acceder a otros. También estamos trabajando con Malasia, donde se habilitaron 10 plantas cárnicas que aún no están operativas, y Filipinas, con el que se están haciendo las auditorías del sistema cárnico y se habilitó un plan para los cítricos.
Hay otros mercados que nos interesan mucho. La India por ejemplo, entre otros productos para los cítricos, con negociaciones que llevan mucho tiempo. O el mercado de América Central para los lácteos.
Pero tan importante como entrar a un mercado, es mantenerlo. Eso requiere más trabajo aún.
—¿Por qué?
—Porque las exigencias no se terminan con la apertura. Al contrario. No podemos descuidarnos, cualquier error nos puede costar una revocación de las autorizaciones. Y siempre surgen imprevistos. Aparecen problemas sanitarios inesperados que nos llevan a modificar o ajustar protocolos fitosanitarios. Pasa todo el tiempo. Hay que ajustar, monitorear, documentar, y estar listo para evacuar cualquier duda del comprador. Es fundamental.
—La búsqueda de acuerdos y acceso a mercados producto a producto, ¿es una alternativa al escaso avance que ha tenido el país en cuanto a acuerdos amplios país a país o bloque a bloque?
—Es una opción más, que no se opone a otro tipo de acuerdos en los que el país trabaja. Es algo focalizado, pero que también se da en los acuerdos amplios. Por ejemplo, trabajamos mucho hacia dentro del Mercosur en aspectos sanitarios y fitosanitarios. También en acuerdos como Mercosur-Emiratos Árabes, o la negociación Mercosur-Singapur. Es un trabajo más focalizado el nuestro, que por supuesto si hay un acuerdo de libre comercio y se bajan los aranceles, siempre es mejor. Pero no todo pasa por aranceles; y ahí es que viene nuestro trabajo.
—¿El impacto de los problemas arancelarios es bajo en los mercados a los que apuntan?
—Claramente si Uruguay lograra abatir aranceles con más mercados, ingresaría con más ventajas. Pero hoy por hoy, los países que realmente necesitan los productos que nosotros ofrecemos, en general tienen los aranceles muy bajos.
—¿La cuestión central es lo sanitario?
—Lo sanitario, a veces vinculado con otras condiciones, como es lo religioso, por ejemplo, en ciertos mercados.
Un tema que cada tanto aparece, si bien no ha sido hasta ahora un gran obstáculo, es el tema de libre de aftosa con vacunación. Nosotros científicamente hemos demostrado que en el país no hay brotes de esta enfermedad desde hace más de 20 años.
—¿Es una alternativa dejar de vacunar?
—Nosotros no vamos a dejar de vacunar porque es lo que nos protege contra un eventual brote; somos libres de la enfermedad, eso es lo importante. Ya aprendimos lo que puede pasar y todo lo que podemos sufrir por un brote.
Más allá de lo sanitario y lo arancelario, donde debemos hacer mucho foco hoy es en los temas medioambientales…
—¿Cuáles son los desafíos?
—La última y gran complicación en la que Uruguay ha estado trabajando mucho es el reglamento de deforestación de la Unión Europea. Más allá de que la opinión general es que se trata de una medida arbitraria, unilateral, que nos pone a todos en la posición de tener que rendir cuentas, en algo que Uruguay cumple. Pero se nos exige, y no se premia.
De acuerdo con ese reglamento de 2023, en relación con determinados productos —a nosotros nos afecta en carne, madera y soja— debe demostrarse que no proviene de tierras que han sido deforestadas. Uruguay tiene un marco jurídico y bienes públicos que ayudan a demostrar que eso no ocurre en el país, pero además hablamos de condiciones que no nacen a partir de la demanda de la UE, sino que tenemos leyes forestales de hace muchos años, así como la trazabilidad animal, primero grupal y luego individual, donde tenemos controlado ese tema. Sabemos perfectamente si el animal provino o no de un campo donde hay deforestación. Tenemos un reglamento de uso y manejo de suelos, con el que sabemos perfectamente qué tierra rotó, cuándo se rotó, si había soja, si había otro cultivo, etc. Y una ley forestal de protección del bosque nativo que nos ha permitido incluso incrementar la superficie. Es claro que la preocupación no es por Uruguay, pero se nos exige demostrarlo. Si no lo hacemos, no podremos exportar.
Los problemas que más nos están complicando son los medioambientales. No es solo el caso de la forestación, en otros rubros también.
—En definitiva, esos temas están vinculados con las negociaciones Mercosur-Unión Europa…
—Exactamente, que no se terminan de cerrar. Porque el capítulo ese que dice que nos corresponde a nosotros está cerrado desde hace años, laudado. Hay otros temas, hay reglas de origen, hay otros temas, pero en nuestro caso, yo creo que Uruguay no tiene esa preocupación tan grande de temas sanitarios y efectos sanitarios porque podemos cumplir casi todo lo que nos exigen.