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El enfriamiento de la economía: perspectivas e implicancias

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

La economía cayó 0,1% y se estancó en el tercer trimestre.

Luego de cinco trimestres consecutivos de fuerte dinamismo, la economía se estancó en el tercer trimestre de este año (el PIB cayó un 0,1%). Si bien era esperable que el ritmo de crecimiento se moderara en la segunda mitad del año, ello ocurrió antes y con mayor profundidad. Contrariamente a lo ocurrido a finales de 2021 e inicios de 2022, los factores que incidieron positivamente fueron los vinculados al consumo interno, al tiempo que algunas actividades agroexportadoras mostraron caídas derivadas de un sector externo menos dinámico.

En términos interanuales la actividad creció un 3,7%, notoriamente menos que en el primer semestre (8,2%) aunque parte de ello se debe a que en los primeros seis meses de 2021 la economía se mantenía afectada por la pandemia. Sin embargo, el crecimiento estuvo por debajo de lo esperado (5%), influido por caídas en actividades primarias (7,4%) e industrias manufactureras (2,8%) que conjuntamente tuvieron una incidencia negativa de 0,7 puntos porcentuales, en ambos casos ante la menor faena y actividad frigorífica. En el otro extremo, sorprendió positivamente el desempeño de las actividades comerciales, que crecieron un 10,8% (habían crecido un 4,8% en el segundo trimestre) y tuvieron una incidencia positiva de 1,4 puntos porcentuales.

Desde el enfoque del gasto, el consumo privado se reaceleró y creció un 7% interanual luego de mantenerse estancado en el primer semestre, algo previsible teniendo en cuenta los efectos de la inflación en los salarios reales y el inicio en la recuperación de estos a partir del adelantamiento de los correctivos por inflación en julio. Las exportaciones de bienes y servicios mantuvieron su dinamismo, aunque con diferente composición.

Mayores exportaciones de soja, vehículos y turismo receptivo compensaron las caídas en la venta de carne y energía eléctrica. Sin embargo, las importaciones de bienes y servicios crecieron proporcionalmente más, incididas por la caída del tipo de cambio y el flujo de viajes hacia Argentina.

Con ello, la contribución del saldo comercial se redujo desde 1,3 puntos porcentuales en el segundo semestre a 0,6 en el tercero.

Esta dinámica no parecería que fuese a revertirse en el corto plazo. Si bien el crecimiento en 2022 rondará el 5,5%, ello se deberá enteramente al arrastre del año 2021 y al desempeño del primer semestre. Entre octubre y noviembre las exportaciones de bienes cayeron un 9% interanual y el índice de volumen físico de la industria manufacturera cayó un 4% en octubre. Ello es consecuencia de un contexto externo (y de las industrias orientadas a Argentina) menos favorable y una menor demanda de carne desde China, que refleja una caída en los precios de exportación de casi 25% en los últimos seis meses.

En este contexto, la economía se mantendría apuntalada por el desempeño del consumo interno, que mantendría su dinamismo a medida que la caída en la inflación (en particular de los precios de la nafta y algunos alimentos) recomponga los ingresos reales de los hogares. A pesar de ello, los indicadores disponibles anticiparían que el crecimiento sería moderado y que parte de la demanda se fugaría vía consumo en el exterior. En octubre la recaudación de la DGI creció un 2,1% interanual y la venta de naftas cayó un 5%.

Hace tres meses alertábamos en estas páginas que había que ser cauteloso con la lectura de los datos del primer semestre, ya que el escenario internacional se estaba deteriorando rápidamente. En el margen, las noticias de las últimas semanas apuntan a que, tras dos buenos datos de inflación en Estados Unidos, la tasa de interés se ubicaría entre 5,0% y 5,5% (actualmente está en 4,5%) a inicios de 2023 y el riesgo de tasas superiores parecería haberse disipado. Sin embargo, la semana pasada la FED indicó que, si bien estaríamos más cerca del techo, difícilmente la reversión del proceso de suba de tasas ocurra en 2023. Las expectativas apuntan a que el crecimiento de las economías avanzadas en 2023 será muy modesto, tanto Europa como Estados Unidos crecerían en torno al 0,5%. Quizá la buena noticia —que todavía debe tomarse con pinzas— es el hecho de que China parecería ir hacia una flexibilización de su política covid-zero, algo que podría mitigar el deterioro de los commodities (el yuan se revalorizó un 3% en diciembre).

Ante esta realidad, los datos del tercer trimestre podrían tener implicancias en algunas decisiones que ocurrirán en el corto plazo. Si bien el consumo privado se mantuvo dinámico, el estancamiento de la economía (y las presiones cuasi diarias de los sectores agroexportadores) podría inducir al Banco Central a rever la suba de la tasa de política monetaria en su reunión del 30 de diciembre, quizá reduciéndola desde 50 a 25 puntos básicos. Por otra parte, previendo un escenario de menor dinamismo, sería prudente que el gobierno se guarde “la carta fiscal” y no comprometa recursos dirigidos al tercio de la población con mayores ingresos, que podrían ser necesarios para apuntalar algunos sectores de la economía (y de la población) en el futuro.

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