Un experto en adultos mayores, grupo que representará a mediano plazo cerca del 30% de la población de las economías medianamente desarrolladas y vinculado a la Fundación Astur, sostenía que “peor que escuchar a un médico hablando de economía, es un economista hablando de bienestar de las personas”.
Si bien la economía genera cierto encantamiento y seduce intelectos, no son pocos los cuestionamientos sobre que, al fin del día, no ha satisfecho las expectativas de las personas y que no ha dado, finalmente, solución real al desarrollo integral de los países en vías de desarrollo. Tampoco ha sido lo suficientemente convincente para generar soluciones para ciertas regiones y sectores con mayores vulnerabilidades. Quizás el problema no haya sido la sinfonía, sino los intérpretes: pero la duda cabe.
Respuestas a las crisis
La excepción a ello parecen ser las respuestas de políticas aplicadas a las situaciones de emergencia o a partir de crisis o caos. Allí, su contribución deja menor espacio a la duda. Cuando detona una crisis y en situaciones extremas, la disciplina parece dar con el tono y la medida para corregir los problemas más graves.
Caso palmario, la pandemia COVID 19, la crisis del 2008 en EE.UU., con mayor rezago la crisis de la UE (2011-12), el efecto tequila, las crisis asiática y rusa, la crisis de deuda en los años ´80 en Latinoamérica, y, más recientemente, las crisis regionales en el cono sur americano en 1998-2002. En este caso, las secuelas son aún controversiales, según las diferentes alternativas de salida, y, no exentas de impactos a medio y largo plazo.
El Economista Claudio Sapelli ejemplificaba[1] “la credibilidad de la clase política es mínima, peligroso en una sociedad democrática”. Agregaba “es en parte la razón de las protestas, la frustración y la desesperanza de la gente, que los problemas se eternizan sin resolverse”.
La última crisis dejó algunas “taras” y varios pendientes
Un profesor de Economía y Desarrollo de Infraestructuras de la Universidad Politécnica de Madrid, sostenía que ciertas creencias, que van más allá de toda lógica y comprobación fáctica, suelen ser “taras infantiles”, que todos asumimos y requieren más de terapia que de controversia.
El presidente del BCU, Andrés Tolosa, hizo afirmaciones sorprendentes, extrañamente impropias, sobre el encarecimiento de Uruguay y lo que denominó “timba” de los inversores. Además de confusas estas declaraciones (el mismo Tolosa lo reconocería), generan cierta intranquilidad y claramente no las compartimos, ni en la forma ni en el contenido[2].
Semanas atrás, habíamos ponderado los anuncios de Tolosa, ya que despertaban cierta esperanza de que finalmente el BCU encararía algunos cambios importantes y pendientes, tanto en su carácter de regulador del sector financiero y de valores, como en su carácter de autoridad monetaria.
El jerarca hizo también referencias a las crisis 1982 y 2002, tarea ardua aun para quienes las sufrimos en directo, y, en la pretensión de contribuir a esa perspectiva y su propuesta de incentivar aún más la inversión en pesos, compartir que, el origen concreto de la idea de la pesificación y UI, fue resultado del trabajo realizado en el ámbito del BCU y previo al año 2002, gracias al asesoramiento de expertos internacionales (luego del FMI) en el mercado de valores y en el mercado de ahorro y vivienda, que advirtieron los problemas de la dolarización, los riesgos de descalces (tasas, plazos y monedas), que impactaban en todo el sistema, y, en particular en la banca pública (riesgos sistémicos, concentración de riesgos, etc.).
La preocupación, entonces fue blindar la banca en general, y, la pública en particular, con normas de cobertura, definiendo una estrategia de pesificación como prioridad, creando la UI y otras medidas, sin embargo, dichas soluciones no tuvieron el foco en los usuarios, excepto devolverles lo que se les debía[3].
Tomando el toro por las astas
En otro orden, el presidente Orsi tiene un talante diferente al del ex presidente Lacalle. Se muestra más negociador, pero también es criticado por sus modos en la toma de decisiones, sin embargo, Canelones, ha sido una de las intendencias mejor administradas, si bien el ámbito nacional tiene otras complejidades.
En su momento el ex presidente Lacalle apostó por una mayor libertad al ciudadano frente al Estado, lo que, se verificó, desafortunadamente, en pocos hitos concretos, mercados y sectores. La aprobación de “la LUC”, exhaustiva y ambiciosa, no llegó a satisfacer del todo esa expectativa. De algún modo también se dejó seducir por la idea de que los “recortes” eran un “faro” identitario, y, efectivamente lo acompañaron en su imagen hasta el fin del mandato, si bien, creemos, en el último tramo, trató de despegarse de esa imagen, tan poderosa como peligrosa, con suerte variada[4].
Dado los déficits La idea de “manta corta” del actual gobierno, parece tener la misma inspiración y riesgos. estructurales, que el propio FA había señalado, esto va a determinar que el gobierno enfrente caminos difíciles de compatibilizar y va a necesitar todo su poder negociador, empeño y gran ingenio. Si no lo resuelve, ya va a depender del “alineamiento de los astros” y los shocks externos.
Podría sostenerlo, si en paralelo logra avanzar, decidida y claramente, en desmontar esa maquinaria delirante del Estado, con esa obsesión recaudatoria aluvional y acumulativa, esa “tara” por perseguir y sancionar a los ciudadanos, incluso en mercados o ámbitos, débil o deficientemente regulados, protegiendo incluso al sujeto, organismo o empresas reguladas, en detrimento del eslabón más débil de la cadena, que es el propio ciudadano.
Puede avanzar recorriendo y enmendando ese ancho y escabroso tormento que es la prestación y calidad de los servicios públicos, la atención al usuario, la aplicación de multas, recargos, moras e intereses abusivos, una estructura tarifaria y de precios, con altas ineficiencias trasladadas al cliente, cláusulas también abusivas, la letra chica, los contratos de adhesión como sistema y más impuestos, etc.
Esta alternativa incluye al BCU, que haría muy bien, como pareció adelantar su presidente en las últimas semanas, en ocuparse de los “pendientes”, revisando errores u omisiones pasados, en particular en el cuidado y defensa de los usuarios, en lugar de poner el foco en otros objetivos.
No existe chance de sortear ciertas decisiones, aunque a ciertos grupos y lobbies que siempre rodean y presionan a los gobiernos, no les “cautive” la idea. También es una decisión del presidente, y, como sentencian los abogados “será justicia”, o no será.
[1] A punto de partida de un relevamiento de la Universidad Católica de Chile. Ver entrevista al Ec. Claudio Sapelli, por Luis Custodio en Eco&Mercado, El País, año 2023
[2] “Invertir en dólares es una timba”, “Ojalá Uruguay fuera más caro” y otras declaraciones tan extrañas como inoportunas
[3] En todo caso, este sesgo, a nuestro criterio, fue derivado de los temores de nuevas crisis y por ende las coberturas que se tomaron para evitarla.
[4] A pesar de ese “esfuerzo” inicial, dejó un déficit y una deuda igual o mayor a la que se combatía, lo que a esta altura es tan controversial como irrelevante discutir.