En las últimas semanas se conocieron los datos de cuentas nacionales, que mostraron con claridad los impactos de la sequía en diversos sectores de actividad, al punto que motivaron una caída de importancia del PIB. Sin embargo, el consumo privado volvió a mostrarse relativamente dinámico, apalancado en la buena evolución de sus fundamentos. A pesar de lo anterior, algunos indicadores de demanda no han mejorado como podría esperarse y señalizan que la recuperación reciente dista de ser generalizada y robusta. A continuación un repaso de estos temas.
Si bien los datos de actividad económica del segundo trimestre mostraron un claro retroceso del PIB, el consumo privado continuó creciendo a buen ritmo. En efecto, mientras que el PIB acusó los efectos de la sequía y mostró una caída de 1,4% desestacionalizada en el segundo trimestre, el consumo privado aumentó un respetable 0,9% desestacionalizado en el mismo período, continuando así la senda de crecimiento de trimestres anteriores.
El resultado anterior está en línea con lo esperado y se explica a partir de la buena evolución de la masa salarial, apuntalada tanto por la evolución de los ingresos como del empleo. En el caso de los ingresos salariales, el aumento real viene siendo incluso mayor al que se preveía a comienzos de año, no por aumentos nominales sorpresivos sino a partir del efecto positivo de una tasa de inflación menor a la prevista (la variación del IPC fue de sólo 3,9% anual a setiembre). Así, los ingresos salariales vienen creciendo 2,5% real en el promedio del último año a agosto (como refleja el gráfico siguiente), pero a tasas mayores cuando se miden punta a punta en los últimos meses (en torno de 4% interanual).
Mientras tanto, la tasa de empleo continuó aumentando en la primera parte del año y se ubicó por encima de 58% en los últimos meses, alcanzando registros que no se observaban desde finales de 2017, lo que se destaca en el próximo gráfico. Sumado a lo anterior, y más allá de ciertas oscilaciones, el tipo de cambio se mantiene débil, lo que sigue propiciando un crecimiento significativo de los ingresos en dólares de los trabajadores (en torno de 15% anual).
Acompañando la evolución favorable del consumo privado, el crédito al consumo viene mostrando tasas de expansión de importancia, aunque desacelerándose. Así, los préstamos al consumo concedidos por el sistema bancario crecieron un atendible 15,4% nominal interanual en el segundo trimestre, lo que marca un crecimiento real de importancia, en torno de 8% para el mismo período.
Mientras tanto, los préstamos a las familias de las Administradoras de crédito que reportan al BCU mostraron un crecimiento incluso algo mayor, al aumentar 17,4% nominal en el mismo período. En su conjunto, los créditos al consumo crecieron en torno de 3% real en términos desestacionalizados en el segundo trimestre. Los datos parciales del tercer trimestre mostraron registros algo menores para los bancos, en torno de 14% nominal, pero implicaron una leve aceleración real, habida cuenta de la desinflación en ese período. A pesar de este contexto de expansión, la tasa de morosidad de dichos créditos mostró un incremento apreciable en los últimos meses. Así, los créditos con demoras en el repago crecieron de forma tal que, como esperábamos, la tasa de morosidad aumentó y se ubicó en 5,5% para los bancos en agosto, bastante por encima del registro de fines del año pasado (4,1%) y marcando el mayor nivel en 15 años.
En el caso de las administradoras, hubo una suba de casi 2 puntos porcentuales de la morosidad en agosto respecto a un año atrás, para ubicarse en torno del 20% de los créditos. Dicho aumento fue generalizado y alcanzó incluso a las instituciones financieras de mayor tamaño, que habitualmente tienen tasas de morosidad reducidas y estables.
El aumento de la morosidad en un contexto de expansión de los ingresos reales y del empleo, refleja que la situación económica de las familias dista de ser satisfactoria. En efecto, en anteriores oportunidades hemos analizado en esta columna que ciertos indicadores sobre la situación económica y expectativas de las familias han mostrado restricciones y dificultades que perduran, a partir de la pandemia y los encarecimientos derivados del conflicto europeo. A modo de ejemplo, salvo en el registro de febrero de 2023, cuando la confianza del consumidor alcanzó los 54,7 puntos, este indicador ha permanecido en la zona de moderado pesimismo o apenas por encima del nivel de neutralidad desde marzo de 2015. En esta línea, nuestra medición sobre el grado de seguridad que perciben las familias en mantener sus fuentes de ingresos se ubica en los menores registros en 15 años, habiendo sido peores sólo durante la pandemia. Por otra parte, los indicadores de demanda de bienes de supermercados, como la atención a precios o la fidelidad a marcas, se mantienen en niveles restrictivos, entre los registros más desfavorables de los últimos 8 años.
En lo que refiere a indicadores específicos del mercado de créditos al consumo por el lado de la demanda, los consumidores muestran cierta leve afectación de su situación financiera. Por un lado, el indicador que mide la percepción del peso de las deudas de los hogares en los ingresos familiares se ubica en niveles relativamente elevados, manteniéndose estable y sin señales de reducción. Este resultado se da como consecuencia tanto del aumento del endeudamiento reciente como a partir del impacto sobre los ingresos de los últimos años, que no ha sido alcanzado aún, al menos en forma notoria, por el efecto favorable de la recuperación real salarial comentada. Adicionalmente, una proporción creciente estima que va a tener dificultades para el pago de sus préstamos en fecha, siendo los jóvenes y los de nivel socioeconómico bajo los más afectados. Este indicador ha aumentado recientemente y se ubica en un nivel intermedio entre los reducidos registros prevalecientes antes de la pandemia y los máximos observados durante 2020.
En suma, es esperable que continuemos observando dinamismo del consumo privado en los próximos trimestres, a partir de la recuperación de los ingresos salariales y aún en el caso que se estanque o incluso disminuya el empleo. Sin embargo, la mejora de ingresos y ocupados que se observó recientemente, al ser heterogénea por sectores, no parece ser suficiente para propiciar una mejoría fuerte y generalizada de los indicadores que reflejan la situación económica y las expectativas, especialmente en los segmentos más impactados por los shocks. Para que se observe una mejora que dinamice aún más el consumo, se requiere que la economía crezca a tasas más altas y en forma homogénea, algo difícil con el contexto de debilidad de nuestros vecinos.
- Alejandro Cavallo es Director Consultoría Económica en Equipos Consultores.