ENTREVISTA
Imposible salir de la irrelevancia si no se supera esa eterna mirada a corto plazo.
Para el ex canciller uruguayo y actual secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Sergio Abreu, la postura asumida por Uruguay en el Mercosur tiene el valor del sinceramiento, de representar lo que no se quería escuchar. Sin embargo, asegura que cualquier salida a los asuntos que traban al bloque depende de los socios mayores: si Brasil y Argentina no se entienden, no va a haber avance para el Mercosur. Advierte, asimismo, que ninguno de los dos países vecinos, con la proximidad de sus instancias electorales, está dispuesto a dar pasos que les generen costos internos. Abreu calificó las relaciones entre los países del bloque como “kermesse de adolescentes”, condicionados por humores y afinidades ideológicas. Es imposible salir de la irrelevancia si no se supera esa mirada de corto plazo, afirmó. En un contexto de severas dificultades para la región, reivindicó el papel de Aladi en la promoción del comercio. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Qué lectura hace sobre el planteo que hizo Uruguay en la cumbre del Mercosur del pasado jueves?
—Lo bueno es que se miró de frente el problema. Pasó el mal momento que siempre genera un sinceramiento de esa magnitud. Ahora, creo que van a tener que repensar y negociar muchos temas. Esto los debería obligar a negociar a todos; lo malo es que los intereses de corto plazo condicionan. Argentina y Brasil están atentos a sus propios procesos electorales y nada harán que les genere costos internos. Es una situación muy compleja. Seguramente el gobierno uruguayo tendrá un plan B y un C, ante las dificultades que puedan surgir de la posición asumida y las futuras reacciones de los socios.
—¿Era necesario patear el tablero?
—Hace tiempo que nos está faltando el coraje de mirar las cosas de frente. Estamos recorriendo un camino que va por el costado de la racionalidad. El problema de hoy es cómo creamos comercio y empleo. No hay otra manera de avanzar que no sea a través de los incentivos a la inversión, a la eficiencia privada y a la productividad. Y la libertad en el comercio va por ahí. Pero no estamos mirando eso.
Hemos quedado en medio de la irrelevancia, la lentitud y un proceso de integración transformado en una ficción; un recurso sentimental y dialéctico que no tiene la contrapartida de la voluntad política concreta de todos los países.
Y más allá de la calidad de cada gobierno, lo cierto es que el corto plazo está marcando los rumbos y adolecemos de estrategia de mediano y largo plazo. Entonces, por conveniencias circunstanciales, ideológicas muchas veces, los países hoy se abrazan y mañana se distancian. Humores, afinidades y simpatías que se cruzan y condicionan la relación entre vecinos. Así es imposible.
Es una kermesse de adolescentes donde se enojan de a ratos. Acá no estamos para intercambiar afectos provisorios. Y la racionalidad, la solidaridad, ¿dónde están?
—Pero, ¿considera que esa realidad va a cambiar a partir de ahora?
— Deberíamos ser capaces de analizar la realidad en conjunto, buscando acuerdos, si queremos adelantar en los temas importantes. Acá, hay un grave problema de los socios mayores. A pesar de eso, Brasil y Argentina están condenados a entenderse. ¿No se entienden?, deberían pagar los costos, pero no trasladárselos a las economías pequeñas del bloque.
No siempre se pueden estar disimulando las carencias que tenemos. Se pone énfasis en lo jurídico y está bien, las normas están para cumplirlas, pero, ¿y el resto de lo que se planteó el Mercosur como futuro? No funciona la solución de controversias, casi el 50% de las decisiones no están vigentes porque no se han internalizado, el arancel externo común está lleno de perforaciones… la realidad es esa.
—Uruguay espera mucho de la actitud de Brasil en esta coyuntura; ¿es una buena opción?
—Brasil tiene un enorme problema de liderazgo en la región, lo que le acarrea costos. Los posicionamientos asumidos por su presidente muchas veces generan incertidumbre, aunque en esta ocasión, Bolsonaro reivindicó la necesidad de avanzar en una apertura comercial.
Pero insisto, al final del día pesa mucho la realidad interna del país y las relaciones con Argentina, más allá de sus diferencias con Alberto Fernández.
El Mercosur adolece de la solidaridad de los socios mayores; cada uno está con su propio libreto, ninguno dispuesto a hacer concesiones y mucho menos reconocer las asimetrías. Y que tengamos instancias electorales antes de fin de año en Argentina y elecciones presidenciales el año próximo en Brasil, condiciona.
No deberíamos darnos el gusto de tener interrupciones y pausas en los procesos por cambios de gobierno, peor es lo que ha pasado en cada ocasión. En buena medida, en los últimos años hemos sido la excepción, porque las propuestas de apertura y flexibilización se han dado con distintos gobiernos en Uruguay.
—Pero las afinidades ideológicas, generalmente, son las que aceleran o traban procesos; no pasa solo en el Mercosur…
—No podemos justificar todo por las diferencias políticas. Hay que mirar un poco hacia la Alianza del Pacífico, que han avanzado mucho más que el Mercosur, tienen acuerdos de comercio con Estados Unidos y Europa. Cambian los gobiernos, pero ninguno se baja de los acuerdos. Son más pragmáticos.
No podemos justificar estrategias divorciadas desde el punto de vista político, que no permiten avanzar en temas comerciales. Aladi, al igual que la Organización Mundial del Comercio, no tienen cláusula democrática. ¿Por qué? No es que se renuncie a los principios, pero de no ser así sería imposible funcionar. Acá —en Aladi— se sientan todos los países que la integran y discuten, más allá que en otros foros no acepten compartir espacios y haya denuncias cruzadas.
Ademas esta coyuntura difícil en la región, como si fuera poco, se da en el contexto de una enorme crisis de la gobernanza multilateral. Desde que Trump y China decidieron negociar bilateralmente una administración de comercio, las garantías de los países chicos para defenderse ante las grandes potencias, que son las normas jurídicas, se han visto enormemente debilitadas. Hay que reimpulsar el multilateralismo en forma urgente, nos va la vida en eso.
—¿Cuál es la estrategia de Aladi en el desafío para recuperar relevancia en este contexto?
—Es cierto que Aladi no tiene buen nombre, una imagen de algo antiguo, pero debemos demostrar que estamos en condiciones de hacer valer la relevancia que tiene. No somos solo un registro notarial de acuerdos comerciales.
Pero para reivindicar ese papel se necesita la voluntad política de los trece países que forman parte.
Es un momento en el que tenemos una situación comercial muy complicada en la región, donde el comercio intrazona es apenas el 10%, cuando en la Unión Europea es el 63% y en Asia el 52%; con las pequeñas y medianas empresas —aquellas que proveen el 60% del trabajo— entre las más afectadas por la caída de demanda; en una región donde la pandemia se ha llevado por delante decenas de millones de puestos de trabajo. ¿Cuál es la respuesta que debemos dar? Más comercio, el mayor posible.
Que no se nos escape que a la falta de empleo le sigue la pobreza y a a esta, la inestabilidad social. El comercio es una vía para superar estos problemas. Para ello debemos contar con voluntad política e instrumentos modernos.
—¿Qué se está haciendo en ese sentido?
—Desde Aladi, junto con otros organismos internacionales, procuramos estimular a los gobiernos y empresas para que apuesten a mejores condiciones de comercio intrarregional. En esa línea, a los empresarios —sobre todo a aquellos a los que por su escala se les hace más difícil acceder a contrapartes— tratamos de facilitarles el acceso.
“Pymes Latinas, grandes negocios” se llama la plataforma digital que lanzamos recientemente, buscando que las empresas interactúen, operando en forma simple y moderna. Contiene un centro de negocios, donde convocamos ruedas de negocios de distinta índole, hemos hecho una de mujeres y otra de emprendimientos TIC; también un centro de información, uno de capacitación y otro logístico, donde acceder a información sobre trámites, costos y beneficios de los modos de transporte y herramientas logísticas. Hay información y contactos disponibles sobre instrumentos de pago, financiación, los productos que buscan o producen, etc.
También tenemos que actualizar los acuerdos comerciales que existen en la región, porque la agenda es otra. Lo arancelario va dejando paso a la convergencia regulatoria. Las normas vinculadas con facilitación de comercio, servicios y muchas normas que actúan como restricción no arancelaria. Es necesario ampliar la mirada y ver que el mundo incorpora esos aspectos.
Y el gran debe para hablar realmente de integración en nuestra región y reducir asimetrías, sigue siendo las infraestructuras…
—¿La falta de recursos es el mayor escollo?
—Es cierto que tenemos carencias de recursos financieros, pero también, ausencia de planificación estratégica y escasa voluntad política. Es necesario comprometerse con esos temas, acercarnos entre nosotros y reducir la enorme brecha logística que tenemos con otras zonas del mundo. El subdesarrollo de las hidrovías es un aspecto clave, y sobre eso hemos escuchado al presidente Lacalle Pou y la necesidad de revitalizar y aprovechar mejor la hidrovía Paraguay-Paraná.
Pero hay que hacer frente a esos desafíos de una vez. Las reuniones sobre infraestructura en la región, casi que son terapia de grupo: bebemos dejar de lamentarnos y afrontar las obras necesarias, con visión sistema y compromiso político.