EFE
Uzbekistán apuesta fuertemente por el turismo para convertirlo en uno de los principales motores de su economía y el instrumento para acabar con la maldición del cultivo del algodón, una de sus principales riquezas y también fuente de graves problemas ecológicos, como la casi desaparición del mar de Aral.
Para atraer al turista, Uzbekistán ha declarado una “política de puertas abiertas” que exime de visado a los ciudadanos de cerca de 100 países, mientras que los de otros 55 pueden tramitarlo por internet mediante un sencillo procedimiento que cuesta US$ 20.
Los datos oficiales señalan que en los últimos dos años el gobierno ha invertido US$ 1.000 millones en infraestructura crítica, incluida la restauración de monumentos históricos, carreteras y puentes, instalaciones de energía y agua, lo que ha permitido captar para los mismos fines inversiones privadas por US$ 2.000 millones.
La Perla de Oriente
El mayor imán turístico del país es la Perla de Oriente, como llamaban antiguamente a la ciudad de Samarcanda, una de las más antiguas del mundo aún habitada, y cuya fundación algunos historiadores sitúan entre los siglos VIII y VII antes de Cristo.
La prosperidad de Samarcanda, que llegó a convertirla en una de las mayores ciudades de Asia Central y en la capital del imperio del emperador Timur (Tamerlán), obedeció a su localización en la Ruta de la Seda entre China y Europa.
Entre sus maravillas se encuentra el Registán, una plaza pública en el corazón de la antigua ciudad, enmarcada por tres madrasas (escuelas musulmanas de estudios superiores), que deja boquiabierto al turista más experimentado. “Si quieres saber sobre nosotros, examina nuestros edificios”, se puede leer en uno de los monumentos dejados por Timur.
Entre ellos destaca la mezquita Bibi Janun, que debe su nombre a una de las mujeres de Timur, cuya construcción comenzó en 1399 y cuya parte principal quedó terminada cinco años después. Según un historiador de la época, se emplearon 95 elefantes de la India para transportar materiales.
Pasear por Samarcanda es también un viaje por el mundo de los aromas orientales, que hacen parte del paisaje urbano gracias a sus numerosos restaurantes atestados de público, sobre todo en primavera, la mejor estación para visitarla.
Florecen las artesanías
La afluencia de turistas ha hecho florecer los mercados de Samarcanda, donde artesanos de diversos rincones del país venden sus trabajos.
Es casi imposible resistirse a la tentación de llevarse como recuerdo una tubeteika, gorro de Asia Central con forma de yurta (la vivienda en forma de tienda que antiguamente servía a las tribus nómadas), que artesanos bordan con motivos típicos.
“Las tubeteikas de las distintas regiones de Uzbekistán se diferencian por su forma y su ornamento”, explica Alim Timúrov, un artesano de 50 años, especialista en la confección del tradicional gorro centroasiático.
Otros sitios para visitar. No hay que perderse la Necrópolis Shah-i-Zinda en Samarcanda que tiene más de 2.000 años de antigüedad y alberga las tumbas de varios santos y gobernantes, incluido el fundador de la ciudad, Qoraghan. También hay que dedicarle tiempo al Mausoleo Gur-e Amir de Tamerlán, el conquistador mongol que gobernó Uzbekistán en el siglo XIV. Es una obra maestra de la arquitectura islámica y está decorado con azulejos, mosaicos y mármol.
Si viaja a Bujará, hay que observar el Gran Minarete de Kalon, el más alto del país, con 47 metros. Fue construido en el siglo XII y es un importante símbolo de la ciudad. Y en Jiva, hay que recorrer Itchan, la ciudadela amurallada; y si se escapa a Taskent, no se pierda el Chorsu Bazaar, un gran bazar tradicional que ha funcionado durante más de un siglo. Es un lugar ideal para comprar souvenirs, alfombras y especias.
Seis trenes de alta velocidad
En su apuesta por el turismo las autoridades uzbekas han hecho hincapié en el desarrollo de la conectividad y para ello se adquirieron seis trenes de alta velocidad, que unen la capital del país, Taskent, con Samarcanda y Bujará, la otra joya de la antigua Ruta de la Seda. Bujará alberga numerosos santuarios y mezquitas, que la convierten en un lugar de peregrinación de los musulmanes.