Un viajero incansable dio la vuelta al mundo en bicicleta

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Mariano Lorefice lleva una vida dedicada a la bicicleta con la que recorrió el mundo.

Viajes

Entre mediados de la década de 1990 y ahora el viajero Mariano Lorefice probó que con una buena bicicleta y un buen estado físico se puede ir a cualquier parte del mundo pedaleando.

Mariano Lorefice recorre el planeta en bicicleta desde los 18 años. Lo que comenzó como una pasión por el deporte extremo se transformó en aventura y nomadismo, para terminar siendo un medio de vida en el que lleva ciclistas a recorrer el mundo.

“No me siento de un lugar, me siento un nómada. Desde hace un montón de años que no he parado de viajar nunca”, dice Mariano Lorefice, que lleva casi dos décadas viviendo en Italia, otro tantos años más pedaleando por el globo y ahora está varado en La Plata, su ciudad natal, a la espera de ser repatriado a su segunda patria.

Mariano venía del último de los viajes de cicloturismo que organiza, en el que llevó a un grupo de cicloturistas a Cuba. El paso siguiente era la Quebrada de Humahuaca y luego Bolivia, para volver a Bologna, donde reside, a mediados de abril. Pero a raíz de la pandemia no pudo ser. Mientras tanto, pasa el tiempo entrenando en una bicicleta fija. “Pedaleando en la bici fija superé los 5.500 kilómetros en cuarentena. Es una especie de ejercicio-terapia que me sirve para cargar energías y volver a otros viajes que ya había hecho, como la primera vuelta al mundo, cuando a los 5.500 kilómetros de recorrido llegué a Cabo Norte, el punto extremo de Europa. Me acuerdo que le mandaba postales a mi abuela, con quien vivía, para documentar el recorrido”. Por aquel entonces era 1996 y Lorefice tenía 25 años. Aquella vuelta al mundo por el hemisferio norte, en la que totalizó 24 mil kilómetros en siete meses y medio lo llevó del Mediterráneo al Círculo Polar Ártico, la ex Unión Soviética, Medio Oriente, India China y Canadá, entre otros destinos.

Subió a las alturas del Himalaya con sus dos ruedas inseparables.
Subió a las alturas del Himalaya con sus dos ruedas inseparables.

Primeros pedaleos. Pero Mariano comenzó a viajar tiempo antes, más como un deportista que como aventurero, siempre arrastrado por la pasión del ciclismo, que se remonta a los tiempos del colegio secundario. Era a una escuela agraria ubicada a 45 kilómetros de su hogar platense y él iba en bicicleta con la túnica puesta, cargando el bolso y las carpetas. “Era una bici común, de media carrera, de las de antes, que venían sin cambios. Después, uno le ponía los cambios, la iba mejorando de a poquito”. Al principio, recuerda, le costaba mucho. Pero los desafíos, muchas veces extremos, serían su motor por el resto de su vida. Por eso, quizás, llamó a todas sus bicicletas Rocinante -I, II, y así-, como el caballo de Don Quijote. “Era un soñador, un idealista”, confiesa.

El primer viaje lo hizo a los 17 años, cuando se aventuró desde La Plata a Junín de los Andes. “Se me rompió la bicicleta apenas salí, por el sobrepeso. Fue una odisea, no tenía experiencia”, dice este hombre de 52 años que se subió a una bicicleta por primera vez a los 6 y que tuvo su primera bicicleta propia a los 10. Cuando terminó la secundaria quiso ser guardaparque. “Pero había que tener 21 años, la licencia para manejar, ir a estudiar a Bariloche. Era bastante complejo el asunto”. Así que desechó esa posibilidad y comenzó a entrenar y participar de triatlones maratones y competencias de Ironman. “Participé en pruebas que hicieron historia, fui uno de los pioneros en Triatlón en la Ultradistancia”.

Esas competencias lo llevaron por distintas partes del mundo, de Río de Janeiro a Ámsterdam, y siempre quedó entre los primero 10 puestos. Fue así que le picó el bichito de los viajes. “Me gustó viajar y empezar a descubrir el mundo en bicicleta. Después, me di cuenta que podía integrar el deporte a lo que había sido mi vocación. Siempre tuve entusiasmo por la naturaleza y el conservacionismo”.

Lorefice se precia de haber llegado a los sitios más remotos.
Lorefice se precia de haber llegado a los sitios más remotos.

Las primeras vueltas. En 1992 se fue de Argentina a México, recorriendo un total de 10.500 kilómetros y 14 países en 87 días. Fue pedaleando hasta Monterrey para correr el Decaironmamn. Y fue en esa travesía por América Latina cuando intentó volcar la atención de la gente hacia la naturaleza y la necesidad de cuidarla. “Estaba en la búsqueda de desafíos extremos, era una especie de deportista profesional. Pero en ese viaje traté de generar inquietudes, promocionar la bicicleta y la experiencia me pareció mucho más interesante que la competencia deportiva, aunque en esa prueba hice un récord, pero no era lo que me interesaba. Fue servir a una causa lo que me hacía feliz, por eso al año siguiente decidí salir a dar vueltas a la Argentina y después, de a poquito, me propuse dar la vuelta al mundo”.

Lorefice empezó a viajar por el país en el año 93, y ya un año después su derrotero lo había llevado por toda la Argentina, visitando sobre todo escuelas y parques nacionales. “Hice 11.900 kilómetros el primer año y 14 mil el segundo, visitando centenares de escuelas, pueblos y parajes insólitos. La bicicleta tenía estampas de animales en extinción, hacía campañas ecológicas para generar inquietud en los chicos, para que se acerquen a la naturaleza y para fomentar el uso de la bici”.

Y en una de esa vueltas, allá por febrero del 94, trepó hasta la cima del Aconcagua con la bici al hombro. Solo y sin experiencia previa de montaña, se animó a esa aventura “trascendente”.

“Pedaleé muy poco, es imposible subir pedaleando e ir solo me obligó a hacer varios porteos. Llevar el equipo, bajar, acampar, subir, armar otro campamento, derretir hielo, cocinarme. Fueron 14 días y tuve que esperar para subir a la cumbre porque me tocó mal tiempo. Había llegado a tres refugios que están a 5.900 metros, y tuve que retroceder a los 5.500, esperar, volver a subir. Son experiencias en las que por más preparación física que tengas, lo fundamental es adaptarse a la naturaleza e interpretar las condiciones. Uno llega si la montaña lo permite”.

Ha incursionado en bicicleta tanto solo como en grupo.
Ha incursionado en bicicleta tanto solo como en grupo.

A ese ascenso le siguieron unos cuantos más, como del El Ojo del Salado en 2002, que es el volcán mas alto del mundo (6.880 msnm) y está ubicado en la porción catamarqueña de la Cordillera de los Andes, en el límite con Chile. “Llevaba una bicicleta que pesaba 15 kilos, más el peso del equipo, en total una carga cerca de 40 kilos. Así que igual que en el Aconcagua, iba haciendo varios porteos, subía, bajaba y en algunas partes podía pedalear. El objetivo era demostrar que con la bici se podía llegar a casi cualquier lugar, con una alimentación sana como combustible y la voluntad como motor”.

En el 95 emprendió este viaje que le llevó solo cinco meses y medio. “En aquel entonces tenía otro modo de viajar, contaba con una determinada cantidad de dinero, hacía un máximo de kilómetros por día y me esforzaba físicamente. Hay diferentes modos de viajar, y esta no es la manera más linda de hacerlo. De un modo tan extremo no se conocen los lugares y la gente, aunque sí te enfrentás a situaciones especiales. Es una experiencia de conocimiento y autoconocimiento”.

El itinerario que completó Lorefice en estos años es al menos sorprendente: China, Turquía, India, Nepal, el cruce del Himalaya. Antes de la pandemia su objetivo era África para reunir fondos para una causa humanitaria.
*La Nación/GDA

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