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Un Quince Solidario: una organización que cumple el sueño de adolescentes

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Decoración hecha por el grupo Un Quince Solidario. Foto: cortesía

HISTORIAS

Un grupo de 30 voluntarios trabaja para lograr las fiestas soñadas y ya llevan 15 celebraciones.

Hoy quedan las fotos y los recuerdos. En las fotos, Melany con el vestido blanco y rosa. Uno que a simple vista parece de princesa —abullonado y grande, de enagua, tul y satén— pero que luego se transforma en uno con la falda lo suficientemente cómoda como para saltar y bailar.

En los recuerdos, queda el sueño cumplido. Los exteriores, la canción y Melany caminando despacio, con la falda recogida en sus manos para no pisarla en la escalinata roja. Melany no quiso globos, pero sí vals. Quiso que el rosa se entreverara con el blanco en las paredes y que le cantaran las Quince primaveras. Quiso una corona plateada sobre su pelo lacio recogido en una media cola. Quiso una bailarina de la danza del vientre y bailó también ella con el sable en la cabeza. Quiso luces, cumbia y plena.

¿Qué imaginaba de su fiesta de 15 años?: “Un club lindo y lleno de gente. Yo vestida con un vestido hermoso y el vestido que usé era tal cual como lo quise desde siempre. Quería que estuvieran todos mis amigos, mi familia, mis abuelos, mi madre. Y de esa noche me acuerdo lo lindo que la pasé y la pasamos todos. Y lo que más recuerdo fue la entrega de velas, aunque estaba un poco nerviosa, pero fue lindo. Mis 15 años eran un sueño tanto para mí como para mi familia. Era algo que quería desde siempre”, escribe a Revista Domingo.

Melany, una de las cumpleañeras. Foto: cortesía Un Quince Solidario
Melany, una de las cumpleañeras. Foto: cortesía Un Quince Solidario

Cuando Melany era niña no creía que su fiesta pudiese ser algo real. Pero poco antes de su cumpleaños, su madre vio una publicación en la página de Facebook de Un Quince Solidario —una organización comunitaria que busca cumplir el sueño de adolescentes de bajos recursos—, les escribió y, desde ese momento, Ana Díaz, coordinadora general del grupo, se comunicó con ellas y empezaron a planearlo todo.

Formas de colaborar

Para colaborar hay que contactarse a través del Facebook Un Quince Solidario y donar u ofrecerse como colaborador o voluntario. No reciben dinero y actualmente lo que más necesitan son refrescos, pintura, papel de embalaje, cola, telas (tnt no, porque es más difícil reutilizarlo). Todo esto lo utilizan para transformar una decoración en otra, siempre “respetando lo donado” porque, saben, se entrega con mucho cariño. También venden rifas a través de las redes sociales.

Los colaboradores pueden ofrecer sus servicios como peluquerías, música, cocina, locales de fiesta, por ejemplo.

“Tratamos de respetar todo lo que les gusta, desde el color hasta las actividades. Las temáticas van dependiendo de su gusto”, cuenta a Revista Domingo Ximena Ferdinand, una de las voluntarias y decoradora de la organización. “Nos parece muy importante que si vamos a cumplir un sueño, como dicen por ahí, es el sueño de la chiquilina y no el de la mamá, de la tía, de la abuela”, añade Ana.

Las fiestas de 15 años aún se asocian a una idea de tradición y “cuento de hadas”, de “madurez”. No hay que olvidar que en otras épocas estaba pensado para presentar a las jovencitas como posibles futuras esposas. Pero lo que buscan en Un Quince Solidario es algo distinto. Y en eso está resguardada la idea de que la fiesta sea de la adolescente y no de la familia.

“Nosotros hacemos una entrevista con cada quinceañera y allí nos ponemos a hablar y escuchar qué es lo que ellas quieren. Porque todo eso que era la tradición de los 15, como presentación de la niña, hoy en día yo creo que se transformó en otra cosa, que es el disfrute de la adolescencia. Y lo que tratamos es eso: el disfrute, el celebrar la vida y lo que representa para la niña”, dice Ana y Ximena añade: “Esa es una de las cosas que nos cuesta, hay mucha gente que no tiene la capacidad de ver que también ellos pueden disfrutar. Porque vienen con una carga de vida tan dura, que piensan que tiene que ser un sufrimiento constante. Antes de la COVID-19 los sacábamos de la silla, los hacíamos bailar” (ver recuadro).

Los desafíos que trae la pandemia

Con la pandemia las cosas cambiaron un poco. Hubo varios cumpleaños de los que se habían anotado para 2020 que no pudieron celebrar. En setiembre tendrán una fiesta con las medidas actuales y lo que harán es ayudar en toda la preparación previa y el proceso de la cumpleañera, pero luego se marcharán para no sumar aglomeración. Le llaman “ayuda parcial” y cuando abrieron la convocatoria para quienes la necesitaran, el cupo se llenó inmediatamente. “La herramienta que encontramos fue darle la materia prima a la familia, enseñarles, capacitarles cuántos bocados se necesitaban y demás y que ellos cocinaran. Nos quedamos hasta que se saquen algunas fotos y después nos vamos. También porque muchos se hacen en los hogares de las chiquilinas y el espacio es más reducido. Pero nos da mucha pena porque estábamos acostumbrados a estar en todo y acompañarlas, pero fue una decisión que tuvimos que tomar”, explica Ana Díaz, coordinadora general del grupo. Pasaron mucho tiempo sin hacer ninguna colaboración y tuvieron que encontrar un camino medio para que el proyecto que les apasiona tanto no se cayera.

Para anotarse, la organización abre llamados a través de su cuenta de Facebook y luego de cerrado el plazo entrevista a las chiquilinas y sus familias para conocer mejor el contexto de cada una. Llevan en total 15 festejos (entre completos y parciales). En un momento tuvieron 10 familias en lista de espera, pero entonces decidieron restringirlo solo a tres cumpleaños por mes. Suelen anotarse mujeres, pero quieren trabajar también con varones. “Estamos esperando”, dicen.

Entre sus requisitos están que en la fiesta no puede haber alcohol y que las jóvenes tienen que estar estudiando —ellas lo consideran más una preocupación que un requerimiento—. “No importa qué ni en qué año estén, pero que estén”, aclara Ximena. Uno de los sueños que tienen como organización es poder vincularse con otras ONGs que trabajen con las familias o las adolescentes en otras instancias y así poder hacer un seguimiento. “Es una edad en la que sus mentes se están formando y les tienen que quedar cosas buenas”, dice Ana. “Tienen que entender que para ellas también es posible pasar su noche bailando, divirtiéndose con sus compañeros”.

El grupo

Esta es la historia de las cumpleañeras que logran su sueño, sí. Pero también es la historia de un grupo de personas que dejan horas y energía de su día a día para hacer algo por una causa que nació sin querer y terminó por conquistarlos.

Ximena y Ana de Un Quince Solidario. Foto: Francisco Flores
Ximena y Ana de Un Quince Solidario.

Todo empezó en 2019. Una mamá escribió en Facebook que estaba juntando harina, huevos y otros ingredientes para hacerle a su hija una “tortita de 15”. “Casi todos eran de la zona Este, la mamá era de Cerro Norte. Nos pusimos ese 15 como en el hombro y lo logramos hacer. Hicimos una cuenta de Facebook para ir contando el proceso y ya cuando el cumple de Tamara estaba viento en popa, nos empezaron a llegar otras solicitudes”. Ahora no deja de sonarles el teléfono.

Se ordenaron con reglas para funcionar lo mejor posible (ver recuadro), empezaron a recibir donaciones de vestidos, de ropa de fiesta, de trajes —para los familiares que no tengan con qué ir—, de ingredientes para dulces y salados, de luces, telas y decoración y fueron preparando fiesta tras fiesta. Muchas veces tienen que poner dinero de sus bolsillos y el día se les va en eso, pero no se arrepienten de nada.

La organización y sus reglas

Para ser voluntarios, dicen Ana y Ximena, hay que ser “resolutivos”. Los voluntarios pueden hacer desde mozos hasta levantar las donaciones, ayudar a preparar la comida o, incluso, una es elegida para acompañar a la cumpleañera a lo largo de todo su día y responder ante todas las situaciones que puedan surgir. Para trabajar más tranquilos, armaron un estatuto interno para los voluntarios: no se pueden beneficiar, no pueden apuntar a parientes ni conocidos, no comentar las historias de las chiquilinas. “Es lo que hace que funcione”, afirman.

Actualmente son 30 voluntarios más los colaboradores y funcionan, dice Ana, porque “ayuda la química y el compañerismo del grupo”.

Ana no tuvo fiesta de 15 porque la situación de su familia no lo permitía y confiesa que ni siquiera soñó con eso. Pero está en el grupo desde los inicios y una de las habitaciones de su casa está repleta de vestidos y trajes de fiesta. “Es un vestuario ahora, está todo en unos percheritos que hizo el esposo de Xime. Hay un buen espejo y las chiquilinas pueden ir a probarse las veces que quieran. Si hay algún ajuste para hacer, pedimos a alguna de nuestras colaboradoras”.

Ximena tuvo un festejo que no la hizo del todo feliz y por eso quiere pensar en que todas y todos quienes sueñen con su cumpleaños, puedan cumplirlo. Al grupo entró un tiempo después que Ana, pero dice que una vez que pasás a formar parte, difícilmente querés salir. Ahora, cuando se pone a crear cosas para las chiquilinas, dice, no puede parar. “Es como que a veces me tengo que poner un freno. Es eso. Busco, investigo. Es un tema del oficio ese, qué otra cosa. Además de que usamos todas cosas recicladas. Todo se hace en casa”.

Lo que les gustaría es que la gente se saque de la cabeza la idea del cumpleaños del “medio millón de pesos”. Por eso, transmiten la idea de los kilos de harina, del reciclaje y la reutilización, de la solidaridad.

Antes no entendían por qué se les caían las lágrimas cada vez que veían a alguna de las quinceañeras entrar. Ahora lo saben y Ximena lo resume así: “Dejás todo y verlas entrar felices con su música te demuestra que valió la pena”.

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