Un balazo en la puerta y el secuestro de un embajador: la historia del único Daimler británico en Uruguay

Marcado por la historia tras el secuestro de Geoffrey Jackson, embajador británico en Uruguay en 1971, su actual dueño aún se pregunta: ¿quién lo arrancó aquella mañana?

Daimler Majestic Major Limousine Geoffrey Jackson
Daimler Majestic Major Limousine que perteneció al embajador británico Geoffrey Jackson, secuestrado el 8 de enero de 1971
L. Mainé

Si no fuera por el orificio de bala aún visible en la puerta trasera derecha, este vehículo -tan elegante como imponente, con casi siete metros de largo- contaría solo una parte de su historia. Se lo apreciaría como “el único auto de la Corona británica en Uruguay”, dice su dueño, el economista y coleccionista Gustavo Licandro, o como uno de los dos ejemplares de su tipo en Sudamérica.

Se trata de un Daimler Majestic Major Limousine, equipado con un motor V8 de 4.500 cc., 220 caballos de fuerza, un tablero de madera, interiores de cuero y una carrocería de un negro brillante impecable. O, como lo describe Licandro, “mecánicamente una maravilla”.

“Por su función -transportar funcionarios reales o incluso a la reina-, debía estar preparado para evadir”, dice Licandro a Domingo. Sin embargo, el 8 de enero de 1971, cuando trasladaba al embajador británico en Uruguay, Geoffrey Jackson, no pudo eludir la emboscada del MLN-Tupamaros, que culminó con su secuestro.

AMADO POR EDUARDO VII Y LA REINA ISABEL II

“Haré del automóvil una necesidad para todo caballero inglés”. Con esta frase, el entonces Príncipe de Gales, luego rey Eduardo VII, selló la estrecha relación entre la Corona británica y la Daimler Motor Company. A principios del siglo XX, el monarca adquirió su primer 6 HP Wagonette. “Cuando murió, en 1910, tan solo una década después de haber ascendido al trono, la Casa Real poseía 50 autos Daimler”, señala Gustavo Licandro. La marca también fue elegida por otras monarquías, incluyendo las de Rusia, Alemania, Japón, España, Suecia y Grecia. “Hay fotos de la reina Isabel II manejando autos Daimler, en especial un Conquest (producido entre 1953 y 1958), cuyo frente era idéntico al del mío, aunque un poco más compacto. La reina tenía una gran afición por los autos y la mecánica, algo bastante curioso”, dice.

Envuelto en una película.

Licandro reconoce que tiene algo de obsesivo. Y que, a los ojos de otros, su apego a cada pieza de su colección podría considerarse un “defecto”. Pero hace décadas que se dejó llevar por “la pasión del auto”, y desde entonces ha construido una colección centrada, sobre todo, en vehículos deportivos. Por ejemplo, resguarda un Austin Healey 100/4, que compitió en los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires, y dos RS2000, que formaron parte del equipo oficial Ford Uruguay.

¿Por qué, entonces, compró el Daimler Limousine? No solo por su exclusividad en el país, sino porque es una pieza clave de la historia reciente.

Así lo relata a Domingo: este automóvil, fabricado en 1962 por la Daimler Motor Company, proveedora oficial de la Corona británica desde principios del siglo XX, tiene una particularidad: a diferencia de los modelos destinados al Reino Unido, su volante no está a la derecha, sino a la izquierda (ver recuadro). La razón es que esta unidad había sido utilizada por funcionarios de Su Majestad en algunos países europeos y en Egipto, donde se conduce por la derecha. “Llegó a Uruguay en 1968 porque, supuestamente, estaba prevista una visita real. Pero debido a la actividad de los Tupamaros y los Montoneros-grupo guerrillero argentino-, el viaje nunca se concretó. Finalmente, el auto quedó en uso de la embajada”, cuenta.

Geoffrey Jackson lo usaba a diario desde su llegada a Montevideo en 1969. Su destino anterior había sido Ontario (Canadá), y esta sería su octava misión diplomática. Su historia es repasada por el escritor Diego Fischer en su última novela, La gran farsa, donde aborda su secuestro en el marco del llamado “Plan Satán”. Este operativo había comenzado con el secuestro y asesinato de Dan Mitrione, exfuncionario del FBI que asesoraba a la Policía uruguaya en técnicas represivas, y continuó con el rapto de varios empresarios y diplomáticos extranjeros para canjearlos por guerrilleros encarcelados.

Licandro explica que Jackson tenía tres rutas para ir desde su residencia hasta la embajada, pero, como buen inglés amante de las rutinas, siempre utilizaba la misma y llegaba puntualmente a su oficina a las 9:55. “Era absolutamente predecible”, señala.

Aquella mañana, segundos después de tomar Alzáibar desde la rambla, cruzar Reconquista y llegar a la esquina de Buenos Aires, el Daimler recibió el primer impacto. “Una camioneta lo chocó de frente, del lado del conductor”, detalla Licandro. El impacto dejó una abolladura que él mismo reparó cuando adquirió el vehículo, hace unos 25 años.

La escena se desarrolló en cuestión de segundos: “Otro auto subió por Reconquista y bloqueó al vehículo de la custodia, que iba detrás. Los testigos y la prensa relataron que le pegaron una paliza al chofer y lo sacaron del auto. Luego, dos tupamaros ingresaron en el asiento trasero: uno se sentó sobre el embajador para inmovilizarlo y el otro le habría inyectado un sedante, ya que, según informes, se encontró una jeringa”.

El episodio tuvo más tintes cinematográficos. Testigos declaron que en la vereda de enfrente había hombres, vestidos como verduleros con canastitas, en las que llevaban ametralladoras. Hubo un tiroteo, pero solo quedó un agujero de bala en el vehículo. El orificio aún es visible desde el interior, ya que Licandro reparó la parte externa de la puerta. También eliminó una abolladura en el techo, que, según se presume, fue causada por el golpe de culata de un arma.

embajador británico Geoffrey Jackson secuestro
Noticia del secuestro del embajador británico Geoffrey Jackson

Uno de los secuestradores se puso al volante y salió rápidamente del lugar. El Daimler fue abandonado en Tacuarí y Ejido, mientras que Jackson fue traspasado a otro vehículo y conducido hasta la casa donde permanecería recluido hasta el 9 de setiembre de ese año.

Uno de esos movimientos llamó la atención de Jackson, quien lo menciona en un libro que publicó tiempo después. El mismo hecho sigue generando sospechas en Licandro. El problema es que el Daimler no era fácil de conducir y, según las memorias del embajador, solo su chofer lo manejaba con fluidez. Esto se debía a la compleja secuencia necesaria para ponerlo en marcha: colocar la llave, accionar el botón de arranque, activar las teclas de dos bombas eléctricas y llevar la palanca de cambios a la posición “park”.

Daimler Majestic Major Limousine secuestro geoffrey jackson
Tablero del Daimler Majestic Major Limousine
L. Mainé

“Soy el dueño del auto desde hace 25 años y te aseguro que, cada vez que lo enciendo, debo sentarme y recordar los pasos”, reconoce el coleccionista. Y agrega: “Si, en cuestión de segundos, alguien arranca a toda velocidad como si lo hubiera manejado toda su vida, eso confirma lo que Jackson insinuaba en su libro: que el auto había sido probado por los tupamaros, ya sea de noche o cuando estaba de viaje, muchas veces. Es la prueba de que el vehículo había sido entregado por personal de la embajada”.

Daimler Majestic Major Limousine secuestro Geoffrey Jackson
Gustavo Licandro, actual propietario del Daimler Majestic Major Limousine que perteneció al embajador británico Geoffrey Jackson, secuestrado el 8 de enero de 1871
L. Mainé

Casi intacto.

Desde aquel 8 de enero de 1971, el Daimler apenas ha circulado. La embajada lo desafectó poco después y lo reemplazó por un modelo más moderno. Luego pasó por dos dueños que nunca lo usaron, hasta que Licandro lo adquirió y lo restauró mínimamente. No ha sumado muchos kilómetros; cuando lo llevó a Punta del Este para una exposición, lo transportó en camión. “Virtualmente, nunca volvió a usarse desde el secuestro”.

Su objetivo para 2025 es “reflotarlo” mecánicamente: limpiar cañerías, repasar algunos detalles de pintura y sistema eléctrico, revisar frenos y carburadores, y rehacer los cromados, que son lo único que realmente delata el paso del tiempo.

“He hablado con muchos tupamaros, intenté que me contaran quién comandó el operativo, pero nadie me lo dice. Si traigo al mejor piloto del mundo, tardará en poner en marcha este auto. Entonces, ¿quién lo arrancó? Algo me dice que el que lo sabe se hará el bobo. Del secuestro solo quedaron el libro de Jackson, el nuevo de Fischer y este auto. Que sigue siendo un monstruo. Lo compré porque su historia es fascinante”, concluye.

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