Sánchez vs. los Sánchez, un partido sin treguas

| Arantxa, la mejor tenista española de la historia, se enfrenta a su familia por dinero y otras cosas.

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LUIS PRATS

El tiempo pasa y desgasta todo. Las viejas fotos, coloridas y alegres, se han vuelto más que amarillentas, anacrónicas, imposibles de repetir. Aquellas imágenes de Arantxa Sánchez Vicario, la mejor tenista española de la historia, festejando sus triunfos con sus padres y sus hermanos, ya no tienen vigencia. Una guerra por dinero dividió a la familia. Y de paso, divide a España, entre quienes la culpan a ella y quienes responsabilizan a sus parientes.

La última noticia es que Arantxa detuvo hace una semana el juicio que había iniciado para desalojar a sus padres del apartamento donde viven. Pero nada hace pensar que una reconciliación esté cerca: ella no se habla con sus familiares desde hace mucho y sus padres nunca han podido ver a su nieto menor, Leo (11 meses). También tienen otra hija, Arantxa, de tres años. Detrás de todo, una colosal ironía: uno de los principales sponsors de la tenista, en sus tiempos de gloria, eran las pastas La Familia.

Si retrasamos el almanaque unos cuantos años, veremos a Arantxa, morocha, con cara de nena regordeta, como una de las mejores competidoras del circuito femenino. Nacida en 1971 en Barcelona, se hizo profesional a los 14 años. Obtuvo 29 títulos, entre ellos cuatro del Grand Slam y cuatro medallas olímpicas. Siempre cerca estaban su padre, Emilio, un ingeniero que abandonó su profesión para acompañarla a todos los torneos; su madre, Marisa, que se encargaba de controlar cada detalle de su campaña y de su vida; los hermanos mayores, Emilio junior y Javier, también tenistas profesionales, que aportaron sus propias experiencias para ayudar a la más chica (hay otra hermana, Marisa, pero al parecer no intervino en esta historia). Una imagen idílica. Pero solo una imagen.

Ella hizo su carrera, se retiró al cumplir los 30, después se casó con un periodista deportivo, Johan Vehils, y se divorció al año. Y en 2008 volvió a casarse con Josep Santacana, cuatro años menor que ella, presentado como "empresario". De nuevo aparecieron los Sánchez Vicario todos juntos, se tomaron las fotos junto a los novios y brindaron. Pero ya la imagen idílica estaba rota, solo que pocos lo sabían.

¡VAMOS!. En marzo de 2012, Arantxa presentó su autobiografía ¡Vamos! Memorias de una lucha, una vida y una mujer en la cual, entre otras revelaciones, aseguraba que estaba poco menos que en la ruina por culpa de sus padres. Ella calculaba que había ganado unos 45 millones de euros en su carrera, de los cuales le quedaba muy poco dinero.

Una de sus principales quejas fue que el padre había fijado el domicilio de ella en el principado de Andorra, porque allí los impuestos son menores que en España. Pero al fisco español no le escapó el hecho de que siguiera viviendo en Barcelona, por lo cual la demandó por más de tres millones y medio de euros. Hubo además una denuncia penal, pero los abogados consiguieron que zafara.

También escribió que su madre decidía todo por ella, hasta la ropa que debía vestir o el peinado que iba a usar. "Para ella, la disciplina y la victoria pasaban por delante de cualquier otra consideración, cuando tal vez lo que yo hubiera precisado eran unas palabras de cariño", aseguró.

Otra acusación fue que su padre manejaba todo su dinero y que le pasaba mensualmente una cierta cantidad, sobre la cual debía rendir cuentas, aunque se trataba de lo obtenido con el sudor de su frente en las diversas canchas. Y contó que cuando volvió de la luna de miel con su primer esposo, se encontró que sus padres se habían instalado en su casa sin avisar. Hoy, su sueldo como entrenadora de tenis está embargado por el fisco.

Un detalle sugestivo es que hace casi veinte años se había publicado otro libro sobre Arantxa, titulado Forja de campeones y editado por... sus padres.

El siguiente paso de la extenista fue reclamar a sus progenitores por la vía judicial la devolución de un lujoso apartamento, en el centro de Barcelona, donde ellos viven desde hace 20 años, que está a nombre de una sociedad anónima propiedad de la extenista. Ahora la demanda está paralizada, supuestamente con el fin de buscar un acuerdo extrajudicial, aunque también es probable que ambas partes quieran evitar una mayor exposición pública. Ya es tarde, porque toda España habla del litigio Sánchez versus los Sánchez.

EL MARIDO. Claro que en la telenovela hay más personajes. Desde el entorno familiar señalan al marido de Arantxa, Pep Santacana, como el responsable del cambio de actitud de la deportista.

Algunas investigaciones periodísticas lo describen como un vividor que persigue los millones de Arantxa. En realidad, no se trata de ninguna primicia: los Sánchez Vicario, cuando se enteraron que la chica estaba de novia con ese hombre, contrataron los servicios de una agencia de detectives llamada Método 3 para conocerlo mejor. Y, según se afirma, lo que encontraron los llevó a pedir que se evitara la boda: el tipo en cuestión estaba lleno de deudas, no tenía trabajo conocido pese a sus gustos caros y supuestamente había estafado a varios de sus exsocios.

Las amigas de Arantxa contaron, por su parte, que ella estaba en aquel momento "desesperada por formar familia" y que Santacana la cortejó "a lo gentleman", pues hasta entonces no había tenido un novio que le pagara todo. Ella se sintió invadida en su privacidad y defendió a ultranza a su novio.

Los Sánchez le aconsejaron entonces a su hija que Santacana, además de la separación de bienes, firmara una capitulación matrimonial de renuncias (un recurso utilizado cuando existen diferencias muy amplias de patrimonio entre dos cónyuges). Él se negó y ella consintió. Finalmente hubo boda y aunque toda la familia asistió, ya todo estaba roto entre ellos.

Cada capítulo de esta historia se escribe con lo que cuentan los abogados de una y otra parte, o de amigos que guardan el anonimato. Cuando la extenista reclamó por la vía notarial la entrega de los trofeos que había ganado en su carrera, además de joyas y peluches, todo en poder de los padres, no hubo tampoco acuerdo. Uno de los abogados de ella dice que esos objetos se pidieron informalmente, pero no hubo respuesta, por lo cual se los requirió notarialmente; un integrante del círculo familiar dijo en cambio: "Le han ofrecido mil veces que fuera ella a recogerlos, tiene las puertas de su casa abiertas pero no quiso ir". La familia comentó además que Emilio Sánchez padece cáncer y de enfermedad de Alzheimer, y que una comparecencia a un juzgado por culpa de su hija podría afectar gravemente su salud.

Esas "fuentes cercanas a la familia" admitieron que los Sánchez vivieron por años gracias a los ingresos de la muchacha, pero aseguran que durante ese tiempo le dieron "todo su apoyo". Además, aseguraron que el total de dinero obtenido aquellos años, entre premios y contratos publicitarios, fue de unos 30 millones de euros actuales, mucho menos de lo reclamado por ella.

Una parte de la fortuna, al parecer, se esfumó en las maniobras de Bernard Madoff, aquel financista de Wall Street que dejó el tendal con sus estafas (prometía jugosas ganancias a sus inversores, pero en realidad solo entregaba el dinero de los inversores más nuevos, hasta que saltó el engaño).

La revista Vanity Fair, en su versión española, informa sin embargo que Arantxa sigue disponiendo de unos 30 millones de euros, entre bienes inmuebles y cuentas en el exterior.

La madre, se dice, teme que la chica pierda todo, porque Santacana sería un fuerte apostador que utiliza los bienes de su esposa como garantía. "La tiene abducida, es como si hubiera entrado en una secta", dice Marisa, siempre según una amiga.

También apareció una expareja de Santacana, Nuria Jiménez, que declaró que perdió una casa por las deudas del hombre y que tiene embargado su apartamento por préstamos personales suyos que ella avaló. "He estado cinco años con él y no lo he visto trabajar nunca", aseguró.

"Nos conocimos en su gimnasio. Era muy bien plantado y estaba muy fuerte. Cuando estás enamorada perdonas muchas cosas y de otras no te das cuenta", dijo.

Arantxa, luego de la presentación de su libro, no volvió a hacer declaraciones. "¿Alguien puede imaginar que no intenté resolverlo dentro de la familia? Lo he intentado con todas mis fuerzas", se limitó a comentar aquella vez, entre lágrimas. El marido nunca está disponible para la prensa.

Dinero a montones, buena vida a costillas de una niña, demandas judiciales, tramoyas fiscales, detectives, un sujeto buen mozo y de pasado sospechoso, apuestas fuertes. ¿Qué falta en esta historia? Sí, una foto de los Sánchez todos juntos. Habrá que ir hasta el archivo y rastrear alguna del festejo de su título en Roland Garros 1989, por ejemplo. El siguiente paso será tomar esa foto y romperla en mil pedazos.

LA OTRA CARA DE LA VIDA DE LAS TENISTAS

El caso de los Sánchez Vicario vuelve a poner en el primer plano la conflictiva relación de muchos padres con sus hijas estrellas del tenis. Todavía niñas, las tenistas se enfrentan a fama y riqueza, que los progenitores se encargan de administrar, con mayor o menor éxito, con mayor o menor codicia.

Las jugadoras piensan más en los torneos o incluso en las muñecas que quedaron en casa y a veces no tienen idea de lo ocurrido con el dinero ganado que, en definitiva es suyo, hasta que se retiran de las competencias.

La alemana Steffi Graf, por ejemplo, se enteró muy tarde de que su padre había malversado fondos y eludido impuestos, delitos por los cuales fue a la cárcel cuatro años.

La estadounidense Jennifer Capriati fue una niña prodigio, pero muy pronto su carrera se estropeó por los manejos del padre. La serbia nacionalizada australiana Jelena Dokic denunció a su padre, Damir, por violencia física. El hombre, un volcánico exboxeador, llegó a decir que deseaba "lanzar una bomba nuclear en Sidney" y que contemplaba "matar a algún australiano" para desahogarse. Sin contar que Damir malgastaba el dinero conseguido por la chica y llegaba borracho a los torneos en que ella participaba.

Las estadounidenses Venus y Serena Williams tuvieron detrás de su carrera a su padre, Richard, que las inició en el juego con la idea exclusiva de ganar dinero. La presión fue tanta que ambas le reclamaron que las dejara en paz.

Arenave Razai, jugadora francesa de ascendencia iraní, tuvo que soportar que el padre la demandara exigiendo un sueldo de 35.000 euros mensuales como su entrenador. La francesa Mary Pierce padeció abusos físicos y verbales de Jim Pierce. Una vez le pegó a un espectador en el Abierto de Francia, pero lo peor es que también le pegaba a ella, al punto que la asociación femenina WTA estableció una norma, conocida justamente como "regla Jim Pierce", para evitar conductas abusivas por parte de padres, familiares o entrenadores.

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