Salinas: historia y presente del "balneario presidencial", un sitio que desafió a su tiempo y que nunca terminó de despegar

Se fundó en 1937, cuando ni siquiera existía la Interbalnearia, como un lugar pensado para “vivir todo el año”. Hoy cuenta con 11.700 habitantes, uno de los cuales es el flamante presidente de los uruguayos

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Arco de Salinas.

Promediaba la década de 1950 cuando la compañía Balneario Salinas S.A. promocionaba, con un folleto a todo color ilustrado por el francés Pierre Fossey, un nuevo paraje natural, a tan solo 38 kilómetros de Montevideo, para “vivir todo el año”. Con el paso del tiempo, Salinas también tuvo sus berretines de ciudad de veraneo, pero nunca terminó de despegar del todo. Hoy, con una población de 11.700 habitantes, vuelve a dar que hablar por ser el lugar de residencia del flamante presidente de los uruguayos, Yamandú Orsi.

“Pocas veces, en la historia de los balnearios que jalonan nuestras hermosas costas, habrá de repetirse un proceso formativo tan firme y fecundo como el de Salinas, que la Compañía Balneario Salinas S.A., con callado y tesonero esfuerzo, proyectó y realizó”, decía aquel folleto ilustrado por el artista francés, que amó tanto al Uruguay como el Uruguay lo amó a él. Fossey llegó al comienzo de la década de 1940 y prontamente sus cualidades notables para el dibujo comenzaron a ser demandadas por empresas, bancos, organismos públicos y particulares. Pasó a ser ilustrador gráfico de periódicos y también publicó varias recopilaciones de sus trabajos sobre Montevideo, así como finas y exhaustivas miradas de cronista gráfico sobre otras de las principales ciudades y balnearios.

Así continuaba la promoción folleteril de Salinas: “Carretera de acceso, pavimentación total, alumbrado, agua corriente, central telefónica automática, Correo, hotel, capilla, local policial y de prefectura marítima, magníficos parques, accesos a la playa para peatones y vehículos, avenidas enjardinadas - entre las que merece citarse Julieta, de 50 metros de ancho y tres calzadas-, con el gran arco de entrada sobre la carretera Interbalnearia, el obelisco y monumento al General Artigas, son, entre otras, las mejoras y servicios que años atrás su Dirección planeara”.

Y agregaba: “Paralelamente, la Compañía Balneario Salinas S. A. acometió la plantación total de más de seiscientas hectáreas de médanos -otrora estériles- que hoy se han convertido, por obra de la perseverancia y del trabajo constante, en un magnífico bosque, en el que yerguen sus altas copas un millón de pinos marítimos, que constituyen un importantísimo aporte al acervo forestal y a la economía de la República”.

La “entusiasta acción de los residentes” y propietarios levantó luego “el hermoso Country Club Albatros” y constituyó, además, una “honorable y activa Comisión Pro-Fomento”.

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Folleto con ilustraciones de Pierre Fossey.

Pero para llegar a ese punto, el de un balneario promisorio que anhelaba transformarse en sitio de moda (como antes había pasado con Atlántida, que estuvo llamada a ser lo que hoy es Punta del Este), mucha agua -y sangre- pasó bajo el puente.

Con la prosa almibarada y marketinera de la época, el folleto terminaba citando otros lugares que hoy pocos habitantes y visitantes reconocen. Y algunos de sus atractivos innegables, como la playa:

“La umbría profunda y fresca de los parques del Trovador y del Viejo Pancho, de originalísimas perspectivas; la agreste serenidad de sus bosques; la Laguna del Cisne, extensísimo espejo de agua, refugio de variadas especies de fauna y flora indígenas; la prestancia de sus magníficas avenidas enjardinadas; su afamada playa, amplia y segura, donde las acacias brindan su acogedora sombra junto a un mar de limpias y saladas aguas, dan a Salinas una fisonomía particularmente bella, de real distinción y jerarquía”.

Los pioneros

El impulso para crear el balneario (cuyo nombre fue inspirado por su homólogo chileno Las Salinas, cercano a Valparaíso) nació mucho antes de aquel folleto que pretendía darle un acicate social y urbanístico. Y en donde se incluían algunas mentirillas, como decir que todas sus calles estaban pavimentadas.

Desde los tiempos de la fundación de Montevideo, la zona de Salinas pertenecía a la estancia establecida en el este por el capitán Pedro Millán (quien hizo el primer padrón de vecinos de la capital, fijó sus límites y repartió los solares), mientras que luego de 1811 se convirtió en una zona de chacras.

En 1936, Hildebrando A. Berenguer y Luis Calzada compraron los terrenos a los sucesores de Albino J. Olmos. Y un año más tarde le encomendaron al agrimensor Luis de Mula (luego se incorporarán Omar Paganini y Carlos Rabassa) el proyecto de fraccionamiento. Ese mismo año de 1937 la empresa tendió el primer puente sobre el Arroyo Tropa Vieja para facilitar el paso y continuar con las obras necesarias. Y posteriormente se inició construcción de la presuntuosa Avenida Julieta, eje y corazón del balneario hasta la actualidad.

Según el portal Salinas.uy, con la aceptación de los vecinos se tramitó la construcción de la Ruta 87, y el reemplazo del puente por uno de hormigón.

Balneario Salinas S.A. (conformada por H. Berenguer, Carlos María Ruiz y Teodoro Tomaría) tramitó el fraccionamiento y la venta del predio. Y en 1939 la empresa Copsa inauguró una línea hacia el balneario, dándole la necesaria conectividad para su promoción y desarrollo.

Con Hildebrando Berenguer, asistiéndolo en trabajos de escribanía, trabajó Evaristo Badía, un porteño que vino Uruguay siendo un niño huérfano. Terminó como jefe de Jurídica del Banco República y falleció en 1950, con tan solo 49 años.

“Mi padre estudió junto a Berenguer, quien era militar (llegó a ser teniente de artillería) y después tuvo que renunciar porque eso era incompatible con el trabajo de escribano. Fueron muy amigos y él intervino en las primeras escrituraciones de Salinas”, comenta a Domingo Alicia Badía, hija de Evaristo.

Alicia y su hermana mayor, Myriam, no heredaron una casa de Evaristo, ya que este murió muy joven y cuando iba a Salinas se hospedaba en el hotel sobre la avenida Julieta, una estructura que subsiste reciclada como edificio de apartamentos.

“Vimos crecer el balneario, fuimos a la inauguración de la capilla, de la escuela, vimos cuando llegó el agua (antes había solo una bomba en la avenida principal)… En el hotel no había luz eléctrica (contaba con equipo electrógeno que funcionaba durante algunas horas) y a la noche nos íbamos a las habitaciones con candelabros y velas”, recuerda.

En 1941 se instaló la primera línea telefónica en el hotel (que antes había funcionado como parador), extendiéndose luego el servicio a la zona.

La casa familiar de Alicia está en el cruce de las calles Paz y Libertad. Y ella se enorgullece mucho de eso. Hoy, sus hijos y sobrinos poseen otras propiedades en las cercanías, a pocas cuadras de la residencia de Orsi. “Ahora es un ‘balneario presidencial’, comenta y se ríe.

Los íconos del balneario

En 1946 se inauguró la capilla (cuya construcción tardó tres años), con una ceremonia que fue presidida por monseñor Antonio María Barbieri, arzobispo de Montevideo entre 1940 y 1976 y primer religioso uruguayo en ser nombrado cardenal.

El párroco actual es Walter Piñeyro, oriundo de Juanicó, quien se encuentra al frente del servicio religioso desde hace dos años y vive junto a la iglesia. “Por más que hay una población estable importante, en el verano sube la cantidad de gente que asiste a las celebraciones. Además, atendemos a personas que vienen por la Pastoral Social, una venta económica de ropa con la que colaboramos con quienes necesitan algún tipo de ayuda en cuanto a materiales. Se las asiste en lo que se pueda. Esto se hace los sábados desde las 14 horas y hasta las 16:30”, comenta Piñeyro a Domingo. Y continúa enumerando los servicios que brinda la iglesia: “Aquí están Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, que tienen su funcionamiento independiente en locales que nosotros les prestamos. Y después tenemos algo más social, un taller de artesanías y grupos que tratan de formar comunidad desde la fe, acompañar en la vida”.

Piñeyro dice que en los dos años que lleva en Salinas no ha visto al nuevo presidente de los uruguayos en la parroquia. Y destaca que el edificio ha podido ser recuperado y pintado en su exterior gracias a una donación, aunque en el interior, sobre todo en la pared junto al campanario, existen problemas de rajaduras y filtraciones.

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Walter Piñeyro, párroco de la iglesia de Salinas.

Frente a la iglesia hay un parque con canchas y juegos que es uno de los espacios comunitarios más valorados por los vecinos.

En 1952 se inauguró el obelisco al final de la avenida Julieta, sobre la actual rambla, un proyecto que inicialmente se pensó como “mástil” para izar un pabellón y que se cambió al poco tiempo. Hoy, al sitio se lo observa bastante desmejorado.

Al año siguiente finalizó la construcción del Club Albatros (con donación del predio costero), el cual fue hasta hace unas tres décadas el corazón cultural del balneario. Allí tocaron conocidas orquestas y músicos como Jaime Roos, e incluso funcionó un pequeño cine.

Actualmente el edificio parece olvidado, aunque funciona como club social con piscina (sobre todo para adultos y niños que aprenden a nadar), baby fútbol, basquetbol, acrobacia en tela, bochas y voleibol femenino.

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Club Albatros.

En 1955 finalizó la construcción del Arco, proyectado por el arquitecto Omar Ariasi, tras haberse habilitado la Interbalnearia a fines de 1954. Desde entonces, es el símbolo identificativo de Salinas y la entrada al balneario.

La estructura de hormigón y vigas de hierro tiene 7 metros de altura, 10,80 metros de ancho y unos 24 metros de largo. A impulso de vecinos y comerciantes, en 2012 fue recuperada, ya que acusaba un visible deterioro causado por el paso del tiempo.

Julieta, eje y corazón

Desde el trazado original, la avenida Julieta ha sido eje y corazón del balneario. Y eso no parece que vaya a cambiar.

En la zona del Arco hay un viejo mercado de carnes y se encuentra el restaurante Qualis Gourmet (hasta hace algunos años estaba allí Papacho, que se mudó a pocas cuadras en dirección hacia Pinamar). También hay una tienda de mascotas, barbería y peluquería, óptica, cambio, quiosco, pizzería y rotisería, bazar y parada de ómnibus.

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Escultura al comienzo de la avenida Julieta.

En la cuadra siguiente sobre Julieta está la histórica panadería de la zona y un supermercado que pertenece a los mismos dueños: la familia Pita, que maneja además un segundo mercado de suministros en Pinamar y un tercer local que abrió hace menos tiempo al norte de la Interbalnearia.

“Yo vine con cuatro años con mis padres desde España. Llegué con mi madre; mi padre ya llevaba tres años aquí. Éramos cuatro hermanos y perdimos a una hermana muy joven, con 48 años, pero ahora está su hijo, mi sobrino, trabajando con nosotros”, comenta a Domingo Ana Pita, quien es abogada de profesión y comparte su vida entre la Madre Patria y Uruguay.

“Creo que el crecimiento de Salinas es el crecimiento que ha tenido el país hacia la costa. Orsi viene a nuestra panadería. Y que viva aquí creo que es bueno; malo no va a ser. Supongo que tendremos más seguridad”, dice Ana sin ocultar su preocupación por los robos de los cuales muchos comerciantes y vecinos vienen siendo víctimas desde hace tiempo. “En América, Uruguay es un país bastante seguro. Yo me siento más segura aquí que cuando voy a Colombia o Ecuador, por ejemplo. Pero hay problemas de inseguridad en este país. Y en Salinas también, claramente. Para la población que hay, no tenemos en esta zona la policía necesaria para la vigilancia disuasoria que hay que hacer”, destaca.

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Ana Pita.

Ana elogia el hecho de que en los últimos años fueron pavimentadas algunas calles cercanas al centro. Y considera que además de una mayor seguridad, el balneario necesita saneamiento. “Tal vez el hecho de que el presidente viva por aquí contribuya a que se progrese en estas cosas”, especula.

El “otro” centro social.

Ya casi al final de su vida, Hildebrando Berenguer deseó que la familia militar, a la que tanto recordaba, tuviera un rincón de solaz en el balneario que él había fundado y urbanizado, y le ofreció una zona sobre la costa para que fundara una Colonia de Vacaciones, obra que se concretó por medio del Centro Militar de Montevideo a partir de una escritura de donación fechada en febrero de 1963.

Un hijo de Hildebrando, Wéllington F. Berenguer, escribió el único libro que existe sobre la historia de Salinas, donde su familia aún mantiene residencia. Y en él señala que la concreción del Centro Militar fue “el justo corolario de la gran deuda de reconocimiento” que el fundador del balneario sintió siempre por la familia castrense, a la que “sentía deberle la mejor parte de su formación humana”.

Actualmente, el Centro Militar cuenta con salón de fiestas; hotel con 20 habitaciones; canchas de pádel, bochas y tenis; barbacoa; parrilleros al aire libre; un pequeño camping; parque infantil; estacionamiento vigilado y colonia de vacaciones en temporada. Al frente del mismo está, desde hace tres años, el coronel retirado Sergio Altesor.

“Nosotros dependemos del Centro Militar de Montevideo, que está en la Avenida del Libertador y Paysandú. Hidelbrando Berenguer donó este predio al Centro y el que está al lado al Club de la Fuerza Aérea”, comenta Altesor a Domingo. Y añade: “Así fue que el Centro Militar se hizo de 8 hectáreas, que van desde la calle Colón hasta la calle Libertad”.

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Coronel retirado Sergio Altesor.

Altesor aclara que la perspectiva de la institución -que tiene muchos socios de edad avanzada y fue golpeada por la pandemia- es ser cada vez más de puertas abiertas.

“Cuando entrás dice ‘Centro Militar’, que es el nombre original, pero el club está abierto a toda la comunidad; para ser socio no se necesita ser militar. Incluso hay militares que no son socios y que no tienen los derechos. Se requiere ser socio, nada más”, puntualiza.

“Hay profesores de yoga, de taekwondo, clases de tango, pádel, gimnasio, bochas, clases de tenis y muchas otras actividades que van apareciendo. La idea es integrarnos a la comunidad y estamos abiertos a todo tipo de propuestas”, añade.

Graciela Correa trabaja en el Centro Militar de Salinas desde hace tres décadas y es un verdadero pilar del lugar. “Con los años han avanzado los médanos y eso ha hecho, por ejemplo, que se nos redujera el camping”, comenta a Domingo.

Graciela cuenta que conoce al novel presidente de los uruguayos, quien vive bastante cerca del Centro Militar. “Lo conozco desde que sus niños eran chicos, bajaban a la playa y almorzaban ahí los cuatro. Había uno que hacía berrinche, pero después creció”, recuerda y se ríe. Y agrega: “Es un vecino más, al que encontrás en cualquier lado, en el supermercado, en la panadería. Incluso una vez me ayudó con un perro muerto que yo encontré”, recuerda.

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Graciela Correa.

Otros políticos frenteamplistas residieron en Salinas, como el exministro de Trabajo y Seguridad Social Ernesto Murro, quien fue alumno y luego maestro de la escuela de la zona. Más cerca en el tiempo, hizo que se volviera a hablar del balneario canario la primera senadora trans de la República, Michelle Suárez Bértora, quien falleció en 2022.

Los Pita: una familia de migrantes gallegos

Supermercado y Panadería, Confitería, Fábrica de Pastas y Rotisería “Salinas” son empresas familiares cuyo origen se remonta al año 1956.

En 1954, procedente de Galicia, llegó a Montevideo Don Antonio Pita Rey, quien como otros inmigrantes buscaba en estas tierras un futuro de prosperidad. Tres años después lo hizo su esposa Hortensia Grandal y su hija mayor, Ana Pita, quien hoy está al frente de las empresas junto a sus hermanos Antonio y Sandra, y a su sobrino Augusto, hijo de otra hermana fallecida, Luz Marina.

Algunos años después su desembarco en Uruguay, Antonio relataba que con sus ilusiones únicamente traía veinticinco pesetas en el bolsillo y una guitarra en la mano. Una de sus pasiones era la música, a la que dedicaba parte de su tiempo de ocio. Seguramente varios vecinos y amigos de aquellos años tuvieron ocasión de compartir con él alegres momentos tocando la guitarra o el acordeón. Tenían buenas voces él y su esposa, y en muchos momentos de añoranza entonaban canciones de su España querida.

Antonio trabajó primero como empleado en la panadería “Los Pocitos” de Montevideo, un establecimiento comercial importante para la época, donde aprendió la integralidad del oficio, del que tenía algunas nociones ya que su familia explotaba un horno de pan en su aldea de Galicia.

Apenas dos años más tarde, se instaló en la ciudad de Empalme de Olmos, en la que se localizaba la emblemática fábrica de porcelana, con una pequeña panadería desde la que abastecía también a muchas zonas próximas, algunas en la costa: Salinas, Pinamar, Marindia y El Fortín de Santa Rosa. Un año después, cuando ya poseía un negocio propio y las condiciones para formar un hogar, su esposa llegó para ayudarlo a establecer los cimientos de la empresa y ampliar la familia.

A finales de la década de 1950, Salinas era un hermoso paraje que se poblaba lentamente y en cuyos médanos y pinares era cada vez mayor el número de casas que ocupaban veraneantes y vecinos, que adquirían los terrenos que la Compañía de Salinas loteaba después de abrir caminos viales. En poco tiempo los médanos y pinares convertidos en lugar de veraneo contaban con un pujante club social, un bonito hotel cerca de la playa, una escuela y un buen número de comerciantes que se habían instalado en la zona con sus familias. Muchos de los niños de aquellas familias, hoy padres y abuelos, habitan de forma permanente o han mantenido fuertes lazos con Salinas.

La naturaleza emprendedora de Antonio Pita le hizo ver inmediatamente que la zona balnearia era próspera y que necesitaba servicios. Adquirieron un terreno en la Avenida Julieta y Yacaré y construyeron una edificación muy destacada para la zona en aquellos años, emplazamiento actual de la Panadería, Confitería, Fábrica de Pastas y Rotisería “Salinas”. El 8 de diciembre de 1959, Antonio y Hortensia inauguraron su tan anhelado negocio, emplazado muy cerca del Arco, seña de identidad de Salinas. Poco a poco, otros comercios se fueron instalando en el entorno, donde se ubica actualmente el centro del balneario.

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La vieja panadería "Salinas".

Fueron años de dificultades, pero nunca faltó el ánimo para solucionarlos. Aún sus familiares recuerdan los continuos cortes de luz, sobre todo el que se produjo por los efectos devastadores del huracán que a mediados de los años sesenta asoló la costa y destruyó la mayor parte del tendido eléctrico. La capacidad inventiva de Antonio Pita lo llevó a traer un tractor que, con unas poleas, hacia funcionar la amasadora. Se trabajó así al menos tres días: el pan salía esponjoso y se vendía caliente, a pesar de los problemas. Muchas veces tuvieron que recurrir a la misma solución cuando el viento provocaba cortes de luz de varias horas.

A los pocos años el negocio familiar aumentó sus rubros. Y durante sus más de seis décadas de existencia no dejó de crecer, reorganizarse y renovarse.

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