Ronaldo, fuera de juego

| El futbolista actúa como una estrella desubicada cuando no está en el césped. El influjo de su familia y su novia moldean sus caprichos y arranques infantiles.

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EL PAÍS DE MADRID

A los 11 años, Cristiano Ronaldo dejó Madeira para entrar en la escuela de jóvenes jugadores del Sporting de Lisboa. El niño lloraba mucho, sus compañeros se burlaban de su acento isleño, pero aprendió a sufrir la presión, algo que marcaría su futura personalidad competitiva. Hijo de un jardinero alcohólico que en sus horas libres era utilero del Andorihna, un pobre equipo de Funchal, Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro se preparó a fondo para dejar de sufrir. Quería ganar porque solo disfruta ganando. A sus 26 años, y después de tres temporadas en el Real Madrid, es un triunfador tocado por la ansiedad de los que aún no han logrado todo lo que debían. Días atrás, en el partido contra el Barca, ocurrió algo de lo que hasta ahora se había librado. "No es la primera vez que la afición del Madrid lo silba, pero sí que lo hace en un partido contra el Barca y en cada ocasión que tocaba el balón", asegura un veterano socio del club.

Si Cristiano Ronaldo ha conquistado simpatías es a fuerza de evitar la falsa humildad que a veces resulta infinitamente más cargante que esa sinceridad suya a pecho descubierto. Sus conocidas perlas ("Me silban por ser rico, guapo y gran jugador" o "Si Dios no puede contentar a todos, yo tampoco") revelan una personalidad más infantil que maliciosa, y aunque la afición del Madrid es más dada a la filiación por personalidades cínicas y tortuosas que a los aspavientos narcisistas, al final ha aceptado que su jugador no es un mal chico.

Desde que llegó a Madrid en 2009 gracias a un fichaje histórico de 94 millones de euros, Ronaldo ha vivido en una burbuja en la que solo hay lugar para la pelota, su familia, su novia (la modelo rusa Irina Shayk) y, en sus palabras, "el shopping", actividad que, después del deporte, es su único vicio confeso. En realidad, su vida apartada de todo no difiere tanto de la de otros jugadores. "Messi entrena en Barcelona, pero sigue viviendo en Rosario", sentenciaban hace poco en el entorno del Barca para explicar la vida de su ídolo. "Su núcleo, que le blinda, es absolutamente argentino y en su casa no hay un solo detalle que te haga pensar que estás fuera de su país".

LA TIENDA VA A MAHOMA. Mientras Zinedine Zidane acude con discreción a un centro de yoga en Madrid acompañado por su mujer, o el DT Mourinho aprovecha la última hora del día para hacer sus compras en Serrano, Cristiano no puede poner un pie en la calle.

La primera vez que intentó ir a la tienda madrileña de una de sus marcas favoritas, el caos que se montó fue tal que en el local entraron en pánico. "Por seguridad, es mejor que no se acerque. Gusta por igual a los niños, las madres, las hijas, los gays y los chicos de barrio, así que los revuelos que se generan con él son tremendos. Cualquier jugador puede ir a una tienda sin provocar demasiado alboroto, pero Cristiano no puede".

Si Mahoma no va a la tienda, la tienda va a Mahoma. Por eso el jugador recibe a la carta en su casa todo lo que desea de sus firmas favoritas. Uno de sus cuñados, José Pereira, hace de mediador y secretario del voraz comprador mientras él espera la mercancía en su chalé de lujo de Pozuelo de Alarcón. Allí, ha declarado, encuentra la tranquilidad que necesita. "Si quiere que le llevemos la tienda entera, se la llevamos. No sólo por lo mucho que compra, sino porque cuando aparece con cualquier prenda puesta, al día siguiente se agota. Y no es que vengan solo chicos con la foto acompañados por su madre, muchas veces son sus propios compañeros de equipo los que nos piden exactamente lo mismo que él se llevó", asegura el relaciones públicas de una franquicia de lujo.

ANGUSTIA Y OSTENTACIÓN. Hija de un minero que perdió la vida cuando ella tenía 14 años, Irina Shayk comparte con su novio el gusto por el brillo más opulento. Todo apunta a que se casarán a mediados de 2012, ya superado el bache de hace un año, cuando ella se topó con la sorpresa de que había un pequeño Cristiano Ronaldo en el mundo y que su chico se haría cargo solo, después de pagar 11 millones de euros a la madre.

En noviembre, la entrega de los Prix de la Moda de la revista Marie Claire provocó una incómoda escena de la pareja en la residencia del embajador de Francia en Madrid. Él no quiso posar para los fotógrafos y pidió una sala donde no mezclarse con el resto de los invitados. "Y eso en una fiesta en la que todos eran tan vips como él", declara uno de los organizadores de la gala. "Era una fiesta para 10 premiados y él no era ninguno de esos 10. Nadie era más importante que nadie, pero fue imposible metérselo en la cabeza. Lo único que consiguió fue robarle protagonismo a su novia y faltarle el respeto al embajador y a los demás".

Divinidad o genio. Un chico tímido o un maleducado. Solo una cosa parece clara: la vida le supera a menudo fuera del campo.

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