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Opinión | Somos la tecnología

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"No sé si veremos computación cuántica". Por Washington Abdala.

El mundo en el que estamos no es distópico pero, por momentos, hace un esfuerzo tremendo por serlo. Hans Rosling y Stephen Pinker quedaron enfrentados al catastrofismo intelectual de los intelectuales de moda. Sabemos de memoria que la tecnología es la revolución del presente. La tecnología es poder o más poder para quien la controla. En el mundo occidental hay unos puñados de empresas que vienen liderando esto. No tener ansiedad en el presente es difícil: no se puede medir la bocha de muy lejos.

La hiperconectividad, el ciberocéano, el nuevo almacenamiento computacional, la inteligencia artificial ya no son futuro, están operando ya a distintos niveles. Eso es lo nuevo: la superposición de cambios. Nunca hubo una revolución tan potente como esta, no se compara con la revolución industrial y su máquina a vapor donde Asia miraba sorprendida el salto que se daba.

La inteligencia artificial es una noción que irrumpió allá por 1956 en contraposición a la inteligencia humana. En realidad, es estadística avanzada con modelos matemáticos que permiten realizar pronósticos en base a patrones lógicos. Claro, la capacidad computacional actual permite esto y mucho más (no sé si veremos computación cuántica, pero está en la hoja de ruta de algunos). Este es el momento cualitativo en el que estamos: todo explota en emergentes cuyo destino se desconoce. Desde una criptomoneda hasta la nueva carrera aeroespacial.

En medio de esta alienación nuestros comportamientos cambiaron. Repito por si el lector no me entiende: somos la tecnología, vivimos adentro de un Smartphone, allí navegamos por horas, y (la estadística muestra) la mitad del tiempo la pasamos viendo videos, y de esa mitad hay una plataforma que la monopoliza. Sí, esa, la gratuita.

¿Ha cambiado la convivencia humana por lo que vivimos desde lo tecnológico? Obvio, la conversación pública en casi todos lados está más polarizada porque los actores que hacían la intermediación de demandas están jaquedados. No se necesita -cree el sapiens 2021- de sus servicios para hablarle al poder. Así, partidos políticos, sindicatos, medios masivos, grupos de cámaras empresariales, todos, son de alguna manera salteados por redes sociales que vociferan sus cánticos como barras bravas en un estadio. La gente se introduce en las plataformas y las coloniza. Al mismo tiempo se produce una balcanización de casi todo el cuerpo social allí adentro. Y hay mundos allí que no se conocen y que son ultrapoderosos. A la vez, mucho de lo que sucede se monetiza y está lleno de intangibles que valen más que productos vivitos y coleando. Solo el mundo NFT es casi surrealista. Investigue el lector. No estoy inventando nada.

Bruxelas entiende lo que pasa y cree que regulando puede poner orden. Los europeos son hábiles en esto de entenderse siendo tan distintos. Igual, como siempre, la tecnología va tan rápido que cuando la quieren regular ya sacó tres años de ventaja. Creer en la autorregulación es infantil. Tampoco legislarlo todo. Por eso cuando el dueño de Facebook va al senado norteamericano habla en otro idioma que no entienden los parlamentarios. Explica un modelo de negocios donde la publicidad manda. Lo miran. Parece no captarse el ida y vuelta. El cliente no paga, paga otro por él. ¡Ups!

Todos sabemos que el debate inmediato no será con los reguladores de contenidos tecnológicos sino que ya es un contencioso geopolítico.

Observe el lector que ama estos temas la página de Gaia-x y verá cómo Francia y Alemania estructuran algunos niveles de certificación y estándares a tener en cuenta. Se la ven venir.

Lo que viene es la alfabetización digital a mil por hora. Hay que subirse acelerado a ese barco. América debería cooperarse en este asunto. Sería necesario que nuestra región, en este tema, tuviera una solidez que nos ayudara a no quedar despachados con los jugadores de peso. En esto sería sensato que las diferencias de la política no ingresaran en la agenda por aquello del tren.

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