Publicidad

Opinión |Saber la justa

Compartir esta noticia
Washington Abdala

CABEZA DE TURCO

No toda la tripulación quiere saber la verdad. Por Washington Abdala.

Ya no leo lo que me roba tiempo. No lo hago. La ventaja y desventaja (simultánea) de mi tiempo mental y físico actual es que no me sobra nada. Al principio, me inquietó un poco la cosa. El día que entendí que todos los días no eran un día más, me liberé de amarras y selecciono lo que leo. Me cayó la ficha. El tiempo de mi vida es lo único que tengo.

Fue hace no demasiados años que sucedió esto. Solo sucedió que me avivé a no estar atento a todo lo que sucede sino a lo que entiendo relevante. Ese día volví a los clásicos. ¿Para qué leer paparruchadas si lo bueno es bueno y me hace bien releerlo?

La mayoría de los asuntos que a los mortales nos preocupan, me inquietan por cierto, pero ahora de forma distinta, con una modestia enorme sabiendo que soy una pulga minúscula en el juego del destino. En realidad, todos somos pulgas aunque muchos crean otra cosa. No pasa nada, ya les va a caer la ficha. Y desde ese lugar pulgueril se aporta más que creyendo que uno es un iluminado.

¿Epifanía? No, puro sentido común que emerge y permite ubicarse correctamente en la tierra, sabiendo que somos todos del mismísimo club y que el viaje no tiene retorno. Es solo de ida.

¿Depresión? Cero, solo impresión al principio y luego entendimiento de lo que me rodea. Y asumir que cada segundo es todo. Y no hay necesidad de salir a beber alcohol para celebrar la vida: la gracia está en entender que este asunto de vivir es el sentido.

La finitud consciente es un buen negocio para vivir con paz sabiendo que hay que hacer lo que corresponde. Y no deprimirse por juegos de ajedrez existencial que intentan los que no comprenden las reglas. Lo que sea, será y lo que no deba ser, pues que no sea. (Medio Drexler esto). Y lo que podamos hacer -por el bien de otros- mejor y lo que no se puede, se intenta, pero si no se alcanza, no nos va a caer un rayo, ni nada extraño acontecerá. Tranquilos. Se trata solo de hacer lo que corresponde, con entrega y pensando en lo mejor para los demás. Si uno se corre un poco de sí mismo se entiende mejor el asunto. Los que tienen hijos a su cargo comprenden esto de que el “yo” se borra.

En realidad, se le pierde miedo al miedo. Eso pasa al saber que hay reloj biológico. Se gana oxígeno mental de ese que depura las ideas. Se purifican los pensamientos. Y se piensa con la verdad porque ya no hay tiempo para ficciones banales.

Parece fácil, pero es un viajecito que hay que emprender adentro de uno para servir al resto que anda en la misma nave. No toda la tripulación quiere saber la verdad, la mayoría sueña con otras visiones, y hay que respetar todas, pero los que intuimos que no hay mucho más por acá, hagamos lo mejor que podemos para con la vida de los otros (y la nuestra). Simple, no es tan difícil. ¡Tuya Héctor!

Si algún lector cree que esto es filosófico no me está entendiendo. Nada, cero, minga. Es puro sentido común y búsqueda de armonía entre los que entienden la movida.

Al final, ganamos todos si se suma equilibrio, aporte y ganas de hacer por los demás. Los que viven amagando con la cicuta no se dan cuenta de que ellos son su narrativa y eso los envenena. Y es fácil percibir gente que vive incubando rencor y odio porque no lo ocultan, lo terminan haciendo patente y se les sale por los poros.

Puede que el lector crea que hay cierto ideologismo en la frase anterior. Es un error, no es ni mi intención semejante postura. Lejos de ese zócalo.

Solo procuro afirmar que es mejor tener buen talante, apoyar, sacar adelante las cosas, no fumigar almas y nunca caer en miserias pateando latas. Esto es para quien sea y como sea. Nadie tiene la justa, en todo caso, la tenemos todos. Se trata de encontrarla para los más. Sin misterio y con ganas.

Por allí va la bocha. Y el que no lo entiende que se quede en su rollo gruñendo solo. Podemos vivir sin esos especímenes.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad