Opinión | Los muchachos de hoy

“Los pibes de hoy no le creen de entrada a nadie”

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Washington Abdala

No tengo claro que está pasando en las generaciones jóvenes. Le pongo atención, pero no lo termino de comprender. Me cuesta un montón ir a fondo y captar por donde vienen los tiros. Y fui docente de jóvenes durante toda la vida y soy padre también de jóvenes, pero me cuesta un trabajo descomunal comprender los códigos de la época porque esto cambió un disparate. Tengo una ventaja: no creo en demasiados marcos filosóficos, soy un amante de la libertad y sostengo valores no desde lo declamatorio sino desde la existencia. Dicho en español: hago cosas, no predico lo que no hago. Uno “es” por lo que hace, no por lo que “dice que hace”. Pero no me alcanza para entender a las nuevas generaciones, a pesar de mi supuesta apertura mental no termino de llegar a fondo sobre lo que está pasando, y creo —primera vez que me pasa esto— siempre presumí de comprender lo contemporáneo. Ya no tengo autores de referencia. Byul Chul Han me está resultando acotado a su comarca; Yuval Harari escribe desde un mundo en el que no parece tener demasiada referencia sobre lo que es América del Sur. O quizás yo no lo percibo y es mi incompetencia. No lo sé.

Intuyo que son los jóvenes de hoy mucho mejores que los que fueron los de mi generación. La mía la tengo identificada al toque: desesperada por libertad, pensamiento ideológico por creer en ideologías (que mutaron delante de nuestras narices), deseosos de aceptar la movilidad social hija del esfuerzo del trabajo, sensatos al final del recorrido sabiendo que lo mejor es enemigo de la utopía... algo así, ubicados a puro cachetazo en el rostro. Algunos más radicalizados, otros nada; mi caso: cero, estoy de vuelta de los enojos del pasado y con la cabeza (creo yo) moderna ante lo que es mejor para todos; sin odiar, sin escupirle el asado a nadie. Eso sí, sabiendo que cada día es una aventura y en la que la buena fe no sobra. Demasiada piña como para creer en el amor a primera vista.

Olfateo que los pibes de hoy son mejores que nosotros. Tienen menos complejos con el amor, con el sexo, con tantos atavismos que yo padecí. Están mejor que nosotros que nos bullineaban a patadas y no sabíamos ni qué era eso. Entienden que los problemas de depresión y angustia no son una boludez. Saben más sobre el respeto a sus derechos humanos y laborales de lo que sabíamos nosotros que nos succionaba la sangre el sistema y uno no sabía que se podía quejar. Los pibes de hoy no le creen de entrada a nadie, lo que es buenazo. Nosotros creíamos en los Mesías. Unos giles de cuarta. Supongo entonces que los viejos la verán distinta, pero me da la impresión que esto que describo es más o menos así.

Los pibes de hoy piden cosas obvias: igualdad de derechos entre hombre y mujer, que no hagan pelota el planeta, que no recarguen las máquinas estatales con más gente que no va a salvar a nadie o que se buscan salvar ellos a costa de todos, que haya libertad de verdad sin cancelación y menos prejuicios, que sea verdad lo que hablen los que quieran hablar y que se diga lo que se siente, no lo que se quiere decir para que lo oigan cuatro y aplaudan tres. Ya nadie tiene monopolio de la comunicación de nada. Uno antes temía a los ogros del micropoder local. Capaz, estas audiencias tienen contradicciones entre sí, porque hasta eso es bueno; ya no hay un ritmo único en el presente, y esas contradicciones son más libertad. Me parecen estas cosas. No lo sé, solo olfateo. Es lo que huelo. Ojalá sea así.

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