COLUMNA CABEZA DE TURCO
Jesús es una lección permanente en "valores". Por Washington Abdala.
Mi madre es católica. Yo no lo soy. Mi padre era católico. Yo no lo fui. Mi madre es una católica peculiar, se hizo católica de adulta. Mi abuelo, que era independiente y anti clerical no bautizó a mi madre. Y un día mi madre se apareció con la historia de que se quería bautizar. Mi abuelo, que era un tipo inteligente -y sabía que hay asuntos que no se pueden detener- no opuso resistencia. Así, mi madre se hizo católica y cantó en cuanta iglesia encontró de joven. Le gustaba eso. Mucho.
El catolicismo de mis padres siempre me llamó la atención. Eran católicos y no hablaban jamás de Dios. En mi caso, no siendo bautizado le debo a los Hermanos Maristas que me tomaron en cuarto de liceo sin hacerme lío, antes de ir al “Preparatorio”. (Soy Matusalén). Me acuerdo que un “hermano” (yo venía a los tumbos, siempre he tenido eso en la vida, por suerte las piñas te avivan aunque duelan) llamado Pascual me dijo: “Vos, cuando haya alguna misa hacés lo que quieras”. ¡Genio! Y yo, al final, me quedaba siempre escudriñando. Pero, siempre dentro de mi mundo ateo-agnóstico-dudoso-temeroso-valiente-absurdo. ¿Para qué negarlo? Los que no somos religiosos no es que la tenemos clara, estamos en una duda complicada y por eso aparecen los dogmáticos de este lado que se ponen espesos. Es “cualquiera”, dijera un pibe amigo mío.
La cuestión es que hoy muchos de ustedes viven en la fe, en la fe católica. Yo, no la poseo, no tengo esa virtud pero se las envidio sanamente. Cero demagogia. Lo he intentado y no funcionó, no la adquiero. Y ya no voy a pelear conmigo mismo. Pero hoy creo tener una idea de la entidad de la jornada que viven los católicos, así que todos mis respetos en estas horas. Por andar lejos de Jesús, o del Jesús que se considera religioso, me he pasado la vida leyendo cosas sobre él. Tengo claro el tiempo que estuvo en Jerusalén. Lo que hizo. Lo que no hizo. Lo que peleó, como peleó y su peripecia. Con franqueza, desde una visión histórica es difícil encontrar otro personaje de semejante dimensión. Sencillamente no lo hay. En el plano moral, es un garrote de sensatez, en el plano de la solidaridad es una lección constante, y en el plano del sentido común elabora su mensaje desde lo que el egoísmo pervierte. Ya con eso le sobra para ganar en varias canchas.
Jesús es una lección permanente en “valores”. Y muchos no católicos deberíamos entender estas claves para salir de ese refunfuñe anacrónico que se tiene con el catolicismo. Los humanos siempre le erran en el accionar: los dogmas, si se los estudia, suelen ser sabios. Es al revés la cosa. El humano es quien le erra, el pensamiento elaborado no.
Jesús es y será referencia obligada para todos. Los que creen en él, como Dios, dichosos. Los que lo vemos como un hombre en su tiempo predicando los “valores” que son la esencia del humano entregado al otro para ayudarlo, no podemos menos que reconocer su ejemplo. ¿O la necedad es buena consejera? ¿O porque haya otros humanismos hay que negar a este?
Y acá vuelvo a mi madre (que debe estar leyendo esta nota). Ella nunca me inoculó en la fe. Y creo que estuvo bien, igual que mi abuelo hizo con ella. Yo, ya no me voy a bautizar -un día les cuento esa historia-. Sin embargo, nada me impide seguir leyendo y estudiando sobre Jesús, nutriéndome de lo mejor de su prédica y de sus criterios. No son lejanos a los míos, por algo vivimos en una civilización judeo-cristiana, estamos marcados a fuego por esos credos, sin siquiera saberlo, pero están allí.
Es cierto, mi madre tampoco iba a misa y no creo que si existe Dios se enoje mucho con ella por eso. Dios, supongo, desde mi ignorancia, debería mirar con altura lo que hacen sus criaturas en la tierra, y eso implica comprenderlas a todas. En lo del perdón, soy poco magnánimo y hay cosas que me cuesta indultar (de asuntos graves, violencia, no vida cotidiana hablo). Por eso estoy en mi islita Martín García, sin mucha cosa que se me prenda. Voy cada vez más ligero de equipaje. Buenas Pascuas para los que así las viven.