CABEZA DE TURCO
Nadie tiene derecho a cortarle el mambo a nadie. Por Washington Abdala.
Los memoriosos deben recordar al Kiki. Era aquel joven que hace algunos años construyó una carrera delincuencial, matando a sangre fría mientras todo lo veíamos por la televisión y se terminó quitando la vida de manera trágica. Fede Valverde es quien es y no necesita presentación. Todos sabemos lo fenomenal que es con el balón. Dos uruguayos.
¿Cuál es la diferencia entre ambos individuos? ¿Cómo se formaron, cómo fueron sus contenciones familiares, cuáles fueron sus valores, cómo influyó la socialización primaria y secundaria en ellos? Pues no lo sé. Solo tengo claro que uno fue un joven criminal que hizo daño, asesinó y su pasaje por la vida resultó ominoso, mientras que el otro es una fuente inagotable de felicidad para hinchas y admiradores.
A lo que voy es a que los destinos se construyen y que los determinismos sociales si bien relevantes, influyen, no son herméticos e ineluctables. Los teóricos del determinismo histórico no siempre aciertan. ¿Cuántos niños con todas las posibilidades tuvieron la vida facilitada y terminaron en un funesto ocaso? (Mejor evitamos los ejemplos). Y los casos de los Pelé y Maradona son la otra cara de la moneda. Venían de la indigencia y marginación social y sin embargo algo les dijo -en sus mentes- que podían revertir la pisada y lo lograron. Quisieron y pudieron.
Lo que fascina de los que revierten tendencia, de los que logran escalar lo que nadie les dice que podrían, es eso mismo, que sus propias peripecias alimentan el sueño de soñar.
Y nadie tiene derecho a cortarle el mambo a nadie. Suena a coucheo berreta, pero no es así. Solo los que se disponen a todo alcanzan sus metas. No tengo que recordar a Parrado y Canessa, ni a Obdulio, ni a Benedetti, menos a Torres García. Siendo como nación tan pequeños tenemos gente que por epifanías, por sentido personal del arrojo, vocación o lo que sea, un día detonaron y encontraron un camino que resulta luminoso para los demás. Yo les llamo “tipos con linterna”, por esas linternas de las películas (mi viejo tenía una) que iluminan un garaje y hasta llegan al fondo de una carretera.
Y no es un tema de poder, de dinero o de alguna cosa vil, va de “trascendencia” el asunto, de sentir lo que se hace con sentido (para y los demás). Y no importa lo menor, lo ideológico o lo que achica la visión. Tiene sentido hacer choripanes o construir la ópera de París. Todo vale.
De niño mi tío Mario montaba un cine en su garaje con precariedad y vi 400 veces todo Charles Chaplin. Me reí hasta la eternidad. Luego, cuando lo entendí, de mayor, lo lloré hasta el infinito. Estoy seguro de que tipos como Chaplin tenían una visión-misión de su existencia (igual que todos los uruguayos referidos) y sabían lo que debían hacer en la tierra. Ese es el tema: averiguar eso, lo demás viene en el camino. Lo importante no es el camino, es saber cuál es el camino. No es sutil la diferencia.
Se trata de inspirarse en los Valverde, de buscar hacer lo que mejor podamos hacer, en el contexto en que estamos y siendo felices. A los Kiki los esfuma la historia. Me dirá algún lector que estoy escribiendo sobre lo obvio, sin embargo, pienso que no: saber bien lo que a uno lo hace feliz no es fácil, o nos confundimos en esa noria, o no lo averiguamos, o no somos introspectivos, o nos quedamos en nuestra zona de confort. No sé, pero conozco más gente en el lugar incorrecto que aquellos que son “felices” con lo que hacen desafiando al destino. Por supuesto que alguno me saltará a la yugular diciendo “pero tengo que comer antes que oír este discurso”. Tenés razón, toda, por eso, no soy dogmático y estoy claro que no es sencillo el tema. En definitiva, puedo asegurar, por grande, que solo vale caminar la ruta con la mente abierta. Tu cuerpo lo agradecerá y el resto de la gente lo sabrá al toque y se beneficiará de ello. Vivir adentro de un infierno mental es tan alienante como la cárcel. Hay que saberlo para romper los barrotes psicológicos de cada cabeza. Y ser libre.