Por Carolina Bellocq, especial para Domingo
Algunos lo hacen para compartir, otros como modo de agradecer. O para pasar tiempo en familia o alegrar a los demás. Las razones son múltiples y las maneras también, pero todas coinciden en que en fin de año, cuando las agendas casi no dejan espacio para imprevistos, sí cabe el lugar para ser generoso con los demás.

Una “invitación especial” llegó hace unas semanas al correo electrónico del personal de la Universidad de Montevideo (UM): el departamento de Voluntariado proponía armar canastas navideñas para que algunas familias de Casavalle pudieran compartir en la cena de Nochebuena. Los interesados se abocaron a conseguir los alimentos recomendados y a incluir algunos regalos o detalles de acuerdo a cómo estaba integrada la familia que iban a agasajar.

Cerca de 70 personas se implicaron en el armado de las canastas, que luego fueron llevadas a unas 30 familias de niñas que acuden a Los Rosales, centro de atención integral en Casavalle. La iniciativa se realiza desde hace unos cinco años y se propone como forma de agradecer todo lo bueno que ha sucedido en el año. Es impulsada por el Departamento de Vida Universitaria, que busca promover el espíritu de servicio.

“Para la UM, la promoción de la familia es uno de sus valores identitarios, junto con el valor del trabajo bien hecho, el amor a la libertad y el espíritu de servicio. Esta acción permite que, en vísperas de la Navidad, familias se involucren para ayudar a otras familias”, cuenta a Domingo Santiago Silva Ledesma, coordinador de Vida Universitaria.

Las canastas fueron armadas por familias del personal, grupos de profesores o equipos de trabajo. Luisa Collet, por ejemplo, hizo una junto con su departamento; entre sus cuatro integrantes se compenetraron con la familia a la que enviarían su regalo. “Fue realmente muy lindo el proceso. Ir de acá para allá comprando las cosas, pensando la mejor manera de hacer la canasta, eligiendo los regalos en función de los integrantes de la familia, elaborando el diseño y la decoración de la tarjeta de Navidad... Son todos pequeños detalles que están llenos de cariño, y que nos ayudan a intentar ser cada día más generosos”, comparte.

En su caso, decidió participar porque le ilusionaba “poder generarle una alegría y una sonrisa a una familia que lo necesita”, y porque veía en esto una buena manera de prepararse para la Navidad. Hacerlo con sus compañeros fue “realmente enriquecedor”, pues fue una instancia de colaboración y trabajo en equipo, donde el entusiasmo se contagiaba y la dedicación crecía. “Nos quedamos muy contentos, esperando que las familias disfruten de las canastas tanto como nosotros lo hicimos haciéndolas”, concluye.

Instituciones de todo tipo promueven estas iniciativas. El Club Champagnat, por ejemplo, es un centro deportivo de origen Marista que realiza campañas solidarias en distintos momentos del año, y para esta Navidad sus socios recolectaron juguetes para llevar a niños de la zona de Colonia Nicolich, donde tienen su campo deportivo. “Lo hacemos porque es una manera de devolver las cosas buenas que nos han tocado”, cuenta a Domingo Federico “Quico” Viola.

“Somos privilegiados por un montón de cosas y hay gente que realmente la pasa mal. La Navidad tiene un significado muy importante y en el Club estamos convencidos de que no hay nada más lindo que la sonrisa de un niño cuando recibe un juguete”, apunta.

Con años de experiencia, su “mecanismo” está aceitado: “No lo vemos como una complicación, es algo que venimos haciendo hace mucho y, si complicarse es poder lograr las sonrisas de los niños, nos encanta complicarnos”, agrega.

Cuando se le pregunta por las motivaciones para esta acción, dice que es difícil responder con precisión. En parte lo hacen porque se sienten favorecidos por tener comida en casa, una cama cómoda para dormir y juguetes para sus hijos -“hay gente que por diferentes razones no accede a estos privilegios y por tanto lo sentimos casi como una obligación el aportar algo por más mínimo que sea”-, y en parte porque consideran que es un buen mensaje para los socios y allegados al club, que dentro y fuera de la cancha busca transmitir valores. “La solidaridad con el necesitado nos parece uno de los más importantes”, destaca.

Los Vilar del Valle tienen cuatro grandes momentos a lo largo del año y el coro de Navidad es uno de ellos. Unas 50 personas de diversas generaciones se reúnen para celebrar y llevar alegría a las personas mayores.

Comenzó hace más de 20 años de manera casual. María Eugenia y una amiga iban a residenciales para acompañar a los ancianos, y en Navidad intentaban tener algún detalle con ellos. Llevaban unas bolsitas hechas por ellas mismas y pasaban un rato con la gente. Cuando María Eugenia se fue a vivir al exterior, su hermana María Inés tomó la posta, no quería que esos abuelos se quedaran sin la visita navideña. Se lo propuso a sus familiares y la mayoría se apersonó la tarde en que iban a preparar las bolsitas para los abuelos. Decidieron que iban a repetirlo, y así se hace cada diciembre.

Una tarde se reúnen en la casa de una tía y se dedican a armar las bolsas decoradas y con dulces, y otra van al hogar a cantar. Asisten todos los que quieren, desde las tías de 70 años (la mayor tiene 80) hasta los sobrinos de 4 o 5, pasando por los primos y algún amigo de uno u otro que siempre se suma.

“Es alucinante”, dice María Inés, “se genera algo increíble”. Al final, es un regalo gratuito para las personas que visitan, y también un momento de crecimiento para la familia. Los más chicos se ejercitan en empatía, solidaridad y relaciones con los demás. “Es muy lindo, una experiencia divina que no nos perdemos por nada”, anota, que une a distintas generaciones en torno a la Navidad, la ayuda y la música.

Este año fueron al hogar donde vive una amiga de la familia. Los Vilar del Valle llegaron con gorros de Papá Noel y guitarras, charlaron con los residentes y cantaron, un tío se puso el traje rojo y los niños entregaron las bolsas hechas por ellos mismos. Los residentes se entusiasmaron con la música, los que pudieron cantaron y bailaron, unos y otros quedaron felices. “Se genera un ida y vuelta muy alucinante. Es un momento espectacular del año que nos llena el alma”, asegura María Inés.