Mateo, la fama que llegó tarde

En 2009, dos recopilaciones de sus discos obtuvieron oro y platino. En vida no vendía más de 150 copias. EE.UU. acaba de reeditar Mateo solo bien se lame. | Las drogas y la marginalidad marcaron su vida. Los músicos reconocían su talento, pero algunos preferían alejarse de él por su carácter cambiante.

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CARLOS TAPIA

La vida de Eduardo Mateo osciló entre recitales, grabaciones, escasos aplausos, psicofármacos y pobreza. La muerte, en cambio, lo colocó en un lugar de privilegio. A 20 años de su desaparición hablan, entre otros, Teresa Mateo, Jaime Roos, Rubén Rada, Fernando Cabrera y los Fattoruso.

El tarareo apaga el silencio. "Vos siempre cantando, tenés que dormir", se queja Albertito. Es 16 de mayo de 1990, Eduardo Mateo tiene 49 años y hace diez días que vive en esa helada sala del Hospital de Clínicas. El cáncer, ya invencible, presagia el peor de los desenlaces. "No, no apagues la luz", ruega a su sobrino, único espectador de la última función. "Cuidá a la vieja, cuidala mucho", insta antes de volver a la melodía de Blackbird, la canción de Los Beatles que cuenta la historia de un mirlo que se echa a volar por primera vez. Su voz se torna cada vez más débil, más suave, hasta al fin desaparecer.

Veinte años después, Teresa Mateo exhibe en el living de su casa del barrio de Malvín un extraño reloj de pared con el rostro de su hermano, un obsesionado con la idea de viajar por el tiempo. También, en uno de los estantes de un aparador, se puede ver su foto más famosa: en primer plano, con una gruesa campera, boina, melena y un peludo bigote cano. "Era tan lindo", suspira ante la imagen. Pero quizá, el souvenir estrella de la habitación, sea el disco de oro y platino por los dos álbumes, Mateo Clásico y Mateo Clásico 2, las recopilaciones realizadas por Jaime Roos que recibieron esos galardones en 2009.

Colegas y amigos aluden a Mateo como "pionero", "genio", "creador", "visionario". Pero estas adjetivaciones se contraponen con lo que fue su vida, al borde de la marginalidad, mendigando monedas en las calles del Centro para pagar el alquiler de una pensión. Al parecer, el reconocimiento llegó después.

"Me acuerdo el enojo de mi padre -relata Martín Buscaglia, hijo del fallecido Horacio Buscaglia, quien compuso el tema Príncipe azul con Mateo- cuando murió, la gente de las radios lo llamaba para pedirle discos. No le habían dado corte en vida, pero lo querían pasar. Como decía papá: `¡Qué sponsor la muerte!`".

Para renacer. "Dejó una lección del arte por el arte. Logró autenticidad. Un acorde de Mateo es irremplazable, inconfundible. Es algo que también pasa con Piazzolla, Mozart y Beethoven". (Federico García Vigil). "Cuando un extranjero te pregunta: `¿Qué es la música uruguaya?`, uno responde: `Escuchá a Mateo`". (Jaime Roos). "Mateo no era un músico, era un pintor de cuadros. Y le pasó lo mismo que a Picasso y a Dalí, se dieron cuenta quién era después que se murió".(Rubén Rada). "Mateo le dejó al mundo las huellas de un genio" (Hugo Fattoruso).

"Mateo es el apellido, no el nombre. Hay que aclararlo porque todo el mundo se confunde", señala Teresa. "Él se llama Eduardo, y lo bautizaron así por Fabini". Su madre, Silvia López, trabajaba como empleada doméstica en la casa del compositor en Lavalleja. En 1938 viajó a Montevideo en busca de nuevos horizontes; allí conoció a Ángel Mateo, de profesión feriante y murguero. En 1939 se casaron. En 1940, en el Hospital Pereira Rossell, nació el músico. Luego llegarían sus dos hermanos: Carlos y Teresa.

"De chiquito, sé por cuentos de mis padres, que pasaba horas parado frente a la radio. Estático ahí, escuchando. Él era autodidacta, aprendió solito a tocar la guitarra. Cuando llegó a segundo de liceo dijo que no quería estudiar más. A mis padres no les gustó la idea, pero lo apoyaron. Era chico, tenía 14 años, y se puso a trabajar con un relojero cerca de casa. Vivíamos frente a lo que hoy es Montevideo Shopping. En esos años formó su primer grupo: "O Bando de Orfeo", recuerda Teresa.

Os Demonios da Garoa era la banda del momento en Brasil, y O Bando de Orfeo era su copia más fiel en Uruguay. "Mi papá era presidente de un tablado y, cuando Os Demonios vinieron a Montevideo, los invitó a tocar. En pleno concierto hizo subir a la banda de mi hermano. Era increíble, los hacían igualitos. Los brasileños quedaron sorprendidos y les regalaron varios instrumentos".

Pero Mateo sabía que dedicarse a la música en Uruguay era difícil, por eso decidió probar suerte en el extranjero. "Primero fue a México. No sé qué pasó pero no le fue bien. Cuando volvió no trajo ni la valija", relata su hermana. Luego se fue a Brasil. Lo invitaron a hacer una gira con una banda. "Ahí le fue mejor, nos trajo regalos a todos".

El regreso de Mateo a Montevideo, a mediados de los 60, coincidió con el boom mundial de The Beatles. La escena musical nacional se dividía entre los que tocaban tropical y los que, tras los pasos de Los Shakers, imitaban a los cuatro de Liverpool. Eduardo no se quedó atrás y formó Los Malditos.

"Hacía un tiempo que estábamos en Buenos Aires con Los Shakers cuando Los Malditos fueron a grabar allá. Una disquera los llamó expresamente. Pero hicieron cualquier desastre. Llegaban dos o tres horas tarde o ni siquiera iban al estudio. Los terminaron echando", recuerda Osvaldo Fattoruso.

De mi pueblo. Si bien a Mateo le fascinaban The Beatles, los sentía demasiado alejados de sus raíces. Eso fue lo que lo llevó a formar El Kinto. "Un fin de semana vine desde Buenos Aires a visitar a mi madre. Me acuerdo que estaba comiendo, mirando El Show del Mediodía, y ahí tocó El Kinto. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Agarré la moto y me fui a felicitarlos a Canal 12", cuenta Hugo Fattoruso.

A inicios de 2010, en Estados Unidos, salió a la venta, en vinilo y para coleccionistas, el único disco de El Kinto que se hizo a partir de grabaciones realizadas para el programa de televisión Discodromo. En Austria, cada original vale 2.000 euros. "Tengo algunos en casa, pero ni loco los vendo", señala Rafael Abal, director de Sondor. Además de Mateo, allí tocaron músicos como Rada, Urbano Moraes y Mario "Chichito" Cabral.

"Con Mateo nos juntábamos desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche. Componíamos tres o cuatro temas por día. Solo cinco o seis salieron a la luz. Íbamos a los boliches a tocar candombe beat, la gente se enojaba, quería rock. Éramos unos bichos raros", recuerda Rada.

"Tocábamos en un boliche en Carrasco -relata Moraes-. Y ahí nos hicimos muy amigos. Mateo era muy exigente. Me acuerdo que un día le pifié a una nota en el bajo y me insultó de arriba abajo delante de todo el mundo. ¡Qué calentura que me agarré! Pero era maravilloso estar con él. Estaba todo el día creando, improvisando".

El Kinto existió desde 1966 a 1969. Se separaron luego de tocar un verano en Punta del Este, en La Claraboya Amarilla, un boliche de Alfredo Zitarrosa. "Nos comprometimos a juntar plata para comprar equipos. Cuando terminó la temporada nadie tenía un mango, me calenté y al tiempo me fui para Buenos Aires", cuenta Urbano. El último recital de El Kinto fue en el club Olimpia de Colón. "Esa noche sonó espantoso".

Solo bien se lame. "Algunos decían que estaba loco; otros, que era insoportable. Pero siempre existió en el ambiente una gran admiración" (Roos). "En el 72 yo estaba en el liceo. Ese año se editó Mateo solo bien se lame. Conocí a Mateo por mis compañeros; todos decían: `Es un genio, su manera de tocar la guitarra no se parece a nada, es un visionario`". (Fernando Cabrera).

En 1971 Mateo viajó a Buenos Aires para grabar con Diane Denoir. Pero la estadía duró más de lo previsto. Carlos Píriz, dueño del sello De la Planta, le pidió que se quedara un tiempo en Argentina para hacer su primer disco solista. La tarea fue difícil. Eduardo llegaba tarde al estudio o no iba. Tocaba decenas de veces el mismo tema, y nunca encontraba un sonido que le gustase. Esa situación duró meses hasta que, una tarde, se fue del estudio: dijo que iba a la esquina a tomar un café, pero regresó a Montevideo. Píriz tomó las grabaciones y, tras un año de trabajo fino, logró editar Mateo solo bien se lame.

El disco le permitió tocar en varios boliches. Pero la llegada de la dictadura hizo que cerraran muchos de los lugares que solían contratarlo. Al mismo tiempo, su familia se vio golpeada económicamente. Su padre tuvo que ponerse a trabajar como mozo de día y en las madrugadas de sereno en una joyería. Eduardo vivía con su madre en una pensión. En las noches tocaba música brasileña en el Restaurante Panamericano, y de tarde preparaba lo que sería su próximo vinilo: Mateo y Trasante.

"Ensayábamos en mi casa de la calle Constituyente. Empezamos a hacer los temas de a poquito, hasta que un día invité a Enrique Abal, que dirigía Sondor, para mostrarle las canciones. Le encantaron y nos dio 100 horas de grabación para hacer el disco. Después no tocamos mucho en vivo. Con la llegada de la dictadura me fui a vivir a Francia", cuenta Jorge Trasante. También Moraes y Rada residían en el extranjero. Fueron años en que Mateo se sintió solo. Las drogas y la marginalidad comenzaron a formar parte importante de su vida.

Mal tiempo. "Desde el lugar que yo lo viví él no era un drogadicto. Él no quería dormir porque estaba todo el tiempo pensando, creando. Para que no lo venciera el sueño tomaba psicofármacos, algún antigripal con vino" (Teresa Mateo). "Un día me tocó el timbre y me pidió treinta aspirinas y un café doble. En esos momentos los suicidios románticos estaban de moda. Hubo muchos Mateos en el mundo" (García Vigil). "Una vez los milicos lo agarraron con dos porros y le pasaron picana en los dientes. ¡Qué época horrible!" (Alberto "Mandrake" Wolf).

La única vez que Mateo estuvo preso fue durante la dictadura. "Un médico lo denunció porque le robó órdenes para comprar psicofármacos. Era tan cabeza dura que cuando lo iba a visitar a la cárcel de Miguelete me pedía antigripales. No fue por una cuestión política", aclara Teresa.

Mientras afloraba la democracia, y sus colegas se dedicaban a la canción de protesta, Mateo insistía con su poesía, para muchos indescifrable. Sus siguientes discos solista, Cuerpo y alma y Mal tiempo sobre Alchemira, no tenían el condimento contestatario que hacía llenar escenarios. "Él no era de hablar de fútbol ni política, a pesar de que votó al Frente toda su vida", recuerda Roos.

Quizá esto, sumado a su difícil carácter, fue lo que lo arrastró a una vida de marginalidad. "Era loco, histérico, se podía enojar en cualquier momento; pero al mismo tiempo era muy querible. Te mangueaba siempre. Me decía: `Tato, yo te debo 200 pesos. Hagamos así, dame 100 y te debo 300`", relata Osvaldo Fattoruso. "A mí me llegó a pedir plata por la calle sin reconocerme", agrega García Vigil.

"En la época que yo lo traté -relata Leo Maslíah, que realizó un espectáculo con Mateo en 1988- la comunicación fuera de lo musical era muy escasa. A mí me parecía que el que hablaba no era él, sino un portavoz robótico creado para poder relacionarse con el entorno, él estaba encerrado adentro sin poder (o sin querer) salir. El único motivo de que se presentara para tocar con otros músicos parecía ser el de tener la oportunidad, al final del ensayo o toque, de pedirles plata".

El tartamudo. "Cuando era chico se le cayó a mi papá, y según el médico eso fue lo que lo dejó tartamudo. Siempre fue calentón, y cuando jugaba al fútbol se embroncaba porque no podía insultar a sus amigos, no le salían las palabras" (Teresa Mateo). "Era muy difícil tocar con él. Mi alma lo entendía, pero yo no sabía dónde poner los dedos en el piano. Y se calentaba, me decía que no quería acompañarlo" (Hugo Fattoruso).

"Empezamos a trabajar juntos en 1986 -cuenta Cabrera-. Él le hacía ofrecimientos a todo el mundo, y muchos lo esquivaban: por su carácter, su bohemia, sus dificultades de inclusión social". De 50 canciones que preparó el dúo en una serie de espectáculos en La Candela y El Notariado, tan sólo doce fueron registrados en Mateo y Cabrera. "A nosotros no nos gustó mucho ese trabajo en vivo. Sin embargo, es uno de los discos del que más me habla la gente, sobre todo en Argentina".

Pese a que Mateo ya era considerado un referente en la música nacional, las discográficas no apostaban a él. Su último disco, La Mosca, lo grabó en el estudio La Batuta en horas de la madrugada, gracias a su amigo Hugo Jasa, que trabajaba allí.

"Él no tenía el apoyo de los sellos. La Mosca se hizo muy de a poquito, cuando la sala quedaba libre. También grabábamos ritmos de batería en un casete, para que él pudiera tocar en vivo. No tenía quien lo acompañara. Cabrera, que lo apoyó mucho, estaba en el exterior", señala Jasa.

Quién te viera. "Él siempre me decía para hacer algo juntos, y yo me negaba. A mí me faltaba mucho para tocar con él. Finalmente, cuando Cabrera volvió a Uruguay, preparamos algo. Ellos dos y yo con Los Terapeutas", recuerda Wolf.

El espectáculo se presentó en La Tramoya. Fue ahí que sus compañeros detectaron que Mateo se sentía mal. Como no quería ir al médico, Wilson Nogueira, percusionista de Los Terapeutas, llevó a dos doctores a una función. "Apenas lo vieron, lo internaron", relata Cabrera. Diez días después, con el tarareo de Blackbird en los labios, murió.

Rafael Abal, actual director de Sondor, dueña de la mayoría de la obra de Eduardo Mateo, sostiene que en vida el músico no vendía más de 150 discos por trabajo. Los dos compilados realizados por Roos, Mateo Clásico y Mateo Clásico 2, vendieron 6.000 copias el primero y 3.000 el segundo. "Son cifras que sólo se comparan a las de un éxito fugaz; es difícil ver esta cantidad en algo que tiene tantos años", señala Abal.

"Estaba desfasado. Demasiado adelantado en el tiempo. Es lógico que no le fuera bien, la gente precisó años para procesar su obra" (Urbano Moraes). "El tipo abrió un camino nuevo. Hay música tropical, brasilera, yanqui y Mateo. Lo de él es una categoría única" (Osvaldo Fattoruso). "No lo supimos entender; ni yo, ni nadie. Ahora escucho las letras y no lo puedo creer. Todas tienen actualidad, él estaba muy adelantado. No es porque sea mi hermano, pero la verdad es que era un bocho" (Teresa Mateo).

"Para que no le viniera sueño tomaba psicofármacos; algún antigripal con vino".

El disco de El Kinto se reeditó en EE.UU. Un original en Austria cuesta 2.000 euros.

"Cuando era chico se le cayó a mi papá, y, según el médico, eso lo dejó tartamudo".

Amigos lindos del alma

"Que se muriera me sorprendió, pero no mucho. Él estaba jugado como Charly García, que por suerte lo agarraron a tiempo. Estaba solo, enfermito". (Rubén Rada)

"Mateo es superior a todo lo que conozco. Su conocimiento musical es mayor al de cualquier compositor de escuela. Estaba 5.000 años adelantado". (Hugo Fattoruso)

"Nombrás a Mateo en Buenos Aires y te dicen: `¡Pah Mateo!`. Te hablan como si fuera Van Gogh (...) El legado que dejó a la música uruguaya es enorme". (Jaime Roos)

"La música de Mateo era muy selecta y la escuchaba muy poca gente. Hoy, por suerte, la juventud supo integrarla y darle la dimensión que corresponde". (Jorge Trasante)

"Para mí estar con Mateo, compartir tiempo con él, era lo más grande que había. The Beatles, Jimi Hendrix, The Who y Eduardo Mateo". (Alberto "Mandrake" Wolf)

"La vida me dio la enorme felicidad de conocer a quienes fueron mis ídolos. E incluso, y me pasó con Eduardo, que éstos llegasen a ser mis amigos". (Fernando Cabrera)

Charlas sobre planetas y legado cultural

"Cuando él hablaba, divagaba. Sus temas más frecuentes de conversación eran los planetas y la máquina del tiempo. Nosotros, con mi hermano, lo mirábamos y nos reíamos. Creíamos que eran pavadas. ¡Qué ilusos!", relata Teresa.

Las cuestiones del espacio eran, según sus amigos, los temas de conversación favoritos de Mateo. "Como no tenía una amistad con él, cuando arrancaba a hablarme de esas cosas no le daba corte", cuenta Mauricio Ubal, director de la discográfica Ayuí/Tacuabé.

"Él medio que se hacía el vivo y empezaba a divagar. Cuando grabamos Mal tiempo sobre Alchemira, nosotros recién empezábamos y no le podíamos dar mil horas para que haga el disco, ya teníamos los antecedentes de él con Mateo solo bien se lame. Lo hablamos, lo entendió y salió un laburo precioso", añade Ubal.

"Las conversaciones que yo recuerdo con él eran de un carácter más cotidiano. Lo que sí, era un tipo muy frontal", relata Jorge Schellemberg, secretario general de la Fundación Eduardo Mateo."Una noche estábamos en al antiguo bar Nelson, frente a la rambla, Mateo, Eduardo Darnauchans y yo tomando una cerveza. En una a Darno se le ocurrió decir que la batería de los Rolling Stones atrasaba un poco. Mateo lo miró y le dijo: `Nunca pensé que tú te pudieras dar cuenta de eso`".

El carácter fuerte de Mateo era famoso en el ambiente musical. "Cuando estaba grabando Cuerpo y alma se enojó y echó a todos los músicos, decía que no lo entendían. Unos días después los volvió a llamar", recuerda Rafael Abal, director de Sondor.

La fundación. La Fundación Eduardo Mateo, dirigida por Schellemberg, Estela Magnone, Teresa Mateo y Alejandro Steineckm se propone divulgar la obra de Eduardo a través de la formación musical.

"Desarrollamos diferentes actividades. La más importante es la enseñanza de música para diferentes edades, con un acento muy fuerte en los niños y los jóvenes", explica Schellemberg.

En coordinación con la IMM, la Fundación también realiza talleres artísticos en barrios carenciados. "A futuro, también queremos entregar premios a los mejores músicos uruguayos", agrega Teresa.

Reediciones y homenajes

Mateo solo bien se lame se reeditó en 2009 en Estados Unidos y Argentina. Dentro del empaque de lujo se incluye un librillo con la biografía del artista. Alemania, EE.UU., Austria y Brasil, son algunos de los países que se suelen comunicar con Sondor para reeditar sus álbumes.

La Mosca no llegó a editarse en CD en Uruguay; sí se puede conseguir en Argentina. Bizarro Records, dueña del catálogo de Orfeo, pretende colocarlo pronto en las bateas nacionales. El 3 de junio, en los premios Graffiti, se realizará un homenaje al músico.

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