Más guapos que ladrones

Atractivo y talento para todos los gustos. Los actores George Clooney, Brad Pitt, Al Pacino, Matt Damon y Andy García se reunirán en la nueva historia del ladrón Danny Ocean.

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EL PAÍS DE MADRID | MARUJA TORRES

En el año de gracia de 1998, cuando montó la que montó para que salieran a buscarle como soldado Ryan, Matt Damon tenía ya 28 años, pero una carita de niño que aún hoy enternece y que no resultaba en absoluto adecuada para su papel de asesino amoral en la película que siguió, la injustamente aclamada El talento de Mr. Ripley, una de las versiones más inanes que se han realizado sobre las aventuras del personaje creado por Patricia Highsmith.

Es muy importante recordar la edad de los cinco que protagonizan Ocean´s Thirteen (la tercera parte de La gran estafa, que se estrena en los cines de Uruguay la segunda quincena de julio), así como que conozcamos quién hacía qué cuando el otro hacía lo que hacía.

Así como 1998 fue un año importante para Matt Damon, el más joven de los oceánicos de primera fila, para su colega Brad Pitt, nacido en 1963, aquel año resultó completamente insulso: hizo de la Muerte en ¿Conoces a Joe Black?, una tontería en donde se lo merendaba crudo Anthony Hopkins, que también pasaba por allí. Para Pitt, la fecha de su descubrimiento fue 1991, cuando Geena Davis piropeó su espectacular trasero en Thelma y Louise.

Pasó el trienio posterior reforzando su imagen con papeles pequeños y semipapeles en buenas películas (Kalifornia, Escape salvaje) o con minipapeles en malas películas (Contacto), o con una protagonista, en Johnny Suede, cuya interpretación dejó insatisfecho al director: Tom DiCillo.

Sin embargo, pronto se convertiría en el patético detective de Pecados capitales, que pasaba su tiempo encerrado con sus perros en un siniestro apartamento o recogiendo vísceras y demás delicias desperdigadas por el psicópata robaplanos Kevin Spacey.

Por no hablar de su participación algo temblorosa en Siete monos, y de su duelo a chupetones con Tom Cruise (que dicho sea de paso nunca intervendría en un filme semicoral como la serie Ocean; le gusta poco a este ciencio-ilógico astro trabajar con compañeros masculinos macizos; la vanidad se está convirtiendo en su sarcófago cinematográfico).

Mientras Pitt, encarnando a la parca, se llevaba a Hopkins al más allá, y Damon acababa criando las malvas que Spielberg le había preparado, aparece el siguiente en esta lista, nacido en 1961, que es el más guapo de todos.

Como es natural, en 1998, George Clooney mantenía Un romance muy peligroso con Jennifer López, soltando química los dos, pero muy en especial él (esa mezcla de seducción y cachondeo que supura el caballero). Y llevaba cuatro años tratando a los niños como a seres humanos y a las mujeres como a niños en E.R. Emergencias, serie de la que se descabalgó en 2000, y no es de extrañar. El suyo es de los pocos casos en que la pequeña pantalla no puede contaminar a alguien con su mediocridad: Clooney, por su crianza (hijo de la cantante Rosemary, sobrino del gran José Ferrer) y porque la vida es así, es alguien claramente destinado a comunicar su estilo y a alegrar la vista del espectador desde la gran pantalla. Aunque nadie lo habría dicho cuando apareció, en 1987, en un episodio de Se ha escrito un crimen, sobrado de peso y con unas patillas desmesuradas. Pero ahí está. Y dirige sabiendo lo que hace.

La mejor etapa de Andy García, nacido en 1956, fue la que transcurrió entre 1987 y 1997. Es decir, entre Los intocables de Elliot Ness y La noche cae sobre Manhattan. Desde ahí se despeñó en caída libre y por voluntad propia (Muerte en Granada), hasta que la primera Ocean le rescató como actor de carácter, algo fondón y con carisma, que no es poco. La gran suerte de su vida fue recibir la mejor herencia que puede obtener un actor de 34 años: que Ford Coppola le convirtiera en el hijo que James Caan había tenido fuera del matrimonio 18 años atrás. Cuando pisó el plató de El Padrino III para meterse en la piel de Vincent Mancini-Corleone, García ya había añadido a su corta filmografía dos películas de acción, pero notables: Black rain, de Ridley Scott, y Asuntos sucios, de Mike Figgis.

Pero es su papel de Vincent lo que le introdujo en la historia del cine. Aparte de que estaba para comérselo, con sus tejanos ceñidos, su cazadora de cuero y todo el cuajo de los padrinos anteriores en la entrepierna. Pero sólo él mordió la oreja de Joe Mantegna, que no es poco. Y tal vez la posibilidad de ser el cuarto padrino.

Para el más veterano de los chicos de Ocean´s Thirteen, Al Pacino, las malas rachas fueron muy cortitas. Este hombre, ayudado sin duda por el hecho de haber nacido en 1940 y por un talento fuera de lo común, tuvo la suerte de inaugurarse como protagonista al iniciarse la década de los 70 del siglo pasado. Y floreció durante la última década prodigiosa del cine, al menos de eso hay pruebas.

Son innumerables las nominaciones y premios que Al Pacino ha recibido a lo largo de su carrera, pero en los 70 se puso las botas, sobre todo en Europa. Rodó Pánico en Needle Park, los dos primeros Padrinos, Espantapájaros, Serpico, Tarde de perros, Bobby Deerfield, y remató la década con Justicia para todos.

A Pacino no lo rescata el nuevo film de Steven Soderbergh, que siendo un tipo inteligente empezó rodando Sexo, mentiras y video, la sensación del festival de cine de Sundance, y se ha convertido en partidario de repetir fórmulas seguras. Pero en esta ocasión se ha lucido contratando a Pacino. Es él quien aporta consistencia a todos los demás, incluido el director.

De la enumeración anterior, se desprende una conclusión de estos héroes: cuanto más jóvenes son, peores películas han hecho. O por decirlo sin ofender, los de más edad alcanzaron a trabajar cuando el cine era mayoritariamente bueno. Lo cual es muy distinto de ahora (de los 80 para acá), en que se hacen bastantes buenas películas, pero el cine ha cedido terreno a la Play Station.

Andy y Al, en El Padrino III resumen, echando la vista atrás tantas cosas mágicas que el cine ya no procura. El encuentro entre un actor veterano y uno que empieza, perfectamente resumidos en la relación padrino-sobrino. Los estragos del paso del tiempo, ese tren cansino en que toda persona acaba convertida, con suerte, se reflejan en el rostro de Al Pacino, en el cansancio que inclina sus hombros.

García, por el contrario, es la potente locomotora que se va a comer el mundo, tanto como actor como heredero de los Corleone. Es también ese dúo un muestrario de una forma de interpretación que cundió precisamente durante aquellos años, influenciada por el Actor´s Studio, por Marlon Brando y James Dean.

Se trata de un estilo muy físico que los mejores depuran, pero que los peores y hasta los medianos actores han convertido en mera gesticulación, y siempre agitando el dedo índice: qué inútil dispendio, cuando son los rostros los que deben hablar.

Cinco grandes estrellas, pues, para una película que sólo aspira a entretener. Lo que no es poco.

¿Cinco grandes actores? Sí, los cinco son muy buenos. Pero del mismo modo que su atractivo físico y sus cualidades como estrellas les hacen destacar, de entre los 13 de Danny Ocean uno solo de ellos, Al Pacino, merece tratamiento de monstruo sagrado.

Pensándolo bien, hay razones para no perderse Ocean´s Thirteen. Hay 12 más una.

Andy García, el eterno galán

A Andrés Arturo García Menéndez (Andy García en Hollywood), nacido en La Habana hace 51 años, pero criado en Miami desde los cinco, se le fundió la carrera el 20 de diciembre de 1990, el día que estrenó El Padrino III. Nunca lo ha mejorado. Rechaza cualquier papel que signifique enseñar cacha. Mucho más interesante es su labor como productor musical. Un día de su adolescencia entró a una tienda de discos y escuchó una grabación de descargas de Israel López, Cachao. Décadas más tarde se convirtió en el hombre que recuperó la carrera del mítico músico cubano. En los conciertos de Cachao, Andy toca los bongos. Un deseo: volver a dirigir. Ya lo hizo en La ciudad perdida (2005), una película ambientada en la Cuba de los años 50 que relata la historia del propietario de un club antes, durante y después de la revolución. Su secreto: en la espalda tiene una cicatriz, porque al nacer le extirparon los restos del feto malformado del que hubiera sido su gemelo. Su papel: Terry Benedict, propietario de casinos, quien en la primera entrega de la saga era la víctima de la estafa.

"De las cinco estrellas, solo Al Pacino merece un tratamiento de monstruo sagrado"

Perfiles

AL PACINO. En su familia está la clave: sus abuelos procedían de Corleone, Sicilia. Este neoyorquino de 67 años, aficionado a la ópera y a la obra de Shakespeare, adicto al teatro, acaba de dirigir su segundo film, Salomaybe? Su deseo: recuperar sus inicios como actor de monólogos humorísticos. Un secreto: al principio se planteó cambiarse el nombre por el de Sonny Scott. Sonny era su apodo de niño. Su papel: Willy Bank, duro magnate hotelero, apasionado de los diamantes.

GEORGE CLOONEY. Apostó 10 mil dólares con Pfeiffer y Kidman a que no se casaría de nuevo hasta los 40. Repitió doble o nada a que eso no ocurrirá hasta los 50 (en 2011). Este amante de baloncesto, nacido en Lexington, roza la perfección. Se dedica a hacer buen cine, a concientizar sobre el drama de Darfur (Sudán) y a disfrutar de su villa en el lago de Como. Un deseo: Dirigir. Está montando Leatherheads. Su secreto: le encanta la cerveza. Su papel: Danny Ocean, el líder del grupo de ladrones.

BRAD PIT. Su emparejamiento con Jolie, formando ese monstruo Bradelina, lo convirtió en el rey. Cumplió 43, y atrás quedaron los tiempos en que se ganaba la vida disfrazado de pollo en el Pollo Loco. Es padre biológico y adoptivo. Un deseo: truncado; compró los derechos de la asiática Internal Affairs para protagonizarla con Cruise. Al final se convirtió en Infiltrados. Su secreto: se lesionó el talón de Aquiles en el rodaje de Troya. Su papel: Rusty Ryan, el más gamberro de la pandilla.

MATT DAMON. Más bostoniano que los Kennedy, nació hace 37 años en Cambridge. Su amigo Ben Affleck asegura que de pequeño no tenía tanta cara de repelente niño Vicente. Su mujer es la argentina Luciana Barroso. Tanto Coppola como Scorsese hablan maravillas de él. Un deseo: escribir más guiones. Su secreto: dejó de fumar tras un tratamiento de hipnosis. Y le encanta jugar póquer. Su papel: Linus Caldwell, pardillo del grupo. Y ahora el galán.

Un ajuste de cuentas para el nuevo golpe de Ocean

En Ocean´s Thirteen el móvil de la estafa que vuelve a reunir a la banda de Danny Ocean (Clooney) no es el dinero; van por un ajuste de cuentas.

Esta vez, la razón para llevar a cabo su golpe más ambicioso y arriesgado es defender a uno de los suyos. Cuando el despiadado propietario de casinos Willy Bank (Al Pacino) traiciona a uno de los miembros originales de la pandilla de Ocean -Reuben Tishkoff (Elliott Gould)- enviándolo a un hospital en estado crítico, el grupo se fija una única meta: arruinar a Bank la noche que éste pretende inaugurar un nuevo casino, llamado apropiadamente The Bank (La Banca).

Pero además del robo de dinero, la banda espera destruir su orgullo y reputación como el único hotelero que ha obtenido el premio Royal Review Board´s Five Diamond Award para cada uno de sus hoteles.

En esta tercera entrega de La gran estafa, dirigida por Steven Soderbergh, se suman las actuaciones de Al Pacino y Ellen Barkin (quien interpreta a la mano derecha de Bank) al elenco original, de donde se bajó Julia Roberts, protagonista femenina de las dos primeras películas.

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